(ZENIT.org-Aica).- Valeria Varela vivía en Bialet Massé, Córdoba, y tenía 24 años cuando le diagnosticaron un caroecarcinoma que podría derivar en metástasis en unos pocos días, por lo que debía inmediatamente comenzar el tratamiento con quimioterapia. Después de pedirle al joven indígena se curó en forma instantánea, e incluso pudo concebir nuevamente. El hecho, absolutamente inexplicable para la ciencia, ocurrió en el año 2000.
Valeria se casó en 1998 con Joseph Koua, africano. A los tres meses quedó embarazada, sufrió un aborto espontáneo y en octubre de 2000 los médicos le detectaron el tumor maligno en el útero.
Era un viernes y debía comenzar con la quimioterapia el lunes siguiente. Esa noche, contó, encontró una revista sobre Ceferino Namuncurá, con quien se sintió identificada por la juventud, y le «exigió» que la ayudara.
El lunes siguiente, al realizarle los estudios previos al tratamiento, los médicos vieron que no había ningún tumor. El cáncer había desaparecido completamente y hoy es madre de tres hijas.
La causa llegó a Roma desde Córdoba, donde durante cuatro años se estudió y la Congregación para las Causas de los Santos dictaminó que, desde el punto de vista clínico, la curación sometida a su juicio científico, era inexplicable.
La sesión del 15 de mayo de cardenales y obispos que forman parte de dicha congregación aprobó por unanimidad el milagro atribuido a la intercesión del venerable Siervo de Dios Ceferino Namuncurá. Y el pasado 6 de julio Benedicto XVI firmó el decreto sobre el milagro por lo que Ceferino será declarado beato el domingo.
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