Un compañero que estuvo en la cárcel con él explicaba: «La vida en la cárcel, dentro de lo que cabe, la hacíamos practicando privadamente nuestras devociones y encomendándonos a Dios. Un día pregunté a Pablo: ¿Qué nos pasará a nosotros; nos salvaremos?; y me contestó: Hombre, si la Providencia nos destina para mártires, nos fusilarán; y si no, quedaremos libres. Estamos aquí porque Dios lo ha permitido; en Sus manos estamos. Sólo pido al Señor me dé su amor y gracia, y esto me basta
28 de diciembre de 2011.- A las cinco y media de la madrugada del 24 de diciembre de 1936, Pablo Meléndez fue sacado de la cárcel para ser fusilado a las afueras de Valencia. Su delito: «Soy católico, apostólico y romano», como sostuvo ante quienes le arrestaron. A las pocas horas, celebraría la Navidad ya en el cielo.
María Teresa, una de las hijas de Pablo Meléndez Gonzalo, abogado y periodista valenciano, acudió al cementerio de Valencia a las dos de la tarde del 24 de diciembre de 1936 y se encontró allí con el cadáver de su padre y de su hermano Alberto: «Mi padre tenía la cara llena de balazos y por la nuca le salía sangre. Las muñecas, tanto de mi padre como de Alberto, mostraron señales de haber estado atadas con violencia».
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