“Una noche, en lugar de meditar, decidí rezar. Para ver qué pasaba. Me dirigí a Dios Padre. Sucedió de manera tan rápida que ya no recuerdo que le dije. Exploté, literalmente. Fue como una eclosión, como nacer. Recuerdo haber llorado durante horas, con grandes sollozos. Dentro de mí se mezclaba el pesar de haber estado tan ciego con el alivio inmenso de haber salido por fin de la oscuridad, de nacer de nuevo al cabo de 20 años”
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