* «Durante la subida al monte Krizevac vi fluir por mi mente los episodios más importantes de mi vida. Reconocí claramente lo que había sucedido: los errores, la traición a mí mismo, los pecados… Fue una iluminación, un examen de conciencia del que me di cuenta plenamente sólo más tarde. Durante el último tramo del camino, cerca de la cruz, escuché una voz masculina y paternal que me decía: ‘esto es lo que hiciste, yo te propongo otra vida’. En un momento entendí todo: Dios ha tenido paciencia conmigo»