* «No sabía cómo era ser monja, pero podía verme siendo una. No sabía lo que hacía una monja, pero podía verme a mí misma. Empecé a llorar porque sentí una paz y una felicidad tan intensas… La hermana hablaba tan suavemente, y se podía ver la alegría en su vida. De una manera muy interna y sutil yo pensaba: ‘Quiero esto. Quiero esto en mi vida. Me parecía intensamente atractivo y, por otro lado, me asustaba que me pareciera atractivo… Significaría que ya no podría viajar, no podría ir a casa, no conseguiría abrazar a mi madre otra vez. Tenía mucho miedo»

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