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domingo, 23 de febrero de 2025

Mensaje del Papa Francisco desde el hospital para el Ángelus, 23-2-2025: «Continuo con confianza mi hospitalización, siguiendo con los tratamientos necesarios; ¡y el descanso también forma parte de la terapia!»


Decenas de fieles rezan en el patio del hospital Gemelli / Foto: Vatican Media

* «En estos días me han llegado muchos mensajes de afecto y me han impresionado especialmente las cartas y dibujos de los niños. ¡Gracias por esta cercanía y por las oraciones de confortación que he recibido de todo el mundo! Encomiendo a todos a la intercesión de María y les pido que recen por mi»     

9 de febrero de 2025.- (Camino Católico)   Francisco, ingresado en el hospital Gemelli, ha entregado el texto de su comentario para el Ángelus dominical, difundido por la Oficina de Prensa del Vaticano. En el texto, con motivo del tercer año, el 24 de febrero, del inicio del conflicto contra Kyiv, renueva su «cercanía al martirizado pueblo ucraniano» e invoca oraciones por otros países en guerra. También saluda a los participantes en el Jubileo de los Diáconos y no deja de dar las gracias al personal médico del Gemelli por sus cuidados.

Fuentes del Vaticano, confirman que, tras la crisis respiratoria prolongada que sufrió este sábado, el Santo Padre continúa necesitando el uso de dos pequeñas cánulas que se introducen por ambos orificios nasales con oxígeno. El boletín médico oficial de ayer detalló que, además de la crisis respiratoria, necesitó una transfusión de sangre para contrarrestar la caída de plaquetas asociada a la anemia. El texto completo es el siguiente: 

PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Texto preparado por el Santo Padre en el hospital Gemelli

Domingo, 23 de febrero de 2025

¡Hermanos y hermanas, feliz domingo!

Esta mañana se ha celebrado la Eucaristía en la Basílica de San Pedro con la ordenación de algunos candidatos al diaconado. Saludo a ellos y a los participantes en el Jubileo de los Diáconos que tuvo lugar estos días en el Vaticano; y doy las gracias a los Dicasterios para el Clero y para la Evangelización por la preparación de este evento.

Queridos hermanos diáconos, ustedes se dedican a anunciar la Palabra y al servicio de la caridad; desempeñan su ministerio en la Iglesia con palabras y obras, llevando a todos el amor y la misericordia de Dios. Los exhorto a continuar con alegría su apostolado y a ser, como nos sugiere el Evangelio de hoy, signo de un amor que abraza a todos, que transforma el mal en bien y genera un mundo fraterno. ¡No tengan miedo de “arriesgar el amor”!

Por mi parte, continuo con confianza mi hospitalización en el Policlínico Gemelli, siguiendo con los tratamientos necesarios; ¡y el descanso también forma parte de la terapia! Agradezco de corazón a los médicos y al personal sanitario de este hospital por la atención que me están demostrando y por la dedicación con la que realizan su servicio entre las personas enfermas.

Mañana se cumple el tercer aniversario de la guerra a gran escala contra Ucrania: ¡un acontecimiento doloroso y vergonzoso para toda la humanidad! Mientras renuevo mi cercanía al martirizado pueblo ucraniano, los invito a recordar a las víctimas de todos los conflictos armados y a rezar por el don de la paz en Palestina, en Israel y en todo Oriento Medio, en Myanmar, en Kivu y en Sudán.

En estos días me han llegado muchos mensajes de afecto y me han impresionado especialmente las cartas y dibujos de los niños. ¡Gracias por esta cercanía y por las oraciones de confortación que he recibido de todo el mundo! Encomiendo a todos a la intercesión de María y les pido que recen por mí.


Francisco

Papa Francisco en homilía leída por Mons. Fisichella, 23-2-2025: «Jesús dice: «Amen a sus enemigos»; es necesario saber perdonar y pedir perdón, no excluyendo de nuestro amor ni siquiera a quien nos golpea y traiciona»

* «Un mundo en donde para los adversarios hay sólo odio es un mundo sin esperanza, sin futuro, destinado a ser desgarrado por las guerras, divisiones y venganzas sin fin, como desafortunadamente vemos también hoy, en tantos ámbitos y en varias partes del mundo. Perdonar, entonces, quiere decir preparar para el futuro una casa hospitalaria, segura, en nosotros y en nuestras comunidades. El diácono, investido en primera persona de un ministerio que lo lleva hacia las periferias del mundo, se compromete a ver —y a enseñar a los otros a ver— en todos, también en quien se equivoca y produce sufrimiento, una hermana y un hermano heridos en el alma, y por eso necesitados más que nadie de reconciliación, de guía y de ayuda»

     

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa 

* «Mientras nos acogemos a la Virgen María, la esclava del Señor, y a san Lorenzo, el patrón de ustedes. Que ellos nos ayuden a vivir todo nuestro ministerio con corazón humilde y lleno de amor, y a ser, en la gratuidad, apóstoles de perdón, siervos desinteresados de los hermanos y constructores de comunión» 

23 de febrero de 2025.- (Camino Católico) “Jesús nos habla sobre esta exigencia y sobre su alcance cuando dice: «Amen a sus enemigos» (Lc 6,27). Y es precisamente así: para crecer juntos, compartiendo luces y sombras, éxitos y fracasos los unos de los otros, es necesario saber perdonar y pedir perdón, restableciendo relaciones y no excluyendo de nuestro amor ni siquiera a quien nos golpea y traiciona”, dice el Papa Francisco en su homilía leída por el pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, Mons. Rino Fisichella, durante la Misa con motivo del Jubileo de los Diáconos.

Según informó durante el día de ayer el Vaticano, el pontífice, de 88 años, recibió oxígeno de alto flujo y transfusiones de sangre debido a una trombocitopenia asociada a anemia. Su estado es crítico y su pronóstico es reservado y continúa bajo estricta vigilancia médica en el Hospital Gemelli de Roma. El Santo Padre ha pasado pasado la novena noche hospitalizado “tranquila”, pero su estado sigue siendo crítico según la Santa Sede. Francisco continúa necesitando el uso de dos pequeñas cánulas que se introducen por ambos orificios nasales con oxígeno.

Antes de leer la homilía preparada por el Pontífice, Mons. Fisichella destaca la cercanía espiritual del Santo Padre con este importante momento del Jubileo y exhorta a los fieles a intensificar sus oraciones por su recuperación. “Me complace especialmente leer la homilía que el propio Papa Francisco les habría comunicado a todos ustedes en este domingo en particular”, expresa el prelado. Subrayaó que, en la celebración de la Eucaristía, “donde la comunión alcanza su máxima plenitud, la presencia del Papa se siente con fuerza, aunque esté en una cama de hospital. Lo sentimos presente en medio de nosotros y esto nos obliga a hacer aún más fuerte e intensa nuestra oración para que el Señor le asista en su momento de prueba y enfermedad”.

En la solemne ceremonia fueron ordenados diáconos permanentes 23 hombres que proceden de diversas naciones: dos de Brasil , seis de Colombia, uno de Francia, tres de Italia , tres de México, dos de Polonia, tres de España  y tres de Estados Unidos.

Además participaron unos 4.000 diáconos permanentes que llegaron a Roma para formar parte de este gran evento enmarcado en el Jubileo de la Esperanza. Italia contó con la mayor delegación, seguida de Estados Unidos con 1.300 diáconos, Francia con 656, España con 350, Brasil con 230, Alemania con 160 y México con 150.

También llegaron numerosos grupos de Polonia, Colombia, Reino Unido, Canadá, así como representantes de países como Camerún, Nigeria, India, Indonesia y Australia. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente: 

JUBILEO DE LOS DIÁCONOS

SANTA MISA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

LEÍDA POR S.E. MONS. RINO FISICHELLA

Basílica de San Pedro,

VII Domingo del Tiempo Ordinario, 23 de febrero de 2025

El mensaje de las lecturas que hemos escuchado se podría resumir con una palabra: gratuidad. Un término ciertamente apreciado por ustedes diáconos, aquí reunidos para la celebración del Jubileo. Reflexionemos entonces sobre esta dimensión fundamental de la vida cristiana y del ministerio de ustedes, en particular desde tres aspectos: el perdón, el servicio desinteresado y la comunión.

En primer lugar, el perdón. El anuncio del perdón es una tarea esencial del diácono. De hecho, este es un elemento indispensable para cada camino eclesial y es una condición para toda convivencia humana. Jesús nos habla sobre esta exigencia y sobre su alcance cuando dice: «Amen a sus enemigos» (Lc 6,27). Y es precisamente así: para crecer juntos, compartiendo luces y sombras, éxitos y fracasos los unos de los otros, es necesario saber perdonar y pedir perdón, restableciendo relaciones y no excluyendo de nuestro amor ni siquiera a quien nos golpea y traiciona. Un mundo en donde para los adversarios hay sólo odio es un mundo sin esperanza, sin futuro, destinado a ser desgarrado por las guerras, divisiones y venganzas sin fin, como desafortunadamente vemos también hoy, en tantos ámbitos y en varias partes del mundo. Perdonar, entonces, quiere decir preparar para el futuro una casa hospitalaria, segura, en nosotros y en nuestras comunidades. El diácono, investido en primera persona de un ministerio que lo lleva hacia las periferias del mundo, se compromete a ver —y a enseñar a los otros a ver— en todos, también en quien se equivoca y produce sufrimiento, una hermana y un hermano heridos en el alma, y por eso necesitados más que nadie de reconciliación, de guía y de ayuda.

De esta apertura del corazón nos habla la primera lectura, presentándonos el amor leal y generoso de David hacia Saúl, su rey, pero a la vez su perseguidor (Cf. 1 S 26,2.7-9.12-13.22-23). Nos habla también sobre esto, en un contexto diverso, la muerte ejemplar del diácono Esteban, que cae bajo los golpes de las piedras perdonando a quienes lo lapidan (Cf. Hch 7,60). Pero sobretodo la vemos en Jesús, modelo de toda diaconía, que, sobre la cruz, “anonadándose” hasta dar la vida por nosotros (Cf. Fil 2,7), reza por quienes lo crucifican y abre para el buen ladrón las puertas del paraíso (Cf. Lc 23,34.43).

Y llegamos al segundo punto: el servicio desinteresado. El Señor, en el Evangelio, lo describe con una frase tan simple como clara: «Hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio» (Lc 6,35). Pocas palabras que llevan consigo el buen perfume de la amistad. Ante todo, la de Dios por nosotros, pero luego también la nuestra. Para el diácono, dicho comportamiento no es un aspecto accesorio de su actuar, sino una dimensión esencial de su ser. En efecto, se consagra para ser, en el ministerio, “escultor” y “pintor” del rostro misericordioso del Padre, testigo del misterio del Dios-Trinidad.

En muchos pasajes del Evangelio Jesús habla sobre sí en este sentido. Lo hace con Felipe, en el cenáculo, poco después de haberle lavado los pies a los Doce, diciéndoles: «El que me ha visto, ha visto al Padre» (Jn 14,9); así como cuando instituye la Eucaristía y afirma: «Yo estoy entre ustedes como el que sirve» (Lc 22,27). Pero ya desde antes, de camino hacia Jerusalén, cuando sus discípulos discutían entre ellos sobre quién era el más grande, les había explicado que «El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mc 10,45).

Hermanos diáconos, el trabajo gratuito que realizan, como expresión de su consagración a la caridad de Cristo, es entonces, para ustedes, el primer anuncio de la Palabra, fuente de confianza y de alegría para quienes se encuentran con ustedes. Acompáñenlo siempre con una sonrisa, sin quejas y sin buscar reconocimientos, sosteniéndose mutuamente, también en sus relaciones con los Obispos y los presbíteros, “como expresión de una Iglesia comprometida a crecer en el servicio para el Reino con la valorización de todos los grados del ministerio ordenando” (cf. C.E.I., I Diaconi permanenti nella Chiesa in Italia. Orientamenti e norme, 1993, 55). Su actuar concorde y generoso, de esta manera, será un puente que una el altar a la calle, la Eucaristía a la vida cotidiana de la gente; la caridad será su liturgia más hermosa y la liturgia su servicio más humilde.

Y llegamos al último punto: la gratuidad come fuente de comunión. Dar sin pedir nada a cambio une, crea vínculos, porque expresa y alimenta un estar juntos que no tiene más finalidad que el don de sí y el bien de las personas. San Lorenzo, su santo patrón, cuando sus acusadores le pidieron que entregara los tesoros de la Iglesia, les mostró a los pobres y les dijo: “¡Este es nuestro tesoro!”. Es así como se construye la comunión. Diciéndole al hermano y a la hermana, con las palabras, pero sobre todo con las obras, personalmente y como comunidad: “para nosotros tú eres importante”, “te amamos”, “queremos que participes en nuestro camino y en nuestra vida”. Esto hacen ustedes: esposos, padres y abuelos decididos, en el servicio, a abrir sus familias a quien pasa necesidad, allí donde viven.

Así su misión, que los escoge de entre la sociedad para volver a colocarlos en medio de ella y hacer que sea cada vez más un lugar hospitalario y abierto a todos, es una de las expresiones más bellas de la Iglesia sinodal y “en salida”.

Dentro de poco algunos de ustedes, al recibir el sacramento del Orden, “descenderán” los grados del ministerio. Deliberadamente digo y subrayo que “descenderán”, y no que “subirán”, porque con la ordenación no se sube, sino que se desciende, nos hacemos pequeños, nos abajamos y nos despojamos de nosotros mismos. En palabras de san Pablo, nos despojamos, en el servicio, del “hombre terrenal”, y nos revestimos, en la caridad, del “hombre celestial” (cf. 1 Co 15,45-49).

Meditemos todos sobre lo que se realizará en breve, mientras nos acogemos a la Virgen María, la esclava del Señor, y a san Lorenzo, el patrón de ustedes. Que ellos nos ayuden a vivir todo nuestro ministerio con corazón humilde y lleno de amor, y a ser, en la gratuidad, apóstoles de perdón, siervos desinteresados de los hermanos y constructores de comunión.

Francisco

Fotos: Vatican Media, 23-2-2025