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miércoles, 15 de septiembre de 2010

Los juicios te impiden ver el rostro de Dios en los demás / Por P. Fernando Simón


Meditación en vídeo grabada en directo

15 de septiembre de 2010.-
El padre Fernando Simón Rueda es asesor espiritual de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida, director de la Oficina de la Familia y la Vida de la Conferencia Episcopal Española y este mes de septiembre será nombrado párroco de la Parroquia de San Juan Crisóstomo de Madrid. En esta meditación profundiza en el daño que hacemos a los demás y a nosotros mismos cuando juzgamos a las otras personas, lo que nos impide ver el rostro de Dios en ellas. El padre Fernando Simón compartió esta enseñanza en el grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo, el lunes 30 de agosto de 2010. Ver vídeo...

miércoles, 11 de junio de 2008

¿Cómo ser lo que Dios quiere? / Autora: Ana Néri de la Comunidad Canción Nueva

El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre

Preparándome, cierta vez, para una prédica, cuyo tema era el Amor de Dios y, teniendo en las manos el Catecismo de la Iglesia Católica, un gran tesoro enriquecedor de nuestra fe, encontré el párrafo 27 que me llamó mucho la atención:

27 ''El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer hacia sí al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar'' (Capítulo Primero: El hombre es "capaz" de Dios - I. El deseo de Dios)

Desde toda la eternidad, cuando Dios ha creado el mundo y, todo lo que hay en él, cada uno de nosotros ya estaba dentro de Su corazón. Él ya pensaba en nosotros, sabía lo que cada quien sería, y cuál sería la misión específica de cada uno en la tierra.

A medida que fuimos creciendo, cada uno en su ambiente y realidad de vida, fuimos siendo influenciados por muchas cosas buenas e, infelizmente, por cosas malas también. Suelo decir que salimos de una forma buena: la forma de Dios. Y con el transcurrir del tiempo, muchas veces, sin darnos cuenta, dejamos que el mundo, el sufrimiento, la seducción, la violencia, el orgullo, la ambición y tantas otras cosas "nos deformen". Y acabamos entrando en la forma del mundo. Siento que el corazón de Dios se entristece, pues no ha sido eso lo que Él ha soñado y deseado para nosotros, hijos Suyos. Sin embargo, al mismo tiempo, somos libres para tomar decisiones.


Actuamos así, muchas veces, por causa de una búsqueda infinita de algo que nos complete; creo que esto ocurre y ocurrirá hasta que, de hecho, tengamos un verdadero encuentro personal y profundo con Nuestro Señor y experimentemos Su amor incondicional a fin de que ese vacío sea verdaderamente llenado.

Cuando estamos llenos del amor de Dios, evitamos buscar placeres mundanos y efímeros, porque ya no nos completan más; en realidad, jamás nos han satisfecho. A partir de dicho encuentro, pasamos a tener conciencia de que herimos el corazón de Dios siempre que pecamos, y por esta razón, buscamos un recomenzar.

Lo interesante es que la pedagogía divina se nos manifiesta de diversas maneras. Somos formados por medio de las más variadas situaciones: muertes, tragedias, desempleo, humillaciones... Es por eso que solemos escuchar: De todo el mal Dios extrae un bien mayor.

Por lo tanto, algo malo nunca ocurre por coincidencia, por más difícil que eso pueda parecernos. Interesante es que jamás comprendemos dichas situaciones en el momento en que ocurren.

Hoy, debido a toda las cosas equivocadas que he vivido en el pasado, cuando intentaba llenar mis carencias, percibo que, en todo, estaban presentes las manos misericordiosas de Dios. Quizá, si no hubiera pasado por tantos sufrimientos no habría conocido el amor de Dios, no lo amaría tanto y, consecuentemente no sería capaz de entregarle mi vida, renunciando a estar junto a mi familia, en mi hogar, renunciando a mis estudios para ser lo que soy ahora: una misionera feliz y realizada al servicio de la evangelización para, muchas veces, olvidar mis problemas, abandonarlos en las manos del Señor, cuidando de aquellos que necesitan de ayuda mucho más que yo misma.

Mi deseo más grande es ser cada día la "Ana que Dios quiere" que yo sea. La Ana imaginada y soñada en Su corazón desde siempre.

Te invito a hacer esta experiencia también: renunciar a las situaciones de pecado y a encontrarte con Dios. ¿Cómo? Podemos comenzar con una buena confesión de nuestros pecados.

Desea ser el (la) ... (di tu nombre) soñado(a) por Dios. No quieras ser lo que simplemente quieres. Así, no llegarás a ningún lugar, jamás.

"Yo quiero amar, quiero ser, aquello que Dios quiere. Solo no puedo más vivir" (Cosme, cantautor católico)

No dejes que los sueños de Dios mueran en ti. El encuentro será lindo, ¡basta desear y dar pasos concretos para que esta búsqueda se concretice!

Estoy rezando por ti.
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Fuente; Comunidad Canción Nueva