Elige tu idioma

Síguenos en el canal de Camino Católico en WhatsApp para no perderte nada pinchando en la imagen:

domingo, 13 de octubre de 2024

Papa Francisco en el Ángelus, 13-10-2024: «La verdadera riqueza es ser mirados con amor por el Señor amarnos entre nosotros haciendo de nuestra vida un don para los demás»

 * «Por eso, Jesús nos invita a ‘arriesgarnos a amar’: vender todo para darlo a los pobres, que significa despojarnos de nosotros mismos y de nuestras falsas seguridades, prestando atención a quien está necesitado y compartiendo nuestros bienes, no solo las cosas, sino lo que somos: nuestros talentos, nuestra amistad, nuestro tiempo…»

    

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «Expreso mi cercanía a todas las poblaciones afectadas en Palestina, en Israel y en Líbano, donde pido que se respete a las fuerzas de paz de las Naciones Unidas. Rezo por todas las víctimas, por los desplazados, por los rehenes, que espero sean liberados cuanto antes, y deseo que este gran sufrimiento innecesario, engendrado por el odio y la venganza, llegue pronto a su fin. Hago un llamamiento para que no se deje morir de frío a los ucranianos y para que cesen los ataques aéreos contra la población civil, que es siempre la más afectada. ¡Basta de matar inocentes! Sigo la dramática situación de Haití, donde continúa la violencia contra la población, que se ve forzada a huir de sus casas buscando seguridad en otros lugares, dentro y fuera del país. No olvidemos nunca a nuestros hermanos y hermanas haitianos. Pido a todos que recen para que cese toda forma de violencia» 

13 de octubre de 2024.- (Camino Católico)   El Papa Franciscoha  asegurado que “la verdadera riqueza no son los bienes de este mundo sino que es ser amados por Dios y aprender a amar como Él… La verdadera riqueza es que Él nos mire con amor, como hace Jesús con aquel hombre, y amarnos entre nosotros haciendo de nuestra vida un don para los demás Jesús nos invita a arriesgarnos, a arriesgarnos a amar: vender todo para darlo a los pobres”. Así lo ha dicho el Santo Padre a los fieles congregados este domingo 13 de octubre en la Plaza de San Pedro para el rezo del Ángelus.

Esto, ha explicado, “significa despojarnos de nosotros mismos y de nuestras falsas seguridades, prestando atención a quien está necesitado y compartiendo nuestros bienes”, y esto no solamente implica las cosas que tenemos, “sino lo que somos”, como “nuestra amistad, nuestro tiempo”. 

En sus saludos tras el Ángelus, Francisco ha recordado los conflictos en Oriente Medio y Ucrania y ha hecho un llamamiento a la diplomacia y al diálogo. “Rezo por todas las víctimas, por los desplazados, por los rehenes que espero sean liberados inmediatamente, y deseo que este gran inútil sufrimiento generado por odio y venganza termine pronto". También el Pontífice se ha referido a la dramática violencia que asfixia a Haití y obliga a huir a miles de personas y ha llamado a la comunidad internacional para que "siga trabajando por la paz y la reconciliación". En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS


Plaza de San Pedro


Domingo, 13 de octubre de 2024


Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!


El Evangelio de la liturgia de hoy (Mc 10,17-30) nos habla de un hombre rico que corre al encuentro de Jesús y le pregunta: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» (v. 17). Jesús lo invita a dejar todo y a seguirlo, pero el hombre, entristecido, se va, porque -dice el texto- «era muy rico» (v. 23). Cuesta dejarlo todo.


Podemos ver aquí los dos movimientos de este hombre: al principio, corre para ir a ver a Jesús; al final, sin embargo, se va entristecido, se marcha triste. Primero corre al encuentro y luego se va. Detengámonos en esto.


En primer lugar, este hombre va corriendo adonde está Jesús. Es como si algo en su corazón le impulsara: en efecto, a pesar de tener tantas riquezas, se siente insatisfecho, lleva dentro una inquietud, va en busca de una vida plena. Como hacen a menudo los enfermos y los endemoniados (cfr. Mc 3,10; 5,6), en el Evangelio se ve, se postra a los pies del Maestro; es rico, y sin embargo necesita ser sanado. Es rico pero necesita ser sanado. Jesús lo mira con amor (v. 21); luego, le propone una “terapia”: vender todo lo que posee, darlo a los pobres y seguirlo. Pero, en este punto, llega una conclusión inesperada: ¡ese hombre pone cara triste y se va! Tan grande e impetuoso ha sido su deseo de conocer a Jesús, como fría y rápida ha sido su despedida de Él.


También nosotros llevamos en el corazón una necesidad irreprimible de felicidad y de una vida llena de sentido; sin embargo, podemos caer en la ilusión de pensar que la respuesta se encuentra en poseer cosas materiales y en las seguridades terrenas. Jesús, en cambio, quiere llevarnos a la verdad de nuestros deseos y hacer que descubramos que, en realidad, el bien que anhelamos es Dios mismo, su amor por nosotros y la vida eterna que Él y solo Él puede darnos. La verdadera riqueza es ser mirados con amor por el Señor -esta es una gran riqueza-, y, como hace Jesús con aquel hombre, amarnos entre nosotros haciendo de nuestra vida un don para los demás. Hermanos y hermanas, por eso, Jesús nos invita a arriesgar, a “arriesgarnos a amar”: vender todo para darlo a los pobres, que significa despojarnos de nosotros mismos y de nuestras falsas seguridades, prestando atención a quien está necesitado y compartiendo nuestros bienes, no solo las cosas, sino lo que somos: nuestros talentos, nuestra amistad, nuestro tiempo…  


Hermanos y hermanas, aquel hombre rico no quiso arriesgarse, no quiso arriesgarse a amar y se fue con cara triste. ¿Y nosotros? Preguntémonos: ¿a qué está apegado nuestro corazón? ¿Cómo saciamos nuestra hambre de vida y de felicidad? ¿Sabemos compartir con quien es pobre, con quien está en dificultad o necesita un poco de escucha, necesita una sonrisa, una palabra que le ayude a recuperar la esperanza? O necesita que lo escuchen… Recordemos esto: la verdadera riqueza no son los bienes de este mundo, la verdadera riqueza es ser amados por Dios y aprender a amar como Él.


Y ahora pidamos la intercesión de la Virgen María, para que nos ayude a descubrir en Jesús el tesoro de la vida.




Oración del Ángelus:                         


Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.

Et concépit de Spíritu Sancto.

Ave Maria…


Ecce ancílla Dómini.

Fiat mihi secúndum verbum tuum.

Ave Maria…


Et Verbum caro factum est.

Et habitávit in nobis.

Ave Maria…


Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.

Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.


Orémus.

Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,

méntibus nostris infunde;

ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.


Amen.


Gloria Patri… (ter)

Requiem aeternam…


Benedictio Apostolica seu Papalis


Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.

Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,

Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.


Amen.


Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:


Queridos hermanos y hermanas:


Sigo con preocupación lo que está ocurriendo en Oriente Medio y pido, una vez más, un alto el fuego inmediato en todos los frentes. ¡Que se recorran las vías de la diplomacia y el diálogo para obtener la paz!


Expreso mi cercanía a todas las poblaciones afectadas en Palestina, en Israel y en Líbano, donde pido que se respete a las fuerzas de paz de las Naciones Unidas. Rezo por todas las víctimas, por los desplazados, por los rehenes, que espero sean liberados cuanto antes, y deseo que este gran sufrimiento innecesario, engendrado por el odio y la venganza, llegue pronto a su fin.


 Hermanos y hermanas, la guerra es una ilusión, es una derrota, no traerá nunca la paz, no traerá nunca la seguridad, es una derrota para todos, especialmente para quien se cree invencible. ¡Deténganse, por favor!


Hago un llamamiento para que no se deje morir de frío a los ucranianos y para que cesen los ataques aéreos contra la población civil, que es siempre la más afectada. ¡Basta de matar inocentes!


Sigo la dramática situación de Haití, donde continúa la violencia contra la población, que se ve forzada a huir de sus casas buscando seguridad en otros lugares, dentro y fuera del país. No olvidemos nunca a nuestros hermanos y hermanas haitianos. Pido a todos que recen para que cese toda forma de violencia y, con el compromiso de la Comunidad internacional, se siga trabajando para construir la paz y la reconciliación en el país, defendiendo siempre los derechos y la dignidad de todos.


Saludo a los romanos y a los peregrinos de Italia y de muchos países, en especial a la Asociación Milicia de la Inmaculada, fundada por san Maximiliano Kolbe; a las parroquias de Resuttano (Caltanissetta); a los atletas paralímpicos italianos con sus guías y asistentes; y al grupo de Pax Christi International.


Saludo una vez más a los nuevos alumnos del Colegio Urbano, a quienes he recibido esta mañana.


El próximo viernes, 18 de octubre, la Fundación “Ayuda a la Iglesia necesitada” promueve la iniciativa «Un millón de niños rezan el Rosario por la paz en el mundo». ¡Gracias a todos los niños y niñas que participan! Nos unimos a ellos y confiamos a la intercesión de la Virgen -hoy es el aniversario de su última aparición en Fátima- la atormentada Ucrania, Myanmar, Sudán y los demás pueblos que padecen la guerra y cualquier forma de violencia y de miseria.


Saludo a los jóvenes de la Inmaculada, y veo banderas polacas, brasileñas, argentinas, ecuatorianas, francesas… ¡Saludo a todos!


Les deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y ¡hasta pronto!


Francisco


Fotos: Vatican Media, 13-10-2024


Homilía de Mons. Francisco Cerro, Arzobispo de Toledo, y lecturas de la Misa de hoy, XXVIII Domingo de Tiempo Ordinario, 13-10-2024

13 de octubre de 2024.-  (Camino Católico) Homilía de  Mons. Francisco Cerro Chaves, Arzobispo de Toledo, y lecturas de la Misa de hoy, XXVIII Domingo de Tiempo Ordinario, emitida por 13 TV desde la Catedral de Toledo.

Santa Misa de hoy, XXVIII domingo de Tiempo Ordinario, en la catedral de Toledo, 13-10-2024

13 de octubre de 2024.-  (Camino Católico)  Celebración de la Santa Misa de hoy, XXVIII Domingo de Tiempo Ordinario, presidida por Mons. Francisco Cerro Chaves, Arzobispo de Toledo, emitida por 13 TV desde la Catedral de Toledo.

Misterios Gloriosos del Santo Rosario desde el Santuario de Lourdes, 13-10-2024

13 de octubre de 2024.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Gloriosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy domingo, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero.

Palabra de Vida 13/10/2024: «Vende lo que tienes y sígueme» / Por P. Jesús Higueras

Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 13 de octubre de 2024, domingo de la 28ª semana de Tiempo Ordinario, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Marcos 10, 17-30:

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó:

«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».

Jesús le contestó:

«¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».

Él replicó:

«Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».

Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:

«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven sígueme».

A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste, porque era muy rico.

Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:

«¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!»

Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Peros Jesús añadió:

«Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios».

Ellos se espantaron y comentaban:

«Entonces, ¿quién puede salvarse?».

Jesús se les quedó mirando. y les dijo:

«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».

Pedro se puso a decirle:

«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».

Jesús dijo:

«En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más – casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones – y en la edad futura, vida eterna».

Homilía del Evangelio del Domingo: Jesús señala a los ricos una vía de salida de su peligrosa situación: «Acumulaos tesoros en el cielo» / Por Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

* «Muchos –dice Agustín– se afanan en meter su propio dinero bajo tierra, privándose hasta del placer de verlo, a veces durante toda la vida, con tal de saberlo seguro. ¿Por qué no ponerlo nada menos que en el cielo, donde estaría mucho más seguro y donde se volverá a encontrar, un día, para siempre? ¿Cómo hacerlo? Es sencillo, prosigue San Agustín: Dios te ofrece, en los pobres, a los porteadores. Ellos van allí donde tú esperas ir un día. La necesidad de Dios está aquí, en el pobre, y te lo devolverá cuando vayas allí… Existe también el de pagar honestamente los impuestos, crear nuevos puestos de trabajo, dar un salario más generoso a los trabajadores cuando la situación lo permita, poner en marcha empresas locales en los países en vías de desarrollo»

¡Qué difícil es que un rico entre en el Reino de los Cielos!:  Domingo XXVIII del tiempo ordinario – B:

Sabiduría 7, 7-11  /  Salmo  89  /  Hebreos 4, 12-13  /  Marcos 10, 17-30

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap. / Camino Católico.- Una observación preliminar es necesaria para despejar el terreno de posibles equívocos al leer lo que el Evangelio de este domingo dice de la riqueza. Jesús jamás condena la riqueza ni los bienes terrenos por sí mismos. Entre sus amigos está también José de Arimatea, "hombre rico"; Zaqueo es declarado "salvado", aunque retenga para sí la mitad de sus bienes, que, visto el oficio de recaudador de impuestos que desempeñaba, debían ser considerables. Lo que condena es el apego exagerado al dinero y a los bienes, hacer depender de ellos la propia vida y acumular tesoros sólo para uno (Lc 12, 13-21).

La Palabra de Dios llama al apegamiento excesivo al dinero "idolatría" (Col 3, 5; Éf 5, 5). El dinero no es uno de tantos ídolos; es el ídolo por antonomasia. Literalmente "dios de fundición" (Éx 34, 17). Es el anti-dios, porque crea una especie de mundo alternativo, cambia el objeto a las virtudes teologales. Fe, esperanza y caridad ya no se ponen en Dios, sino en el dinero. Se realiza una siniestra inversión de todos los valores. "Nada es imposible para Dios", dice la Escritura, y también: "Todo es posible para quien cree". Pero el mundo dice: "Todo es posible para quien tiene dinero". 

La avaricia, además de la idolatría, es asimismo fuente de infelicidad. El avaro es un hombre infeliz. Desconfiado de todos, se aísla. No tiene afectos, ni siquiera entre los de su misma carne, a quienes ve siempre como aprovechados y quienes, a su vez, alimentan con frecuencia respecto a él un solo deseo de verdad: que muera pronto para heredar sus riquezas. Tenso hasta el espasmo para ahorrar, se niega todo en la vida y así no disfruta ni de este mundo ni de Dios, pues sus renuncias no se hacen por Él. En vez de obtener seguridad y tranquilidad, es un eterno rehén de su dinero. 

Pero Jesús no deja a nadie sin esperanza de salvación, tampoco al rico. Cuando los discípulos, después de lo dicho sobre el camello y el ojo de la aguja, preocupados le preguntaron a Jesús: "Entonces ¿quién podrá salvarse?", Él respondió: "Para los hombres, imposible; pero no para Dios". Dios puede salvar también al rico. La cuestión no es "si el rico se salva" (esto no ha estado jamás en discusión en la tradición cristiana), sino "qué rico se salva". 

Jesús señala a los ricos una vía de salida de su peligrosa situación: "Acumulaos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan" (Mt 6, 20); "Haceos amigos con el dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas" (Lc 16, 9).

¡Se diría que Jesús aconseja a los ricos transferir su capital al exterior! Pero no a Suiza, ¡al cielo! Muchos –dice Agustín– se afanan en meter su propio dinero bajo tierra, privándose hasta del placer de verlo, a veces durante toda la vida, con tal de saberlo seguro. ¿Por qué no ponerlo nada menos que en el cielo, donde estaría mucho más seguro y donde se volverá a encontrar, un día, para siempre? ¿Cómo hacerlo? Es sencillo, prosigue San Agustín: Dios te ofrece, en los pobres, a los porteadores. Ellos van allí donde tú esperas ir un día. La necesidad de Dios está aquí, en el pobre, y te lo devolverá cuando vayas allí. 

Pero está claro que la limosna de calderilla y la beneficencia ya no es hoy el único modo de emplear la riqueza para el bien común, ni probablemente el más recomendable. Existe también el de pagar honestamente los impuestos, crear nuevos puestos de trabajo, dar un salario más generoso a los trabajadores cuando la situación lo permita, poner en marcha empresas locales en los países en vías de desarrollo. En resumen, poner a rendir el dinero, hacerlo fluir. Ser canales que hacen circular el agua, no lagos artificiales que la retienen sólo para sí.

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

Evangelio

En aquel tiempo, cuando Jesús se ponía en camino, uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: 

«Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?». 

Jesús le dijo: 

«¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». 

Él, entonces, le dijo: 

«Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». 

Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: 

«Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme».

Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: 

«¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». 

Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: 

«¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja que un rico entre en el Reino de Dios». 

Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros:

«Y ¿quién se podrá salvar?». 

Jesús, mirándolos fijamente, dice: 

«Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios». 

Pedro se puso a decirle: 

«Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». 

Jesús dijo: 

«Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna».

Marcos 10, 17-30

Homilía del Evangelio del Domingo: Ser creyente supone estar dispuesto a renunciar a nuestros planes y proyectos para acoger la voluntad de Dios / Por P. José María Prats

* «Hemos de aprender a discernir y amar nuestra vocación, lo que Dios quiere que seamos y hagamos como miembros de su pueblo. Y ello sin caer nunca en la tentación de compararnos con los demás: Dios, en su amor inmenso hacia todos los hombres, ama y conduce a cada uno por un camino distinto. A uno lo llena de riquezas para que organice la vida económica en favor de los demás, a otro le da sabiduría para que guíe a sus hermanos, a otro lo purifica con dificultades y penurias. Lo importante es saber descubrir el amor de Dios en todo lo que vivimos»

  Domingo XXVIII del tiempo ordinario – B:

Sabiduría 7, 7-11  /  Salmo  89  /  Hebreos 4, 12-13  /  Marcos 10, 17-30

P. José María Prats / Camino Católico.-  Este pasaje del hombre rico nos invita a revisar nuestra actitud fundamental ante la vida y nuestra relación con Dios, porque en mayor o menor medida todos participamos de la forma de sentir, pensar y actuar de este hombre rico.

Fijaos que este hombre era, en principio, una buena persona: reconocía la autoridad de Jesús, cumplía los mandamientos desde su juventud y estaba preocupado por heredar la vida eterna.

Sin embargo, el evangelio nos hace ver que no era un verdadero creyente porque no confiaba en Dios, no se atrevía a abandonarse en sus manos. Se había cerrado a la voluntad de Dios y pretendía tenerlo todo controlado para que las cosas fueran como él quería. El dinero le permitía llevar siempre a cabo sus deseos y proyectos y garantizar su bienestar material, al que no estaba dispuesto a renunciar por nada. Por otra parte, era consciente de que la vida en este mundo se acaba y quería garantizar también su bienestar en el más allá. De ahí su empeño en cumplir los mandamientos, como si con ello pudiera exigir a Dios la vida eterna. Pero para asegurarlo todo aún más, va a ver a Jesús para que le confirme que está en el buen camino. Y Jesús le desmonta la película por completo.

Y es que ser creyente supone bastante más que cumplir los mandamientos: supone estar dispuesto a renunciar a nuestros planes y proyectos para acoger la voluntad de Dios, sus designios para nuestra vida. El Señor lo dice muy claramente en el evangelio: «el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,35). Jesús se da cuenta de que el dinero está impidiendo a este hombre abrirse a la voluntad de Dios y por ello le dice: quita de en medio este obstáculo que te separa de mí, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres y luego sígueme.

Y a este hombre le ocurrió lo que nos puede ocurrir también a nosotros: pensó que el designio de Dios para su vida que Jesús le estaba manifestando no coincidía con sus intereses. Si se desprendía de sus bienes ¿cómo iba a garantizar su bienestar? ¿cómo se defendería ante las adversidades de la vida? ¿cómo realizaría sus sueños y sus ilusiones? Creyó que la propuesta de Jesús le llevaba a la muerte cuando en realidad le llevaba a la vida, a la sanación de todo su ser.

Tenemos que convencernos de una cosa: de que nos realizamos como personas en la medida en que acogemos los designios de Dios para nuestra vida, sean los que sean. Espontáneamente deseamos seguridad, salud, bienestar, reconocimiento social, control de nuestra vida, pero Dios puede pedirnos que recorramos los caminos de la precariedad, la humillación y las dificultades de todo tipo para enseñarnos a ser humildes, a amar y a confiar en Él. Y ante esta situación existe el peligro de reaccionar como el hombre rico, que se alejó de Jesús lleno de pesar.

Hemos de aprender a discernir y amar nuestra vocación, lo que Dios quiere que seamos y hagamos como miembros de su pueblo. Y ello sin caer nunca en la tentación de compararnos con los demás: Dios, en su amor inmenso hacia todos los hombres, ama y conduce a cada uno por un camino distinto. A uno lo llena de riquezas para que organice la vida económica en favor de los demás, a otro le da sabiduría para que guíe a sus hermanos, a otro lo purifica con dificultades y penurias. Lo importante es saber descubrir el amor de Dios en todo lo que vivimos.

El hombre rico manejaba dinero y probablemente se consideraba un buen inversor. Jesús dice en el evangelio que era un pésimo negociante. ¿Qué rentabilidad obtenía de sus bienes? ¿el 10%? Si hubiera seguido a Jesús hubiera obtenido mil veces más: el ciento por uno, es decir, una vida plena, colmada por el amor de los hermanos y la ternura de Dios; y en la edad futura, la vida eterna que tanto ansiaba.

El Señor hoy, pues, nos invita a convertirnos en negociantes audaces acogiendo con amor y confianza lo que Él, en su infinita misericordia, quiere de cada uno de nosotros: éste es el camino de la santidad, la alegría y la paz. Os recomiendo, para avanzar en este camino, que recéis con frecuencia una oración muy breve y muy profunda: Señor, concédeme sabiduría para conocer tu voluntad y fortaleza para cumplirla.

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, cuando Jesús se ponía en camino, uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: 

«Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?». 

Jesús le dijo: 

«¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». 

Él, entonces, le dijo: 

«Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». 

Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: 

«Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme».

Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: 

«¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». 

Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: 

«¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja que un rico entre en el Reino de Dios». 

Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros:

«Y ¿quién se podrá salvar?». 

Jesús, mirándolos fijamente, dice: 

«Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios». 

Pedro se puso a decirle: 

«Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». 

Jesús dijo: 

«Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna».

Marcos 10, 17-30

«Dios lo puede todo», esto es Palabra de Dios, pues si lo sabes, confía / Por P. Carlos García Malo

 


sábado, 12 de octubre de 2024

Juan XXIII: El Papa de la paz, película de TV del año 2002

Año: 2002  –  Duración: 180 min. – País: Italia

Dirección: Giorgio Capitani

Guion: Massimo Cerofolini, Francesco Scardamaglia (Historia: Giancarlo Zizola)

Música: Marco Frisina – Fotografía: Luigi Kuveiller

Reparto: Ed Asner, Massimo Ghini, Claude Rich, Michael Mendl, Franco Interlenghi, Sydne Rome, Jacques Sernas, Roberto Accornero, Paolo Gasparini

Productora: Coproducción Italia-Alemania

Género: Drama | Biográfico. Religión. Telefilm

Sinopsis:

En 1958, tras la muerte de Pío XII, el anciano Cardenal Angelo Roncalli, Patriarca de Venecia, viaja a Roma para participar en el cónclave que debe elegir al nuevo Papa, cónclave dominado por toda clase de maniobras políticas. En efecto, una vez en el Vaticano, Roncalli asiste atónito al enconado enfrentamiento entre las distintas facciones eclesiásticas. Durante el cónclave se van desvelando aspectos extraordinarios del pasado del viejo cardenal: su apoyo espiritual y económico a un grupo de trabajadores en huelga, cuando todavía era un joven sacerdote; su ayuda a los cristianos ortodoxos de Bulgaria, cuando estuvo destinado en ese país; sus hábiles negociaciones con el embajador nazi de Estambul para salvar un tren de prisioneros judíos, cuando era diplomático del Vaticano en Turquía; sus finas dotes diplomáticas para evitar que De Gaulle repudiase a treinta obispos que habían apoyado el régimen de Vichy. Hubo que llegar a la undécima votación para que hubiera «fumata bianca»: el elegido, contra todo pronóstico, fue Roncalli, que tomó el nombre de Juan XXIII.


Homilía de Mons. Florencio Roselló, arzobispo de Pamplona, y lecturas de la Misa de hoy, sábado, la Virgen del Pilar, 12-10-2024

12 de octubre de 2024.-  (Camino Católico)  Homilía de Mons. Florencio Roselló, arzobispo de Pamplona, y lecturas de la Santa Misa de hoy,  sábado, solemnidad de la Virgen del Pilar, emitida por 13 TV desde la Basílica del Pilar de Zaragoza.