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domingo, 19 de octubre de 2025

Papa León XIV en homilía, 19-10-2025: «Los santos son testigos del amor de Cristo; cuando estamos crucificados por el dolor, Cristo está ya ahí, en la cruz por nosotros y con nosotros; no hay llanto que Dios no consuele»

* «El Señor nos escucha, nos abraza como somos, para hacernos como es Él. En cambio, quien rechaza la misericordia de Dios permanece incapaz de misericordia para con el prójimo. Quien no acoge la paz como un don, no sabrá dar la paz. Cuándo el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe en la providencia de Dios? Es esta fe, precisamente, la que sostiene nuestro compromiso con la justicia, porque creemos que Dios salva al mundo por amor, liberándonos del fatalismo. Por tanto, preguntémonos: cuando escuchamos la llamada de quien está en dificultad, ¿somos testigos del amor del Padre, como Cristo lo ha sido para todos? Él es el humilde que llama a los prepotentes a la conversión, el justo que nos hace justos, como lo atestiguan los nuevos santos de hoy»  

   

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa León XIV 

* «La oración de la Iglesia nos recuerda que Dios hace justicia a todos, entregando su vida por todos. Así, cuando gritamos al Señor: “¿dónde estás?”, transformamos esta invocación en oración, y entonces reconocemos que Dios está ahí donde el inocente sufre. La cruz de Cristo revela la justicia de Dios. Y la justicia de Dios es el perdón. Él ve el mal y lo redime, cargándolo sobre sí» 

19 de octubre de 2025.- (Camino Católico)  “Cuando escuchamos el llamado de quien está en dificultad, ¿somos testigos del amor del Padre, como Cristo lo fue hacia todos? Él es el humilde que llama a los prepotentes a la conversión, el justo que nos hace justos, como atestiguan los nuevos santos de hoy: no héroes ni paladines de algún ideal, sino hombres y mujeres auténticos”.


Así ha subrayado León XIV en su homilía el testimonio que dejan a la Iglesia los siete nuevos santos canonizados este 19 de octubre, durante la Misa presidida por el Pontífice en el atrio de la Basílica de San Pedro: los mártires Pedro To Rot y el obispo Ignacio Choukrallah Maloyan; las religiosas María Troncatti, Vicenza María Poloni y Carmen Rendiles Martínez; y los laicos Bartolo Longo y José Gregorio Hernández Cisneros.



Los rostros de los nuevos santos, representados en los tapices colgados en la fachada de la basílica, miran hacia una Plaza de San Pedro festiva, desbordante de fieles llegados de todo el mundo. Unas 55.000 personas asistieron a la Misa y a la liturgia, en la que el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, acompañado de los postuladores, presentó al Papa los beatos que eran canonizados.



En su homilía, León XIV los recuerda a todos como “fieles amigos de Cristo”. Algunos “son mártires por su fe”, como el arzobispo armenio Ignacio Choukrallah Maloyan y el catequista papú Pedro To Rot; otros “son evangelizadores y misioneras”, como la hermana María Troncatti, salesiana italiana dedicada a las poblaciones del Ecuador; otras “son carismáticas fundadoras”, como la italiana hermana Vicenza María Poloni, que creó el Instituto de las Hermanas de la Misericordia de Verona, y la hermana venezolana Carmen Rendiles Martínez, que estableció la Congregación de las Siervas de Jesús; otros, en cambio, “son benefactores de la humanidad” con un “corazón ardiente de devoción”, como el italiano Bartolo Longo y el venezolano José Gregorio Hernández Cisneros, ambos laicos comprometidos con los más pobres.


Pese a sus distintas historias, épocas y caminos, estos nuevos santos demuestran que “con la gracia de Dios mantuvieron encendida la lámpara de la fe, y más aún, se convirtieron ellos mismos en lámparas capaces de difundir la luz de Cristo”, destacó el Papa. Deseó que su intercesión asista a todos los fieles “en las pruebas” e inspire “en la vocación común a la santidad”. 


Basándose en el ejemplo de los santos que acogieron la gracia de Cristo, León XIV subraya que “cuando estamos crucificados por el dolor y por la violencia, por el odio y por la guerra, Cristo está ya ahí, en la cruz por nosotros y con nosotros. No hay llanto que Dios no consuele, no hay lágrima que esté lejos de su corazón. El Señor nos escucha, nos abraza como somos, para hacernos como es Él. En cambio, quien rechaza la misericordia de Dios permanece incapaz de misericordia para con el prójimo. Quien no acoge la paz como un don, no sabrá dar la paz”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Papa, cuyo texto íntegro es el siguiente:



SANTA MISA Y CANONIZACIÓN DE LOS BEATOS:

- Ignazio Choukrallah Maloyan

- Peter To Rot

- Vincenza Maria Poloni

- Maria del Monte Carmelo Rendiles Martínez

- Maria Troncatti

- José Gregorio Hernández Cisneros

- Bartolo Longo

CAPILLA PAPAL

HOMILÍA DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

Plaza de San Pedro

XXIX domingo del Tiempo Ordinario, 19 de octubre de 2025


Queridos hermanos y hermanas:


La pregunta con la que concluye el Evangelio que hemos proclamado abre nuestra reflexión: «Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (Lc 18,8). Este interrogante nos revela lo más precioso a los ojos de Dios: la fe, es decir, el vínculo de amor entre Dios y el hombre. Precisamente hoy están ante nosotros siete testigos, los nuevos santos y las nuevas santas, que con la gracia de Dios han mantenido encendida la lámpara de la fe, más aún, han sido ellos mismos lámparas capaces de difundir la luz de Cristo.


La fe, comparada con grandes bienes materiales y culturales, científicos y artísticos, sobresale; no porque estos bienes sean despreciables, sino porque sin fe pierden el sentido. La relación con Dios es de máxima importancia porque Él ha creado de la nada todas las cosas, en el principio de los tiempos, y salva de la nada todo aquello que en el tiempo termina. Una tierra sin fe estaría poblada de hijos que viven sin Padre, es decir, de criaturas sin salvación.


Es por eso que Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, se pregunta por la fe: si desapareciese del mundo, ¿qué ocurriría? El cielo y la tierra quedarían como están, pero nuestro corazón carecería de esperanza; la libertad de todos sería derrotada por la muerte; nuestro deseo de vida precipitaría en la nada. Sin fe en Dios, no podemos esperar en la salvación. La pregunta de Jesús nos inquieta, sí, pero sólo si olvidamos que es Él mismo quien la pronuncia. Las palabras del Señor, en efecto, son siempre evangelio, es decir, anuncio gozoso de salvación. Esta salvación es el don de la vida eterna que recibimos del Padre, mediante el Hijo, con la fuerza del Espíritu Santo.


Queridos hermanos y hermanas, precisamente por esto Cristo habla a sus discípulos de la necesidad de «orar siempre sin desanimarse» (Lc 18,1). Así como no nos cansamos de respirar, del mismo modo no nos cansemos de orar. Como la respiración sostiene la vida del cuerpo, así la oración sostiene la vida del alma. La fe, ciertamente, se expresa en la oración y la oración auténtica vive de la fe.


Jesús nos indica este vínculo con una parábola. Un juez permanece sordo ante las persistentes peticiones de una viuda, cuya insistencia lo lleva, finalmente, a actuar. A primera vista, esa tenacidad se nos presenta como un gran ejemplo de esperanza, especialmente en el tiempo de la prueba y la tribulación. La perseverancia de la mujer y el comportamiento del juez, que actúa de mala gana, preparan una pregunta provocadora de Jesús. Dios, el Padre bueno, «¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche?» (Lc 18,7).


Hagamos resonar estas palabras en nuestra conciencia. El Señor nos está preguntando si creemos que Dios es juez justo para todos. El Hijo nos pregunta si creemos que el Padre quiere siempre nuestro bien y la salvación de cada persona. A este propósito, dos tentaciones ponen a prueba nuestra fe. La primera toma fuerza en el escándalo del mal, llevándonos a pensar que Dios no escucha el llanto de los oprimidos ni tiene piedad del dolor inocente. La segunda tentación es la pretensión de que Dios deba actuar como queremos nosotros. Entonces, la oración deja de ser tal para convertirse en una orden, con la cual enseñamos a Dios cómo ser justo y eficaz.


Jesús, testigo perfecto de la confianza filial, nos libra de ambas tentaciones. Él es el inocente, que sobre todo durante su pasión reza así: “Padre, hágase tu voluntad” (cf. Lc 22,42). Son las mismas palabras que el Maestro nos entrega en la oración del Padrenuestro. Pase lo que pase, Jesús se confía como Hijo al Padre; por eso nosotros, como hermanos y hermanas en su nombre, proclamamos: «En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, Padre santo, siempre y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado» (Misal Romano, Plegaria eucarística II, Prefacio).


La oración de la Iglesia nos recuerda que Dios hace justicia a todos, entregando su vida por todos. Así, cuando gritamos al Señor: “¿dónde estás?”, transformamos esta invocación en oración, y entonces reconocemos que Dios está ahí donde el inocente sufre. La cruz de Cristo revela la justicia de Dios. Y la justicia de Dios es el perdón. Él ve el mal y lo redime, cargándolo sobre sí. Cuando estamos crucificados por el dolor y por la violencia, por el odio y por la guerra, Cristo está ya ahí, en la cruz por nosotros y con nosotros. No hay llanto que Dios no consuele, no hay lágrima que esté lejos de su corazón. El Señor nos escucha, nos abraza como somos, para hacernos como es Él. En cambio, quien rechaza la misericordia de Dios permanece incapaz de misericordia para con el prójimo. Quien no acoge la paz como un don, no sabrá dar la paz.


Queridos hermanos y hermanas, ahora comprendemos que las preguntas de Jesús son una enérgica invitación a la esperanza y a la acción. Cuándo el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe en la providencia de Dios? Es esta fe, precisamente, la que sostiene nuestro compromiso con la justicia, porque creemos que Dios salva al mundo por amor, liberándonos del fatalismo. Por tanto, preguntémonos: cuando escuchamos la llamada de quien está en dificultad, ¿somos testigos del amor del Padre, como Cristo lo ha sido para todos? Él es el humilde que llama a los prepotentes a la conversión, el justo que nos hace justos, como lo atestiguan los nuevos santos de hoy. No son héroes, o paladines de un ideal cualquiera, sino hombres y mujeres auténticos.


Estos fieles amigos de Cristo son mártires por su fe, como el obispo Ignacio Choukrallah Maloyan y el catequista Pedro To Rot; son evangelizadores y misioneros como sor María Troncatti; son carismáticas fundadoras, como sor Vicenta María Poloni y sor Carmen Rendiles Martínez; son bienhechores de la humanidad con sus corazones encendidos de devoción, como Bartolo Longo y José Gregorio Hernández Cisneros. Que su intercesión nos asista en las pruebas y su ejemplo nos inspire en la común vocación a la santidad. Mientras peregrinamos hacia esa meta, no nos cansemos de orar, cimentados en lo que hemos aprendido y creemos firmemente (cf. 2 Tm 3,14). De ese modo, la fe en la tierra sostiene la esperanza en el cielo.

PAPA LEÓN XIV





Fotos: Vatican Media, 19-10-2025

Papa León XIV en el Ángelus, 19-10-2025: «La Virgen María y los nuevos santos intercedan por nuestra oración por la paz, en Tierra Santa, en Ucrania y en otros lugares en guerra; que Dios conceda una paz justa y duradera»

19 de octubre de 2025.- (Camino Católico)  Antes de la bendición final de la Misa en la que ha canonizado a siete beatos, el Papa León XIV ha rezado el ángelus dominical, y previamente ha renovado su ferviente llamamiento a la paz manifestando su cercanía a quienes sufren a causa de la violencia, encomendando sus oraciones a la Virgen María y a los nuevos santos: “Encomendemos a la intercesión de la Virgen María y de los nuevos santos nuestra continua oración por la paz, en Tierra Santa, en Ucrania y en otros lugares en guerra. Que Dios conceda a todos los responsables sabiduría y perseverancia para avanzar en la búsqueda de una paz justa y duradera”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente: 

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

  PAPA LEÓN XIV


ÁNGELUS

Plaza de San Pedro

Domingo, 19 de octubre de 2025

Queridos hermanos y hermanas:

¡Saludo de corazón a todos los que han participado en esta celebración, que ha sido una gran fiesta de la santidad!

Agradezco a los cardenales, a los patriarcas y obispos presentes; saludo también con gratitud al presidente de la República Italiana y al presidente del Líbano, así como a las distinguidas delegaciones oficiales, en particular las de Armenia y Venezuela.

Acojo con alegría a las hijas espirituales de las fundadoras hoy canonizadas y a las diversas comunidades y asociaciones inspiradas por los carismas de los nuevos santos. ¡Gracias a todos por su devota participación!

Extiendo mi saludo a los demás peregrinos presentes, en particular a la Hermandad del Señor de los Milagros, que ha celebrado su tradicional procesión.

Hoy es el Día Mundial de las Misiones. Toda la Iglesia es misionera, pero en este día rezamos especialmente por aquellos hombres y mujeres que lo han dejado todo para llevar el Evangelio a quienes no lo conocen. Son misioneros de esperanza entre los pueblos. ¡Que el Señor los bendiga!

Las noticias que nos llegan desde Myanmar son, lamentablemente, dolorosas: informan de continuos enfrentamientos armados y bombardeos aéreos, incluso dirigidos a personas e infraestructuras civiles. Estoy cerca de quienes sufren a causa de la violencia, la inseguridad y tantas dificultades. Renuevo mi sincero llamamiento para que se alcance un alto el fuego inmediato y efectivo. ¡Que los instrumentos de la guerra den paso a los de la paz, a través de un diálogo inclusivo y constructivo!

Encomendemos a la intercesión de la Virgen María y de los nuevos santos nuestra continua oración por la paz, en Tierra Santa, en Ucrania y en otros lugares en guerra. Que Dios conceda a todos los responsables sabiduría y perseverancia para avanzar en la búsqueda de una paz justa y duradera.

Oración del Ángelus:  

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.

Et concépit de Spíritu Sancto.

Ave Maria…


Ecce ancílla Dómini.

Fiat mihi secúndum verbum tuum.

Ave Maria…



Et Verbum caro factum est.

Et habitávit in nobis.

Ave Maria…


Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.

Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.


Orémus.

Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,

méntibus nostris infunde;

ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.


Amen.


Gloria Patri… (ter)

Requiem aeternam…


Benedictio Apostolica seu Papalis


Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.

Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,

Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.


Amen.



Papa León XIV





Fotos: Vatican Media, 19-10-2025

Santa Misa, presidida por el Papa León XIV, de hoy, domingo, con la canonización de 7 beatos, 19-10-2025

19 de octubre de 2025.- (Camino Católico) Ante 55.000 fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV ha presidido esta mañana la Santa Misa del XXIX domingo del Tiempo Ordinario en la que ha canonizado a siete beatos: Ignazio Choukrallah Maloyan,  Peter To Rot, Vincenza Maria Poloni, Maria del Monte Carmelo Rendiles Martínez, María Troncatti, José Gregorio Hernández Cisneros y Bartolo Longo. Antes de la bendición final de la Eucaristía, el Santo Padre ha rezado el Ángelus. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración.


En su homilía, el Pontífice ha destacado la importancia de la oración y de la fe para vivir y actuar en la esperanza de la providencia de Dios: “Cuando escuchamos el llamado de quien está en dificultad, ¿somos testigos del amor del Padre, como Cristo lo fue hacia todos? Él es el humilde que llama a los prepotentes a la conversión, el justo que nos hace justos, como atestiguan los nuevos santos de hoy: no héroes ni paladines de algún ideal, sino hombres y mujeres auténticos”.


Homilía de Mons. Enrique Benavent, arzobispo de Valencia, y lecturas de la Misa del Domund de hoy, XXIX Domingo de Tiempo Ordinario, 19-10-2025

19 de octubre de 2025.-  (Camino Católico) Homilía de  Mons. Enrique Benavent, arzobispo de Valencia, y lecturas de la Misa de hoy, XXVI Domingo de Tiempo Ordinario, emitida por 13 TV desde la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria.

Santa Misa del Domund de hoy, XXIX domingo de Tiempo Ordinario, en la Catedral de Valencia, 19-10-2025

19 de octubre de 2025.-  (Camino Católico)  Celebración de la Santa Misa del Domund de hoy, XXIX domingo de Tiempo Ordinario, presidida por Mons. Enrique Benavent, arzobispo de Valencia, emitida por 13 TV desde la Catedral de Valencia.

Misterios Gloriosos del Santo Rosario, desde el Santuario de Lourdes, 19-10-2025

19 de octubre de 2025.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Gloriosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy, domingo, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero. 

Palabra de Vida 19/10/2025: «Dios hará justicia a sus elegidos que claman ante él» / Por P. Jesús Higueras

Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 19 de octubre de 2025, domingo de la 29ª semana de Tiempo Ordinario, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Lucas 18, 1-8:

En aquel tiempo, Jesús, decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle:

“Hazme justicia frente a mi adversario”.

Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo:

“Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».

Y el Señor añadió:

«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante el día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

Homilía del evangelio del domingo: Orar siempre sin desfallecer / Por P. José María Prats

* «La oración actualiza en cada momento la íntima comunión con Cristo establecida en la eucaristía y sin ella la vida espiritual desaparece… La llamada oración del corazón u oración de Jesús repite incesantemente la oración de los ciegos del evangelio: ‘Señor Jesús, ten piedad de mí’. El nombre de Jesús invocado sin cesar como salvador en el corazón del orante actúa como cargas de profundidad que destruyen todo poder enemigo, disipan toda tiniebla y transfiguran a la persona»

Domingo XXIX del tiempo ordinario - C

Éxodo 17, 8-13 / Salmo 120 / 2 Timoteo 3, 14-4,2 / San Lucas 18, 1-8 


P. José María Prats / Camino Católico.-  Las lecturas de hoy nos hablan de la importancia de la perseverancia en la oración. La primera lectura cuenta cómo cuando Moisés mantenía las manos alzadas en oración en la cima del monte Sinaí, Israel vencía en la batalla contra los amalecitas y cuando, cansado, las bajaba, vencían sus enemigos. La interpretación espiritual de este pasaje es evidente: las fuerzas del mal –nuestros enemigos– son muy superiores a nosotros y sólo podemos vencerlas invocando incesantemente el auxilio del Señor, que es la única fuerza que está por encima de ellas.

El evangelio vuelve a insistir en la importancia de la perseverancia: «pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?». La clave está en el «día y noche», en la constancia.

La comparación con la fisiología humana nos puede ayudar a entender el papel de la oración en la vida espiritual. La energía que necesita nuestro cuerpo para realizar sus funciones está contenida en los alimentos que tomamos, pero se libera en cada momento por la combustión que se realiza en la respiración. Por mucho que hayamos comido, si dejamos de respirar nos quedamos sin energía y perecemos. De modo análogo, el alimento que sostiene la vida espiritual es la eucaristía y su energía se libera por la oración. La oración actualiza en cada momento la íntima comunión con Cristo establecida en la eucaristía y sin ella la vida espiritual desaparece.

La tradición monástica, muy especialmente, se hizo eco desde el principio de esta invitación del Señor a «orar siempre sin desfallecer». Los monjes no sólo rezaban las horas canónicas, sino que cuando salían a trabajar tomaban algún versículo de los Salmos o de otros libros de la Escritura y lo iban repitiendo sin cesar introduciendo así el poder transformador de la Palabra de Dios en su corazón. Este espíritu se desarrolló especialmente en la tradición hesicasta del monaquismo oriental con la llamada oración del corazón u oración de Jesús, que repite incesantemente la oración de los ciegos del evangelio: «Señor Jesús, ten piedad de mí». El nombre de Jesús invocado sin cesar como salvador en el corazón del orante actúa como cargas de profundidad que destruyen todo poder enemigo, disipan toda tiniebla y transfiguran a la persona. Algunos monjes orientales dicen haber recibido el don de la oración ininterrumpida por el cual esta oración se instala de un modo misterioso en el corazón.

En cualquier caso, esta oración sencilla y meditativa enraizada en la Escritura y en la Tradición de la Iglesia parece especialmente adecuada para estos tiempos tan ajetreados en que andamos tan dispersos, incapaces de recoger nuestra atención. No se trata, pues, de articular largas oraciones, sino de invocar constantemente la presencia del que es la Luz del Mundo para que tome posesión de nuestro corazón, disipe nuestras tinieblas y venza sobre nuestros enemigos como Israel venció sobre los amalecitas en Rafidín gracias a la oración incesante de Moisés.

P. José María Prats


Evangelio:  

En aquel tiempo, Jesús les decía una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer. 

«Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: ‘¡Hazme justicia contra mi adversario!’. Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme’».

Dijo, pues, el Señor: 

«Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?».

San Lucas 18, 1-8

La Escritura inspirada por Dios nos enseña la verdad, nos corrige, nos defiende en la fe y nos educa en la justicia., nos guía hacia una vida conforme al corazón de Dios transformando nuestras acciones y pensamientos / Por P. Carlos García Malo