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miércoles, 21 de mayo de 2008

Adorar a Jesús, es ponerlo en el centro de nuestra vida / Autor: Monseñor Jonas Abib

Sólo ante Jesús podemos sentirnos libres y realizados

En la adoración se encuentra el profundo deseo de, finalmente, librarme de mí mismo, de librarme de las preocupaciones constantes conmigo mismo, de la ansiedad de verlo todo diferente, e inclusive, puedo olvidarme de esa continua lucha por querer cambiar. Olvidándome de mí mismo, me vuelvo plenamente libre, pero preso en las manos de Dios para que Él realice la obra que necesito que realice en mí. Él me conoce.

En ese momento, nada más importa. Los problemas, mi culpa, mi estado mental, nada más importa. Sólo Dios cuenta.

Aceptarse a sí mismo no es algo fácil, es una enorme gracia. Sabemos que necesitamos toda una vida para poder llegar a esta aceptación. Sin embrago, esta gracia se da por medio de la adoración. Cuando Dios me toma para sí y cunado me dejo tomar por Él, soy capaz de aceptarme a mí mismo.

Cuando Dios se acerca tanto a mí hasta el punto en que yo llego a contar sólo con Él, entonces, la proximidad, frecuentemente, tan inoportuna de las personas que desean obtener algo de mi, pierde su importancia, lo mismo ocurre con las preocupaciones y los problemas que me perturban y me roban la paz. Cuando la presencia de Dios se impregna en mi vida, no existe lugar para nada más dentro de mí, nada más tiene poder dentro de mi. El Señor asume el control de mi vida.

Olvidándome de mi mismo, alcanzo la serenidad y cesa el rumor de mis pensamientos y sentimientos, de mi temperamento, de las voces que me acusan. Así, después de una larga búsqueda, podemos encontrar la vía de transformación, o sea, el camino de la conquista de una nueva humanidad.

Sólo encuentra el camino quien se postra delante del misterio. La adoración consiste en postrarse y adentrarse delante del misterio de Dios. Cuando nos postramos delante del misterio de Dios, nuestra alma se calma y sentimos que nuestro deseo más profundo ha sido realizado; sentimos que, finalmente, hemos encontrado aquello delante de lo cual podemos postrarnos.
De hecho, toda su vida el hombre corre buscando a Aquel delante del cual pueda postrarse, Aquel que unifique y armonice todas sus fuerzas y que transforme y satisfaga todos sus deseos y necesidades.

Corramos pues, al encuentro de Aquel, que merece nuestra adoración, el único, Señor de nuestra vida: Jesucristo!
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Que se haga tu voluntad, Señor

Jesús tiene total confianza en Dios Padre en todos los momentos. Su Padre puede todo. Cristo quiere que ante todos los problemas tengamos la misma confianza en Dios. El Padre nos cuida. Pero si Él no nos atiende de forma y en la hora que queremos, infelizmente, nosotros nos decepcionamos y ya abandonamos las cosas de Dios.

En San Mateo 26, 39: “Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: Padre mío, si es posible que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú”; cuando Jesús vio lo que le iba a suceder: la prisión, el juicio y la muerte, se entrega totalmente al Padre.

Así, también, hermanos, nosotros necesitamos aprender y confiar que Dios puede todo y que es el Señor de todo: Señor de la salud y de la enfermedad, de la vida y de la muerte, del empleo y del desempleo… No podemos querer imponer las cosas al Señor. Por eso, así como Jesús dijo, debemos decir: “retira de mí esta situación, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú, Padre estoy en tus manos”.

Tú que rezas por tu casamiento hace falta que digas: “Padre, te agradezco por mi matrimonio, pero que se haga lo que tú quieras”. Hace falta que te entregues y entregues todas toda la situación al Señor.

Muchas cosas no dependen apenas de Dios, sino de ti o de la situación, por eso tú estás rezando. El señor nos creó libres, pero, al mismo tiempo hace falta expresarle nuestra profunda entrega.

Que se haga tu voluntad, Señor.

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Fuente: Comunidad Canción Nueva

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