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jueves, 22 de mayo de 2008

Olvídate de ti mismo / Autores: Conchi y Arturo

"Sed prudentes y manteneos despiertos, porque vuestro enemigo el diablo, como un león rugiente, anda buscando a quien devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que en todas partes del mundo vuestros hermanos soportan los mismos sufrimientos. Pero después que hayáis sufrido por un poco de tiempo, Dios os hará perfectos, firmes, fuertes y seguros. Él es el mismo Dios que en su gran amor nos ha llamado a tener parte en su gloria eterna en unión con Jesucristo. A él sea el poder para siempre. Amén." (1 Pedro 5, 8-11)

Demasiadas veces nos autocomplacemos justificando que el mal es un misterio que no puede explicarse. El pecado original fue la puerta para que el maligno se convirtiera en el principe de este mundo. Por lo tanto, todos como pecadores estamos siempre expuestos a ser instrumentos para dañar a los demás profundamente si no permanecemos vigilantes y perseverantes en oración ante el Señor para que el Espíritu Santo nos defienda y guie nuestros pasos.

Cuando obramos el mal sin que nadie lo sepa o lo sospeche, maquinando en nuestro corazón cómo conseguir determinados objetivos, estamos abriendo la puerta para "ser devorados por el diablo" como dice la 1 Pedro. Aparentemente, a los ojos de los demás quizás estemos actuando inteligentemente cuando nos
proponemos para hacer alguna actividad o trabajo, sirviéndonos de lo mal que lo hace otra persona y queriendo marginarla, desacreditarla. Quizás conseguiremos nuestro objetivo, pero el maligno empezará a devorar lentamente en nuestro interior la vida de Dios, la luz, la verdad, el amor.

El acecho en la oscuridad

Se habla mucho de satanás repecto a actos ocultistas, cuando hay posesión, se hacen brujerías, tarots, misas negras, ouijas, espiritismos, magías, adivinaciones... Y es verdad, en esos casos hay que tener cuidado. En nuestro blog hablamos abiertamente de esos temas. La sabiduría de Dios nos enseña que nadie está exento de ser embestido por el maligno en su vida de forma sutil y sin tener conciencia inmediata de ello. Es ahí donde nuestra humildad diaria de perseverar reconociendo nuestras faltas y pidiendo a Dios que nos haga caminar en su luz serán los únicos antídotos y salvavidas eficaces que nos podrán rescatar de ser heridos y paralizados en nuestra vida profunda.

Jesús en respuesta a sus díscipulos les enseñó a orar diciendo: "Y líbranos del mal". Sólo si Cristo es nuestro pastor seremos preservados del mal o rescatados de él. Tenemos tendencía a minimizar toda nuestra debilidad real. Nos cuesta asumir que el diablo desea que hagamos muchas cosas y que su objetivo es sólo uno: paralizar y matar la vida de Dios en nosotros. Si pudiera nos asesinaría físicamente, pero como en muchas ocasiones le es imposible, lo que pretende es tenernos muy ocupados, que nos consideremos importantes e imprescindibles en la familia, en el trabajo, en las relaciones sociales y que no tengamos tiempo para estar con el único que puede llenar nuestra vida de sentido: Dios.

El orgullo y el egoísmo se suele decir que son por naturaleza inherentes al ser humano, pero se omite que lo son por el pecado. El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios con la única misión de Amar. Dios es Amor. Y nuestra vida debe ser construida sobre el amor de Dios. Si Él no nos enseña a Amar nosotros no sabemos. El orgullo y el egoísmo nunca han formado parte del plan original de Dios para el hombre. En los versículos precendentes del texto de 1 Pedro que hemos leído al principio se habla de esta cuestión con claridad antes de advertirnos que seamos prudentes:

“Dios se opone a los orgullosos,
pero ayuda con su bondad a los humildes.
Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os enaltezca a su debido tiempo. Dejad todas vuestras preocupaciones a Dios, porque él se preocupa de vosotros." ( 1 Pedro 5, 5-7)


Escuchar la Palabra de Dios es lo único que nos da la vida y hace crecer espiritual y humanamente. Jesús en una discusión con los judios les contesta y explica con claridad la forma de actuar del maligno. Lo encontramos en Juan 8, 42-47:

"–Si Dios fuese de veras vuestro padre, me amaríais, porque yo, que estoy aquí, vengo de Dios. No he venido por mi propia cuenta, sino que Dios me ha enviado. ¿Por qué no podéis entender mi mensaje? Porque no queréis escuchar mi palabra. Vuestro padre es el diablo:v vosotros le pertenecéis, y tratáis de hacer lo que él quiere. Desde el principio, el diablo ha sido un asesino; jamás se ha basado en la verdad, porque la verdad no está en él. Cuando miente, habla como lo que es: mentiroso y padre de la mentira. En cambio a mí, que digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros puede demostrar que he cometido pecado? Y si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? El que es de Dios escucha las palabras de Dios, pero vosotros no queréis escuchar porque no sois de Dios. "

Cada vez que no escuchamos al Señor dejamos de ser prudentes y damos campo al diablo para actuar de forma solapada. Si precisamos de Dios sólo para recitar oraciones y cumplir con preceptos estamos atrapados como los fariseos en el cumplimiento de la ley, pero desposeídos de la esencia de la vida que es dejarse enseñar por Dios para saber amar siempre, en toda situación. Incluso perseverando el príncipe de este mundo intentará cegarnos. El Espíritu Santo quiere enseñarnos a hacerle frente cuando se nos presenta revestido de ángel de luz. ¿Cuantas veces dejamos de clamar: habla Señor que tu siervo escucha? Dios quiere que tengamos a todas horas oidos de díscipulos para aprender de Él. Jesús siempre escuchó a su Padre. Todos los días. Para que nuestra fe sea plasmada en obras necesitamos beber el Agua viva que quita toda sed para que de nosotros manen rios para los demás que los llene de fortaleza, paz, vida, luz y los conduzcan a poner su mirada únicamente en Dios.

Dame tu vida, que soy pobre, Señor

No se trata de ver detrás de cada acto al diablo, pero si de ser conscientes de nuestra necesidad de abandono y dependencia total de Dios. San Pablo lo describe con precisión en Romanos 7, 14-25:

"Sabemos que la ley es espiritual, pero yo, en mi condición humana, estoy vendido como esclavo al pecado. No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino que precisamente aquello que odio es lo que hago. Pero si lo que hago es lo que no quiero hacer, reconozco con ello que la ley es buena. Pero en este caso ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí. Porque yo sé que en mí, es decir, en mi débil condición humana, no habita el bien; por eso, aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. No hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero. Ahora bien, si lo que no quiero hacer es lo que hago, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí.

Me doy cuenta de que, aun queriendo hacer lo bueno, solo encuentro lo malo a mi alcance. En mi interior me agrada la ley de Dios; pero veo en mí otra ley, que se opone a mi capacidad de razonar: es la ley del pecado que está en mí y me tiene preso.

¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará del poder de la muerte que está en mi cuerpo? Solamente Dios, a quien doy gracias por medio de nuestro Señor Jesucristo. En conclusión: entiendo que debo someterme a la ley de Dios, pero en lo débil de mi condición humana estoy sometido a la ley del pecado."

En cada acto y decisión nuestra libertad de elegir es lo que nos lleva a hacer el bien o el mal. El libro del Deutoronomio 30, 14-16, lo revela con exactitud:

"Al contrario, el mandamiento está muy cerca de vosotros; está en vuestros labios y en vuestro pensamiento, para que podáis cumplirlo.
Mirad, hoy os doy a elegir entre la vida y el bien, por un lado, y la muerte y el mal por el otro. Si obedecéis lo que hoy os ordeno, y amáis al Señor vuestro Dios, seguís sus caminos y cumplís sus mandamientos, leyes y decretos, viviréis y tendréis muchos hijos, y el Señor vuestro Dios os bendecirá en el país que vais a ocupar."


Nuestra boca habla de lo que hay en el corazón. Satanás intentará siempre que prescindamos de relacionarnos con el Señor de forma profunda, que no le dediquemos tiempo, para que nuestra mente este ocupada por ideas vanas. El primer acto de nuestra libertad diaria consiste en decidir vivir toda la jornada unidos a Cristo resucitado para que ilumine nuestro ser interior. Por eso debemos resevar un tiempo exclusivo para contemplar su mirada y dejarnos penetrar por su sabiduría. Es la única manera de Amar a Dios sobre todas las cosas: convertirlo en el centro real y cotidiano. Por eso Jesús advierte a la gente y a sus díscipulos lo que encontramos en Marcos 7, 14-23:

"–Escuchadme todos y entended:

Nada de lo que entra de fuera puede hacer impuro al hombre. Lo que sale del corazón del hombre es lo que le hace impuro. Cuando Jesús dejó a la gente y entró en casa, sus discípulos le preguntaron sobre esta enseñanza. Él les dijo:

–¿Así que vosotros tampoco lo entendéis? ¿No comprendéis que ninguna cosa que entra de fuera puede hacer impuro al hombre? Porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y después sale del cuerpo.

Con esto quiso decir que todos los alimentos son puros, y añadió:

–Lo que sale del hombre, eso sí le hace impuro. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los asesinatos, los adulterios, la codicia, las maldades, el engaño, los vicios, la envidia, los chismes, el orgullo y la falta de juicio.Todas estas cosas malas salen de dentro y hacen impuro al hombre."


Cuando uno ha aceptado a Cristo como Salvador y Señor de su vida debe tener un solo objetivo: pensar y vivir como Jesús. Eso no es fácil. Si no meditemos lo que le sucedió a Pedro y a los dispículos tal y como se cuenta en Marcos 8, 31-33:

"Comenzó Jesús a enseñarles que el Hijo del hombre tenía que sufrir mucho, y que sería rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Les dijo que lo iban a matar, pero que resucitaría a los tres días. Esto se lo advirtió claramente.

Entonces Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderle. Pero Jesús se volvió, miró a los discípulos y reprendió a Pedro diciéndole:

–¡Apártate de mí, Satanás! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres."

Perder la vida por Cristo

Cristo quiere iluminar la mente de Pedro. Nosotros decidimos si perseveramos poniéndonos a los pies del Señor para que nos haga ver con sus ojos todas las cosas y vacíe de pensamientos vanos la mente. Pedro no es satanás pero sus pensamientos si vienen de él para desviarlo del camino y hacer que no cumpla la voluntad de Dios. Por eso, Jesús proclama con profundidad lo que supone ser discípulo suyo en Marcos, 7, 34-38:

"Luego llamó Jesús a sus discípulos y a la gente, y dijo:

–El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía y del evangelio, la salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? O también, ¿cuánto podrá pagar el hombre por su vida?Pues si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje delante de esta gente infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre y con sus santos ángeles."

Para poder perder la vida por causa del evangelio es imprescindible invocar al Espíritu Santo que mora en nosotros y que nos capacite para ser testigos en todo momento y lugar del Amor del Padre y de Cristo Resucitado. San Pablo lo refleja en Romanos 8, 5-8, 12-17:

"Los que viven conforme a lo débil de la condición humana se preocupan solo de las cosas humanas; pero los que viven conforme al Espíritu se preocupan de las cosas del Espíritu. Ahora bien, preocuparse sólo de lo que es humano lleva a la muerte; en cambio, preocuparse de las cosas del Espíritu lleva a la vida y la paz. Los que se preocupan sólo de las cosas humanas son enemigos de Dios, porque ni quieren ni pueden someterse a su ley. Por eso, los que viven sometidos a los deseos de la débil condición humana no pueden agradar a Dios......

Así pues, hermanos, tenemos un deber, que no es el de vivir conforme a los deseos de la débil condición humana. Porque si vivís conforme a esos deseos, moriréis; pero si los hacéis morir por medio del Espíritu, viviréis.
Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud que os lleve otra vez a tener miedo, sino el Espíritu que os hace hijos de Dios. Por este Espíritu nos dirigimos a Dios, diciendo: “¡Abbá!, ¡Padre!” Este Espíritu es el mismo que se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y por ser sus hijos tendremos también parte en la herencia que Dios nos ha prometido, la cual compartiremos con Cristo, si en verdad sufrimos con él para después estar con él en su gloria."

El apóstol de los gentiles explica en la práctica cómo vivir en Cristo Jesús en Efesios 4, 17-31:
Así pues, en el nombre del Señor os digo y encargo que no viváis más como los paganos, que viven de acuerdo con sus vanos pensamientos y tienen oscurecido el entendimiento. No gozan de la vida que procede de Dios, porque son ignorantes a causa de lo insensible de su corazón. Se han endurecido y se han entregado al vicio, cometiendo sin freno toda clase de acciones impuras. Pero vosotros no conocísteis a Cristo para vivir de ese modo, si es que realmente oísteis acerca de él; esto es, si de Jesús aprendisteis en qué consiste la verdad. En cuanto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos de vuestra vieja naturaleza, que está corrompida por los malos deseos engañosos. Debéis renovaros en vuestra mente y en vuestro espíritu, y revestiros de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se manifiesta en una vida recta y pura, fundada en la verdad.

Por lo tanto no mintáis más, sino que cada uno sea veraz cuando hable con su prójimo, porque todos somos miembros de un mismo cuerpo. Si os enojáis, no pequéis: procurad que el enojo no os dure todo el día. No deis oportunidad al diablo. El que robaba, deje de robar y póngase a trabajar, realizando un buen trabajo con sus manos para que tenga algo que compartir con los necesitados.
No digáis palabras groseras, sino solo palabras buenas y oportunas que ayuden a crecer y traigan bendición a quienes las escuchen. No hagáis entristecer al Espíritu Santo de Dios, con el que habéis sido sellados para distinguiros como propiedad de Dios el día de vuestra liberación definitiva.
Echad fuera de vosotros la amargura, las pasiones, el enojo, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Sed buenos y compasivos unos con otros, y perdonaos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo.

Resurgir de la prueba por la oración

Aun intentando llevar una vida espiritual equilibrada podemos caer presos de la ceguera del espíritu del mundo. No obstante, la constancia y la limpieza de corazón son decisivas para que Dios pueda rescatarnos de una caída acontecida de forma indeseada.

Un matrimonio joven con varios hijos pequeños ha vivido hace unas semanas uno de los golpes más habituales del espíritu del mundo, que la sociedad acepta como normal y fruto de la libertad y el progreso.

Se casaron, vírgenes, comprometidos ambos en un movimiento de la iglesia. Su matrimonio quería ser un canto de alabanza a Dios para siempre, un testimonio vivo de su amor. Eso ha sido durante tiempo. Hace poco, una mujer muy joven y atractiva, que trabajaba con el esposo de éste matrimonio, se separó de su marido. Le sedujo de tal forma que se dispuso a abandonar a su mujer.

La joven esposa acudió al sacerdote de la parroquia donde estaban comprometidos como familia cristiana. El párroco habló con el esposo y se dio cuenta que aquel hombre seguía amando a Dios, a su esposa y a sus hijos, aunque había quedado enamorado y apegado físicamente a la compañera de trabajo. Después de la conversación, el hombre volvió a su casa y decidió marchar. Era un jueves por la noche. La esposa llamó al sacerdote para explicarle que su marido se había ido de casa. El párroco le dijo a la desesperada mujer que había que orar con confianza porque Dios no quería eso y su marido estaba atrapado por una ceguera espiritual reversible.

Cinco días después, el martes, el hombre vuelve al párroco para explicarle lo que le ha sucedido. Cuando llegó a la casa de su compañera de trabajo para quedarse a vivir se sintió muy extraño, como fuera de lugar, pese a eso, el tercer día, el domingo decide ir a buscar todas las cosas a su casa para abandonar el hogar definitivamente. Al llegar al domicilio vió salir a su esposa y a sus hijos y al entrar en la vivienda se sintió conmovido. Se sentó y vió como su mente se iluminaba y se daba cuenta profundamente, que lo que estaba haciendo era un error. Dios mismo le mostró que su felicidad y su amor estaban unidos a su familia. Decidió quedarse para seguir disfrutando de un hogar en el que nunca había habido ningún problema.

Si el deseo profundo de nuestro corazón es vivir unidos a la voluntad de Dios manifestada en Cristo Jesús, no debemos temer a nada ni a nadie. S. Pablo lo confirma en Romanos 8, 35-39:
"¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la muerte violenta...? Como dice la Escritura:
“Por causa tuya estamos siempre expuestos a la muerte;
nos tratan como a ovejas llevadas al matadero.”

Pero en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente ni lo futuro, ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios. ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús, nuestro Señor!"

Oremos con un texto de Marcelo A. Murúa pidiendo que el Espíritu de Dios nos lo enseñe todo:

Danos tu Espíritu
Danos tu Espíritu,
Señor de la Vida.

El Espíritu que nos llena el corazón
para seguir tus pasos y vivir el evangelio.
El Espíritu que guió tu camino,desde la concepción,
llenando la vida de María,tu madre y madre nuestra.
El Espíritu que acompañó tu crecimiento
en estatura, gracia y sabiduría,en los años sencillos de Nazaret.
El Espíritu que te orientó hacia el desierto para meditar el llamado y salir a la predicación.
El Espíritu que te daba fuerzas,aliento y ánimo
para anunciar el Reino y construirlo con gestos de vida solidaria.
El Espíritu que te enseñó a descubrir a Dios en los pobres y sencillos,
y alabar al Padre,como María en el Magnificat.
El Espíritu que te alentó en tu hora
y que pusiste en las manos del Padre,como signo definitivo de tu entrega.
Señor, danos tu Espíritu.
Nos has prometido un compañero,un guía, un defensor, un maestro.
Envía tu Espíritu a nuestras comunidades.
Lo esperamos con ansías, lo buscamos con alegría,
queremos llenarnos de su pasión por la Vida.
Renueva nuestra esperanza,
ayúdanos a caminar en los conflictos,
enséñanos la fidelidad al Evangelio en estos tiempos difíciles.
Queremos construir el Reino,
ofrecer al mundo los frutos de tu presencia.
Dios de la Vida, danos tu Espíritu,
para que nos haga nuevos,
para que nos impulse a la misión,
para que seamos testigos,hermanos y mensajeros.
Para que vivamos en el Espíritu de Jesús
y él nos muestre las huellas del Reino en la sociedad que vivimos.

Sigue orando con este video, pide el Espíritu Santo en cada instante de tu vida

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