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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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miércoles, 21 de mayo de 2008

¿Yo mando en mi corazón? / Autor: Prof. Felipe Aquino

Debo conocerme para poder amar más y mejor.

La gente transforma el amor en egoísmo, porque no tiene el dominio de sí misma. La relación de dos personas, sean amigos, novios o casados, tiene su base en el amor mutuo, que une a los dos y los hace crecer. Sin esto, cualquier relación cae al vacío.

Amar es construir al otro; hacerlo crecer como persona; pero para esto es necesario poseerse; ser señor de sí mismo, porque para amar a alguien es necesario saber renunciarse. Y solamente puede renunciarse quien aprendió a dominarse.

La gente transforma el amor en egoísmo, porque no tiene el dominio de sí misma, por eso no consigue amar. Sepa que la gran crisis del hombre moderno es que, él dominó el macrocosmos de las estrellas y el microcosmos de las bacterias y de los átomos, pero perdió el dominio de sí mismo; por eso no consigue amar de verdad, continua muy egoísta.

Para que puedas amar de verdad, como Dios quiere, es necesario que camines “de pie”, es decir, respetando la primacía de los valores: en cima, el espíritu; abajo el racional y más abajo el físico. Así tendrás el control y el comando de tus actos y de tu vida.

Si tu cuerpo domina tu espíritu, entonces, caminarás de cabeza para bajo. Si no te dominas delante de las fuerzas de los instintos y de las pasiones, entonces, te arrastrarás y no serás capaz de amar.

También podrás dejar de caminar de pie, si la sensibilidad comanda tus actos, y, no el espíritu ni la razón. Claro que la sensibilidad es importantísima; pues es lo que nos diferencia de los animales pero, no puede ser la emperatriz de nuestros actos.

No podemos ser conducidos, sólo, por el "sentir". Si es así, te puede parecer que una persona está correcta sólo porque te es simpática o muy amiga y no porque, de hecho, ella tiene razón.

La sensibilidad está comandando en tu vida cuando cambias la realidad por el sueño, cuando no te aceptas a ti mismo como eres, etc. Para caminar de pie, es necesario que tu espíritu, fortalecido por el Espíritu Santo, comande tu sensibilidad y tu cuerpo.

La sensibilidad es bella y te hace llorar ante el dolor y el sufrimiento del otro, pero necesita ser controlada por el espíritu. Un caballo fogoso puede llevarte muy lejos si tienes firmes sus riendas, pero te puede tirar al suelo si no lo dominas.

Para amar es necesario poseerse; y, para poseerse es preciso ejercitar el amor. Jesús fue el que mejor amó, porque tenía el dominio perfecto de sí mismo. Nunca el egoísmo gritó más alto que el amor dentro de Él. Así también fueron los santos.

Pero hay una cosa que necesitas saber. Sólo con nuestras propias fuerzas no podemos caminar de pie. Jesús avisó que "el espíritu es fuerte, pero la carne es débil". Por lo tanto, necesitas la fuerza de Dios para soportar tu naturaleza fragilizada por el pecado original.

La persona que camina de pie, sabe pensar independientemente de la opinión pública y de la propaganda, sabe ser calma, tranquila y paciente, no se agita y no se desespera, no grita ni pega, vive con sencillez y tiene los pies en la tierra. No desprecia a nadie, sabe valorar a todos, no es vanidosa ni arrogante y no necesita de aplausos para ser feliz. Está siempre lista para aprender y para enseñar, sabe aceptar la opinión de los demás cuando es mejor que la suya, cultiva la verdad, tiene mente adulta y corazón de niño, se conoce y ama a Dios.

En fin, la persona "de pie", es la persona madura, que aprendió a dominarse para poder de hecho amar.

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Fuente: Comunidad Canción Nueva


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