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miércoles, 25 de junio de 2008

Mark Gibson llegó a España para aprender castellano y encontró la fe / Autor: José Antonio Méndez

Mark leyó su oración-testimonioa Jesús Sacramentado, en la celebración del Corpus Christi, en Madrid
«Noviazgo limpio y alegría fueron como un imán»
Hace unos años, un joven norteamericano llegó a nuestro país, como otros muchos, para pasar las vacaciones de verano. Buscaba el sol y aprender español. Sin embargo, se encontró con una persona que le iba a cambiar la vida para siempre

La escena se repite cada verano: un joven estadounidense llega a España en busca del sol, la diversión y alguna que otra clase de castellano. Sin embargo, para Mark Gibson el final de la historia no tiene nada que ver con el de otros muchos turistas que visitan nuestro país. Porque aquí, en España, aquel chico acomodado, volcado en su vida fácil y vacía, encontró a Cristo.

Mark lo recordó ante cientos de personas en la celebración del Corpus Christi, en Madrid: «Antes era un hombre sin religión, que llevaba una vida cómoda, muy cómoda y sin sentido…, una vida vacía. En los Estados Unidos tenía de todo, pero no era feliz». Aquel sinsabor vital le llevó a alzar sus ojos al Cielo, a pesar de no estar ni siquiera bautizado.

«Aunque era un hombre sin fe -recordó Mark-, sabes que un día te pedí: ¡Jesucristo, ayúdame! Luego vine a veranear a España. Quería practicar el castellano y me presentaron a una chica que quería practicar el inglés. Y nada más verla, sentí cómo Tú, Señor, me decías en lo más hondo del alma: Ésta es».

Aquel encuentro contaba con todos los ingredientes para ser un simple amor de verano entre jóvenes. Sin embargo, el estudiante de Ohio se topó con un elemento imprevisto: «Yo me enamoré, pero ella no me lo puso fácil. Cuando vio que me interesaba, me dijo: Mira, yo soy católica. Por eso, si estás buscando a una chica para divertirte una temporada, no cuentes conmigo». Lejos de reírse o desanimarse, Mark se sintió cautivado por la valentía de aquella fe: «Al escucharle decir eso, me enamoré aún más. Me llamaba la atención su coherencia de vida y, sobre todo, su alegría». Hoy, aquella joven es su esposa, la madre de sus dos hijas y la persona por la que encontró a Dios.

Como recordó el día del Corpus, «cuando nos casamos, al comienzo de la Misión Joven, yo no era católico. Ella no me presionó, mi me forzó para que me bautizara, pero el noviazgo limpio que vivimos, el ejemplo de su vida y de su alegría fueron como un imán para mí». Por eso, cuando nació su primera hija volvió a pedir ayuda a Dios, como años atrás lo había hecho en los Estados Unidos, aunque por otro motivo: «Te pedí, Señor -aseguró Mark ante cientos de personas, en Madrid-, que mi hija fuera como su madre. Entonces me hiciste comprender que para que mi hija fuera buena cristiana, debía tener no sólo una madre, sino también un padre cristiano; y que yo debía dar el paso y bautizarme. Es lo que hice, y en la pasada Vigilia Pascual me bautizó el señor cardenal, don Antonio María Rouco».

De este modo, el joven que vino a España buscando la diversión del verano se encontró con un regalo inesperado -la fe en Cristo y en su Iglesia-, por el que da gracias a Dios: «Gracias por los milagros que haces en nuestras vidas; por el regalo de la fe. Gracias por mi mujer, mis dos hijas y todos los hijos que quieras seguir enviándome. Porque Tú, Señor, eres la verdadera alegría de nuestra vida».
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Fuente: Alfa y Omega

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