“He tenido épocas duras en las que no he creído en Dios, o estaba enfadada con Él. Me gusta ir a misa de niños con mis hijos y oír que Dios es mi amigo, y que si no quedo con Él, se enfría la fe, como en cualquier relación. Dios me da fuerza. Cuando pasan cosas malas, o que parecen imposibles de afrontar, al rezar vuelvo a recuperar la energía y la confianza en Él. Rezo las oraciones que me sé y hablo con Él de mis cosas. Lo que sí he cambiado ha sido que, en lugar de pedir y pedir, ahora doy gracias a Dios por lo que tengo. Eso me hace tener una visión más positiva y realista de la vida”

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