* «Mi padre fue el diácono en nuestra ceremonia de convalidación matrimonial, predicó la homilía -haciéndome llorar como un bebé-, ayudó a Jim cuando se confirmó y nos ofreció a los dos la Preciosa Sangre por primera vez. Toda esta redención sucedió cuando cumplíamos nuestro 15º aniversario de boda. ¿No es cierto que Dios es el Padre más amoroso, listo para sanarnos de todas las maneras?»
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