* «Diría que Dios se hartó de mis extravíos, mis luchas, mi egoísmo, y decidió tirar de la manta, sacarme de esa cosa oscura y apestosa en la que estaba. Creo que dos minutos de felicidad con Dios pueden dar luz a los años de oscuridad que tuve que sufrir, la que yo mismo me preparé, y a otros a mi alrededor. Él es mi Padre en el Cielo, sabe lo que necesito, me alimenta y me sostiene. Es bueno ser hijo de un Padre así. No podría pedir más. Su misericordia con nosotros es increíble. Tenemos que darle la oportunidad de que esté presente en nuestras vidas»
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