* «En la cárcel de Parma pasé tres días y tres noches sin comer ni beber. A medida que el efecto de las drogas iba desapareciendo, me daba cuenta de lo que había hecho. Había matado a un hombre y yo también me sentía muerto. Estaba desesperado. No podía hacer otra cosa que dirigirme al Señor. No quería fingir que estaba loco. Quería afrontar mi responsabilidad, consciente de correr el riesgo de una condena muy dura. En la cárcel he encontrado la verdadera libertad, la libertad del espíritu. Y he comprendido que la verdadera cadena perpetua se puede sufrir fuera, cuando se vive sin la luz de Cristo. Estoy vivo, resucitado en Cristo a una vida nueva»
No hay comentarios:
Publicar un comentario