* «Cada vocación es una declaración de amor. Dios, que me ama tanto, me dice: “Yo te digo por dónde te quiero llevar”. Existe un momento concreto del cual recuerdo el día, el lugar, la hora en que experimenté que el Señor me llamaba y me invitaba a seguirle en la vocación sacerdotal. Fue una declaración de amor que se valió de unas determinadas circunstancias concretas: de una familia, de una comunidad, de un grupo juvenil y de un testimonio vocacional de otro seminarista quien al contar su vocación le brillaban los ojos y el semblante de su rostro expresaba inmensa felicidad. Este llamado es, además, una historia de salvación. Para los demás puede parecer quizá una tontería, pero para mí no, porque es el paso de Dios por mi vida»
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