* «Cuando papá se enteró de mi vocación, me echó de casa blasfemando y después de mi ordenación sacerdotal, su actitud fue aún más despiadada… El milagro ocurrió una mañana de enero, salimos del hospital y le acompañé a casa. Papá había comprendido que el tiempo se agotaba, estaba triste y cansado. Le miré fijamente, hablamos durante veinte minutos y empecé a sentir algo desconocido. Por primera vez quise a mi padre y fue sin hacer nada. Papá me devolvió la mirada y por fin me sentí querido por él. Lo miré durante mucho tiempo, ya no sentía odio hacia él, como si todo el mal no hubiera existido. Lo pude ver por primera vez como lo que era, mi padre. Alguien me acarició de repente como el viento cálido del verano: era mi Señor. Sólo he sentido compasión cuando mi padre estaba muriendo, sin mérito la misericordia vino a visitarnos. Papá me pareció tan hermoso como el sol, adorable, porque la misericordia es el milagro de la vista devuelta a un ciego»
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