* «Era una dulzura infinita. Así fue mi encuentro con Dios. Y lo curioso es que yo había tenido siempre el sentimiento de que en mi vida había lo que yo denominaba ‘una estrella’. Fue entonces cuando leí en el Evangelio ese pasaje que dice: ‘Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo’ (Ap 3, 20). Eso me sucedió a mí. Y pensé: ‘Realmente, tú llamabas a la puerta desde el principio’. Así fue. Un hermoso encuentro»
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