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miércoles, 4 de diciembre de 2024

Sergio y Encarna, supervivientes de la Dana: «Con Dios todo es posible. Ante el dolor más horroroso, la oración es el único consuelo. De hecho, estamos seguros de que la oración salva vidas»


Sergio y Encarna estuvieron en grave peligro durante la riada de la DANA

* «La DANA nos ha enseñado a valorar lo importante. ¿De qué sirve la vida si no es para entregarla por los demás y por Cristo? Ahora que lo hemos perdido todo, vemos que sólo tenemos una oportunidad para dar gloria a Dios y llegar al Cielo, que es lo único importante»

Camino Católico.- Sergio y Encarna sobrevivieron milagrosamente a la DANA del 29 de octubre de 2024. Eso sí, de un plumazo perdieron todo lo que tenían, incluida su agencia de peregrinaciones Preferisco il Paradiso. Tienen claro que nada pasa por casualidad, y que Dios y la Virgen están con ellos en este durísimo camino. Un camino también regado de gracias que relatan a Marta Peñalver en la Revista Misión.

A Sergio la Dana lo pilló metido en su furgoneta junto a su cuñado Bosco. Iban a buscar a Idoia, la mujer de Bosco, que estaba embarazada y sola, y el agua había comenzado a entrar en su casa en Alginet (Valencia). Pero nunca llegaron. Una gran ola les arrastró y en cuestión de segundos el coche estaba hundido y ellos nadando contra un mar de agua marrón en la que flotaban coches arrastrados por la riada. 

Sergio logró llamar a su mujer y despedirse de ella. En su mente sólo le tranquilizaba pensar que hacía unos días había hecho una confesión general, “así que pensaba que algo de purgatorio me iba a ahorrar”… Nadó como pudo hasta salir de esa pesadilla y, según cuenta, “salvé milagrosamente la vida escalando unas rocas en plena oscuridad”.  Y no sólo eso, logró sacar a varias personas del agua, entre ellas a su cuñado Bosco, a quien por un momento había dado por muerto. Cuando lograron ponerse a salvo, pasaron la noche en un parque de bomberos donde no dejaron de escuchar sirenas y avisos. 

A la mañana siguiente, Sergio salió a pie por las vías del tren a buscar a su familia. Lo que encontró por el camino era un escenario de película de terror: todo estaba arrasado. Al llegar a su casa golpeó la puerta varias veces… Nadie contestaba. Pasó los momentos más angustiosos de su vida, hasta que la vecina lo escuchó y le explicó que su familia estaba en la gasolinera cercana. Había sido desalojada por la UME.


Así quedó la casa de Sergio y Encarna

Encarna escapó por el tejado

Para Encarna, su mujer, esa tarde de martes transcurría como otra cualquiera. Estaba en casa con sus cinco hijos, de entre 6 años y 11 meses, y con Marina, una señora que les ayuda en casa. Sobre las 7 de la tarde, su marido la llamó para despedirse porque, subido al capó de su furgoneta, estaba seguro de que iba a morir. Ella se quedó en shock, pero no pudo detenerse apenas a pensar porque el agua empezó a entrar en su casa. Cogió a los niños y, al ver que el agua seguía subiendo, decidieron salir al tejado por una pequeña ventana y cruzar a casa de los vecinos.  “Antes de cruzar llamé a un sacerdote amigo, que me dio la bendición y me mandó ángeles para que nos protegieran, y de verdad sentí que ese tejado no lo estaba cruzando sola con mis hijos”. Ahí pasó la noche, sin saber nada de su marido, hasta que el equipo de la UME los trasladó a una gasolinera cercana.

Sergio y Encarna se reencontraron en la gasolinera y rompieron a llorar al comprobar que toda su familia estaba bien. Desde entonces, Dios y la Virgen los sostienen cada día con verdaderas gracias y auténticos milagros que este joven matrimonio de Paiporta relata.

Debajo del cuadro se ve la marca de la altura a que llegó el agua en casa de Sergio y Encarna
- ¿Siempre habéis sido creyentes? 

Encarna: Yo sí. Me he criado en una familia en la que Dios era el centro.

Sergio: Yo no. Me convertí con 18 años. Pidieron monitores para los grupos de la parroquia y yo me ofrecí. El párroco me dijo que tenía que comenzar a ir a misa los domingos, y eso hice. Poco a poco me fui enamorando… Pasaba la semana deseando que llegara el domingo para volver, porque en ese momento estaba tan perdido que no sabía que se podía ir a misa a diario. 

- ¿Cómo era su vida antes de esa conversión? 

Sergio: Con el tiempo he visto que siempre he sido un mimado de la Virgen. Desde pequeño la he sentido cercana, en concreto a la Virgen de los Desamparados. Además, aunque no era creyente, siempre he sido provida y admirador de la labor de la Iglesia. Entonces conocí a mi mujer y me quedé prendado de ella. Desde el principio me dijo que quería ser virgen hasta el matrimonio. Yo pensaba que estaba loca, pero estaba y estoy enamoradísimo de ella, así que tuvimos un noviazgo cristiano. 

- ¿Cómo llegó su conversión?

Sergio: Mi suegro me invitó a conocer a los Heraldos del Evangelio, donde vivimos hoy la fe, y a partir de ahí cambió radicalmente mi vida. Hicimos la consagración de nuestro noviazgo el 7 de octubre de 2014, y el 7 de octubre de 2017 nos casamos. Desde entonces nuestra familia ha sido lo que Dios ha querido. Él nos manda las cruces y las hemos ido aceptando lo mejor posible, como la que estamos viviendo ahora, tras la Dana.

- Y como la cruz que los llevó a dar un vuelco profesional a vuestra vida…

Sergio: Así es. En el embarazo de nuestro tercer hijo me echaron del trabajo y en nuestro corazón empezó a resonar la idea de convertirnos en una familia misionera. No sabíamos cómo, pero sí sabíamos que la Santísima Virgen nos pedía trabajar para dar gloria a Dios y no para el mundo, y vimos que la forma era crear una agencia de peregrinaciones, Preferisco il Paradiso, una iniciativa en la que la Virgen puso hasta el último céntimo. Desde entonces acabamos todos los meses con entre menos 10 céntimos o más 10 céntimos, y eso es una bendición porque nos obliga a confiar en la Divina Providencia. 

- Y ahora más que nunca… 

Sergio: Pues sí. Cuando llegué a mi casa después de la inundación pensé que todo había acabado, pero dentro de la dureza de la situación estamos viendo llegar gracia tras gracia. Al día siguiente de la riada nos ofrecieron casa, coche, ropa y comida en Valencia. Y hasta un local para seguir con la agencia… Hemos podido recuperar milagrosamente las claves que perdimos; y estamos conociendo a gente que admiramos personal y profesionalmente a la que nunca nos habríamos atrevido a contactar porque somos una agencia muy pequeña. Todo esto viene de Dios.

- ¿Qué sentido tiene esta catástrofe?

Encarna: Todo es para volver la vista a Dios, da igual que sea en nuestra casa perfecta o entre el barro, y para dar nuestra vida para poder ir al Cielo.

- ¿Está Dios en medio de esta tragedia?

Sergio: Claro que está. Yo lo veo en muchísimos detalles. Lo primero en cómo nos hemos salvado milagrosamente. Pero también en cuantas personas que están volviendo a rezar.

Encarna: También lo vemos en los sacerdotes, religiosas y jóvenes de todas las parroquias que regresan a casa molidos y al día siguiente vuelven a seguir animando a la gente. Y en los abrazos entre vecinos que antes ni se saludaban. Y por supuesto en la paz con que estamos viviendo esto, eso nos puede venir más que de Dios.

- ¿Notáis la oración de tanta gente que está rezando por vosotros?

Encarna: Se nota muchísimo. Yo me siento sostenida por la oración. Tenemos claro que gracias a ella estamos tan confiados y con tanto desapego de nuestras cosas materiales. 

- ¿Cómo lo han vivido vuestros hijos?

Encarna: De una manera increíble. Normalmente, no te vamos a engañar, son niños bastante pidones. Sin embargo, están aceptando todo: el haber perdido sus cosas, el llevar ropa prestada… Ven la situación y obedecen a la primera sin rechistar… Hoy mi hija de cinco años me ha dicho:  “Mamá, descansa  que ya baño yo a los pequeños”.

- ¿Qué os ha enseñado la DANA?

Encarna: A valorar lo importante. ¿De qué sirve la vida si no es para entregarla por los demás y por Cristo? Ahora que lo hemos perdido todo, vemos que sólo tenemos una oportunidad para dar gloria a Dios y llegar al Cielo, que es lo único importante.

- ¿Hay consuelo en el sufrimiento?

Sergio: Con Dios todo es posible. Ante el dolor más horroroso, la oración es el único consuelo. De hecho, estamos seguros de que la oración salva vidas. 

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