* «Siempre he tenido vocación misionera y mi cariño a los ancianos se debe a que me crie con mi abuelo, por lo que la congregación de las las Hermanitas de los Pobres cumplía todas mis expectativas y siempre he sido muy feliz. Las historias del Señor siempre son bonitas y siempre tienen un porqué y un para qué, aunque a veces no los veamos. Y vivir con Cristo es la felicidad. Uno vive confiado y agarrado de la mano de Dios y de la Santísima Virgen. Más que ir, ellos te llevan… Ponerte de rodillas a lavar los pies de los ancianos es una de las cosas más entrañales que yo he vivido, porque te permite mirar a los ojos de los ancianos, pero desde abajo, y te encuentras con los ojos de Cristo, no con otros»