* «Comencé a ir a la iglesia con un muchacho que era uno de los más malos del barrio. Acababa de salir de la cárcel y, como los muchachos de la Juventud de Acción Católica lo habían visitado cuando él estaba preso, les prometió: “¡Cuando yo salga yo los visito a ustedes!” Y con ese compañero comenzamos a ir a la iglesia… Yo quería más, tenía un hambre horrible por las cosas de Dios... Era como una esponja seca que tenía que empaparse. En cuestión como de dos años yo aprendí más de la fe que en toda mi vida»
«Por lo general, todos éramos católicos por tradición. Tú nacías y eras católico, lo supieras o no lo supieras. Tan pronto como nacías te bautizaban. Te criabas en ese ambiente, pero la formación era bastante pobre. Éramos religiosos más bien por la cultura. Era lo que se esperaba. Había mucho respeto a Dios, a los sacerdotes y a las figuras religiosas, pero el conocimiento de la fe era bastante pobre».