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domingo, 1 de diciembre de 2024

Papa Francisco en el Ángelus, 1-12-2024: «Jesús nos invita a levantar la cabeza, a confiar en su amor que nos quiere salvar y que se hace cercano en cada situación de nuestra existencia, para encontrar la esperanza»

 

* «Es mi esperanza que la espiral de paz que se ha abierto pueda llevar al cese-el-fuego sobre todos los otros frentes, sobre todo en Gaza. Llevo en el corazón la liberación de los israelíes que aún son mantenidos como rehenes, y el acceso de la ayuda humanitaria a la exhausta población palestina. Recemos por Siria, donde lamentablemente se ha vuelto a encender la guerra causando muchas víctimas. Estoy muy cercano a la Iglesia en Siria. ¡Recemos!»

    

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «Expreso mi preocupación, mi dolor, por el conflicto que sigue ensangrentando a la martirizada Ucrania. Asistimos desde hace tres años a una terrible secuencia de muertes, de heridos, de violencia, de destrucción… Los niños, las mujeres, los ancianos, las personas débiles, son las primeras víctimas. La guerra es un horror, la guerra ofende a Dios y a la humanidad, la guerra no ahorra a ninguno, la guerra es siempre una derrota, una derrota para la entera humanidad. Pensemos que el invierno está a la puerta, y amenaza con empeorar las condiciones de millones de desplazados. Serán meses muy duros para ellos. La concomitancia de guerra y frio es trágica. No nos cansemos de rezar por aquella población tan duramente probada y de implorar de Dios el don de la paz»  


1 de diciembre de 2024.- (Camino CatólicoJesús nos invita en cambio a levantar la cabeza, a confiar en su amor que nos quiere salvar y que se hace cercano en cada situación de nuestra existencia, a hacerle espacio para volver a encontrar la esperanza”. Con este mensaje se ha dirigido el Papa Francisco a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro la mañana del 1 de diciembre, para el Ángelus del primer domingo de Adviento.

Largo llamamiento de Francisco al final del Ángelus para que la comunidad internacional trabaje para detener los conflictos. El Pontífice recuerda el ejemplo de Argentina y Chile que con el diálogo evitaron el estallido de la guerra, luego dice alegrarse por el alto el fuego en Líbano, esperando que la tregua se mantenga y se extienda a Gaza donde la población «está agotada». El pensamiento del Papa para Siria, sumida en el caos, y para el pueblo ucraniano. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

 PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS


 I domingo de Adviento


Plaza de San Pedro

1 de diciembre de 2024


¡Queridos hermanos y hermanas, buen domingo!


El Evangelio de la liturgia de hoy (Lc 21,25-28.34-36), primer domingo de Adviento, nos habla de trastornos cósmicos y de angustia y miedo en la humanidad. En este contexto Jesús dirige a sus discípulos una palabra de esperanza: «Tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación» (v. 28). La preocupación del Maestro es que sus corazones no se apesadumbren (cfr v. 34) y que esperen vigilantes la venida del Hijo del hombre.  


La invitación de Jesús es esta: levantar la cabeza hacia lo alto y tener el corazón ligero y despierto. 


En efecto, muchos contemporáneos de Jesús, ante los eventos catastróficos que ven acaecer a su alrededor – persecuciones, conflictos, calamidades naturales –, son embargados por la angustia y creen que está por llegar el fin del mundo. Tienen el corazón pesado por el temor. Pero Jesús quiere liberarlos de las angustias presentes y de las falsas convicciones, indicando cómo estar prevenidos en el corazón, como leer los eventos a partir del proyecto de Dios, que actúa la salvación también dentro de las circunstancias más dramáticas de la historia. Por esto les sugiere dirigir la mirada hacia el Cielo para entender las cosas de la tierra: «levántense y alcen la cabeza» (v. 28). Es bello… «levántense y alcen la cabeza».


Hermanos y hermanas también para nosotros es importante el consejo de Jesús: «Que sus corazones no se apesadumbren (v. 34). Todos nosotros, en tantos momentos de la vida, nos preguntamos: cómo hacer para tener un corazón “ligero”, ¿un corazón despierto,  libre? ¿Un corazón que no se deja aplastar por la tristeza?  La tristeza es fea… Es fea.  De hecho, puede pasar que las ansias, los miedos y los afanes por nuestra vida personal o por todo lo que hoy acontece en el mundo, pesen como rocas sobre nosotros y nos empujen al desánimo. Si las preocupaciones cargan al corazón y nos inducen a encerrarnos en nosotros mismos, Jesús nos invita en cambio a levantar la cabeza, a confiar en su amor que nos quiere salvar y que se hace cercano en cada situación de nuestra existencia, a hacerle espacio para volver a encontrar la esperanza.


Y, entonces, preguntémonos: mi corazón está cargado por el miedo, por las preocupaciones, ¿por las ansias en el futuro? Sé observar los eventos cotidianos y las circunstancias de la historia con los ojos de Dios, en la oración, ¿con un horizonte más amplio? ¿O más bien me dejo tocar por el desánimo? Que este tiempo de Adviento sea una ocasión preciosa para levantar la mirada hacia Él, que aligera el corazón y nos sostiene en el camino.


Ahora invoquemos a la Virgen María, que también en los momentos de prueba ha estado lista a acoger el proyecto de Dios.



Oración del Ángelus:                         


Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.

Et concépit de Spíritu Sancto.

Ave Maria…


Ecce ancílla Dómini.

Fiat mihi secúndum verbum tuum.

Ave Maria…


Et Verbum caro factum est.

Et habitávit in nobis.

Ave Maria…


Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.

Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.


Orémus.

Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,

méntibus nostris infunde;

ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.


Amen.


Gloria Patri… (ter)

Requiem aeternam…


Benedictio Apostolica seu Papalis


Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.

Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,

Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.


Amen.



Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:


¡Queridos hermanos y hermanas!


En los días pasados se ha conmemorado el 40° aniversario del Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile. Con la mediación de la Santa Sede, ello puso fin a una disputa territorial que había llevado a la Argentina y a Chile al borde de la guerra. Esto demuestra que, cuando se renuncia al uso de las armas y se dialoga, se recorre un buen camino.


Me alegro por el cese-al-fuego alcanzado hace unos días en Líbano y auspicio que pueda ser respetado por todas las partes, permitiendo a las poblaciones de las regiones tocadas por el conflicto – sea libanesa que israelí – regresar a sus casas pronto y con seguridad, también con la preciosa ayuda del ejército libanés y de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas. En esta situación, dirijo una invitación a todos los políticos libaneses, para que sea elegido inmediatamente el presidente de la República y las instituciones retomen su normal funcionamiento, para proceder a las reformas necesarias y asegurar al País su papel de ejemplo de convivencia pacífica entre las diferentes religiones. Es mi esperanza que la espiral de paz que se ha abierto pueda llevar al cese-el-fuego sobre todos los otros frentes, sobre todo en Gaza. Llevo en el corazón la liberación de los israelíes que aún son mantenidos como rehenes, y el acceso de la ayuda humanitaria a la exhausta población palestina. Recemos por Siria, donde lamentablemente se ha vuelto a encender la guerra causando muchas víctimas. Estoy muy cercano a la Iglesia en Siria. ¡Recemos!


Expreso mi preocupación, mi dolor, por el conflicto que sigue ensangrentando a la martirizada Ucrania. Asistimos desde hace tres años a una terrible secuencia de muertes, de heridos, de violencia, de destrucción… Los niños, las mujeres, los ancianos, las personas débiles, son las primeras víctimas. La guerra es un horror, la guerra ofende a Dios y a la humanidad, la guerra no ahorra a ninguno, la guerra es siempre una derrota, una derrota para la entera humanidad. Pensemos que el invierno está a la puerta, y amenaza con empeorar las condiciones de millones de desplazados. Serán meses muy duros para ellos. La concomitancia de guerra y frio es trágica. Dirijo, una vez más, mi llamamiento a la comunidad internacional, y a todo hombre y mujer de buena voluntad, para que se esfuercen en todas las formas para detener esta guerra, y para hacer prevalecer el dialogo, la fraternidad, la reconciliación. Que se multiplique a todo nivel un renovado empeño. Y mientras nos preparamos a la Navidad, mientras esperamos el nacimiento del Rey de la paz, se dé una esperanza concreta a estas poblaciones. La búsqueda de la paz es una responsabilidad no de pocos, sino de todos. Si prevalece la indiferencia a los horrores de la guerra, toda, toda la familia humana está derrotada. Toda la familia humana está derrotada. Queridos hermanos y hermanas, no nos cansemos de rezar por aquella población tan duramente probada y de implorar de Dios el don de la paz.  


Saludo con afecto a todos ustedes, fieles de Roma y peregrinos venidos de Italia y de diversos países En particular, saludo a los grupos provenientes de Barcelona, Murcia y Valencia – pensemos en Valencia, cómo está sufriendo… - y de Gerovo en Croacia. Saludo a los fieles de Arco di Trento y a aquellos de Sciacca, y al grupo romano de la Gioventù Ardente Mariana. Y saludo a los chicos dell’Immacolata.


Deseo a todos un buen domingo y buen inicio de Adviento. y por favor no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!


Francisco


Fotos: Vatican Media, 1-12-2024

Homilía del P. Francisco Romero y lecturas de la Misa de hoy, Día Internacional de las Personas con discapacidad, 1-12-2024

1 de diciembre de 2024.- (Camino Católico) Homilía del P. P. Francisco Romero Galván y lecturas de la Santa Misa de hoy, I domingo de Adviento, Día Internacional de las Personas con discapacidad, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid. 

Santa Misa de hoy, Día Internacional de las Personas con discapacidad, 1-12-2024

1 de diciembre de 2024.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, I domingo de Adviento, Día Internacional de las Personas con discapacidad, presidida por el P. Francisco Romero Galván, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Homilía del P. Santiago Martín y lecturas de la Misa de hoy, I domingo de Adviento, 1-12-2024

1 de diciembre de 2024.-  (Camino Católico).- Homilía del P. Santiago Martín, FM, y lecturas de la Santa Misa de hoy, I domingo de Adviento, emitida por Magníficat TV.

Santa Misa de hoy, I domingo de Adviento, 1-12-2024

1 de diciembre de 2024.-  (Camino Católico).- Celebración de la Santa Misa de hoy, I domingo de Adviento, presidida por el P. Santiago Martín, FM, emitida por Magníficat TV.

Misterios Gloriosos del Santo Rosario desde el Santuario de Lourdes, 1-12-2024

1 de diciembre de 2024.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Gloriosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy domingo, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero.

Palabra de Vida 1/12/2024: «Se acerca vuestra liberación» / Por P. Jesús Higueras


Camino Católico
.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 1 de diciembre de 2024, I domingo de Adviento, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Lucas 21, 25-28, 34-36:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.

Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.

Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

Homilía del evangelio del domingo: Nuestra vida no va hacia el vacío, sino hacia un encuentro con aquél que nos ha creado y nos ama más que un padre y una madre / Por Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

* «Jesús está presente en medio de nosotros no sólo en la Eucaristía, en la palabra, en los pobres, en la Iglesia… sino que, por gracia, vive en nuestros corazones y el creyente lo experimenta. La del cristiano no es una espera vacía, un dejar pasar el tiempo. En el Evangelio del domingo Jesús dice también cómo debe ser la espera de los discípulos, cómo deben comportarse entretanto, a fin de no verse sorprendidos: ‘Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida… Estad en vela, pues, orando en todo tiempo…’»

La vida es espera  

Domingo I de Adviento – C

Jeremías 33, 14-16  /  Salmo 24  /  1 Tesalonicenses 3, 12-4,2  /  San Lucas 21, 25-28, 34-36

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap. / Camino Católico.-  El otoño es el tiempo ideal para meditar sobre los temas humanos. Tenemos ante nosotros el espectáculo anual de las hojas que caen de los árboles. Desde siempre se ha visto en él una imagen del destino humano. Una generación viene, una generación se va...

¿Pero es de verdad éste nuestro destino final? ¿Más mísero que el de los árboles? El árbol, después del deshoje, en primavera vuelve a florecer; el hombre en cambio, una vez que ha caído en tierra, ya no ve la luz. Al menos, no la luz de este mundo... Las lecturas del domingo nos ayudan a dar una respuesta a la que es la más angustiosa y la más humana de las cuestiones.

Recuerdo haber visto de niño, en una película o en un tebeo de aventuras, una escena que se me quedó fijada para siempre. Es por la noche y se ha caído un puente del ferrocarril; un tren, ignorante, llega a toda velocidad; el guardavías se pone entre éstas gritando: «¡Detente! ¡Detente!», agitando una linterna para señalar el peligro; pero el maquinista está distraído y no lo ve, y avanza arrastrando el tren al río... No querría cargar las tintas, pero me parece una imagen de nuestra sociedad, que avanza frenéticamente al ritmo de rock ‘n roll, desatendiendo todas las señales de alarma que provienen no sólo de la Iglesia, sino de muchas personas que sienten la responsabilidad del futuro...

Con el primer domingo de Adviento comienza un nuevo año litúrgico. El Evangelio que nos acompañará en el curso de este año, ciclo C, es el de Lucas. La Iglesia acoge la ocasión de estos momentos fuertes, de paso, de un año al otro, de una estación a otra, para invitarnos a detenernos un instante, a observar nuestro rumbo, a plantearnos las preguntas que cuentan: «¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? Y sobre todo, ¿adónde vamos?».

En las lecturas de la Misa dominical, todos los verbos están en futuro. En la primera lectura escuchamos estas palabras de Jeremías: «Mirad que días vienen –oráculo del Señor- en que confirmaré la buena palabra que dije a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella sazón haré brotar para David un Germen justo...».

A esta espera, realizada con la venida del Mesías, el pasaje evangélico le da un horizonte o contenido nuevo, que es el retorno glorioso de Cristo al final de los tiempos. «Las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria».

Son tonos e imágenes apocalípticas, de catástrofe. Sin embargo se trata de un mensaje de consuelo y de esperanza. Nos dicen que no estamos caminando hacia un vacío y un silencio eternos, sino hacia un encuentro, el encuentro con Aquél que nos ha creado y que nos ama más que un padre y una madre. En otro lugar el propio Apocalipsis describe este evento final de la historia como una entrada al banquete nupcial. Basta con recordar la parábola de las diez vírgenes que entran con el esposo en la sala nupcial, o la imagen de Dios que, en el umbral de la otra vida, nos espera para enjugar la última lágrima que penda de nuestros ojos.

Desde el punto de vista cristiano, toda la historia humana es una larga espera. Antes de Cristo se esperaba su venida; después de él se espera su retorno glorioso al final de los tiempos. Precisamente por esto el tiempo de Adviento tiene algo muy importante que decirnos para nuestra vida. Un gran autor español, Calderón de la Barca, escribió un célebre drama titulado La vida es sueño. Con igual verdad se debe decir: ¡la vida es espera! Es interesante que éste sea justamente el tema de una de las obras teatrales más famosas de nuestro tiempo: Esperando a Godot, de Samuel Beckett...

Cuando una mujer está embarazada se dice que «espera» un niño; los despachos de personas importantes tienen «sala de espera». Pensándolo bien, la vida misma es una sala de espera. Nos impacientamos cuando estamos obligados a esperar una visita o una experiencia. Pero ¡ay si dejáramos de esperar algo! Una persona que ya no espera nada de la vida está muerta. La vida es espera, pero es también cierto lo contrario: ¡la espera es vida!

¿Qué diferencia la espera del creyente de cualquier otra espera, por ejemplo, de la espera de los dos personas que aguardan a Godot? Ahí se espera a un misterioso personaje (que después, según algunos, sería precisamente Dios, God, en inglés), pero sin certeza alguna de que llegue de verdad. Debía acudir por la mañana, envía a decir que irá por la tarde; en ese momento dice que no puede ir, pero que lo hará con seguridad por la noche, y por la noche que tal vez irá a la mañana siguiente... Y los dos pobrecillos están condenados a esperarle; no tienen alternativa.

No es así para el cristiano. Éste espera a uno que ya ha venido y que camina a su lado. Por esto, después del primer domingo de Adviento, en el que se presenta el retorno final de Cristo, en los domingos sucesivos escucharemos a Juan Bautista que nos habla de su presencia en medio de nosotros: «¡En medio de vosotros -dice- hay uno a quien no conocéis!». Jesús está presente en medio de nosotros no sólo en la Eucaristía, en la palabra, en los pobres, en la Iglesia... sino que, por gracia, vive en nuestros corazones y el creyente lo experimenta.

La del cristiano no es una espera vacía, un dejar pasar el tiempo. En el Evangelio del domingo Jesús dice también cómo debe ser la espera de los discípulos, cómo deben comportarse entretanto, a fin de no verse sorprendidos: «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida... Estad en vela, pues, orando en todo tiempo...».

Pero de estos deberes morales tendremos ocasión de hablar en otros momentos. Termino con un recuerdo cinematográfico. Hay dos grandes historias de iceberg llevadas a la gran pantalla. Una es la del Titanic, que conocemos bien..., la otra la relata la película de Kevin Kostner Rapa Nui, de hace algunos años. Una leyenda de la isla de Pascua, situada en el Océano Pacífico, dice que el iceberg es en realidad una nave que cada ciertos años o siglos pasa junto a la isla para permitir al rey o al héroe del lugar encaramarse a ella e ir hacia el reino de la inmortalidad.

Existe un iceberg en la ruta de cada uno de nosotros, la hermana muerte. Podemos fingir que no lo vemos o no pensar en ello como la gente despreocupada que, en el Titanic, estaba de fiesta esa noche, o podemos estar preparados para subirnos y dejarnos conducir hacia el reino de los santos. El tiempo de Adviento debería servir también para esto...

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

Evangelio

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: 

«Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.

»Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre».

San Lucas 21, 25-28, 34-36

Homilía del evangelio del domingo: Preparar la venida de Cristo en su parusía consiste en acoger en cada momento su continua venida a nosotros / Por P. José María Prats

  


* «El Señor nos visita continuamente infundiendo en nosotros el fuego del Espíritu Santo, que ilumina nuestra inteligencia y hace arder nuestro corazón: en la oración, el estudio o la lectura; en el testimonio edificante de nuestros hermanos; en el arrepentimiento y confesión de nuestros pecados; muy especialmente en la celebración de sus sagrados misterios. En estas visitas el Señor nos va modelando y fortaleciendo para que podamos permanecer en pie en el momento de su visita definitiva»

Domingo I de Adviento – C

Jeremías 33, 14-16  /  Salmo 24  /  1 Tesalonicenses 3, 12-4,2  /  San Lucas 21, 25-28, 34-36

P. José María Prats / Camino Católico.- El año litúrgico no viene representado por una línea recta sino por un círculo, como el de la corona de adviento, donde el principio y el fin se entrelazan armónicamente y sin solución de continuidad. Por ello hoy, primer domingo de adviento, las lecturas hacen referencia tanto a la primera venida de Jesucristo naciendo en Belén como a su última venida al final de los tiempos, conocida como su parusía.

El Evangelio nos presenta este retorno glorioso de Jesucristo al fin del mundo distinguiendo dos grupos de personas:

  • Por una parte están «las gentes», que vivirán esta realidad con «angustia», «enloquecidas por el estruendo del mar y del oleaje» y «quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad, ante lo que le viene encima al mundo».

  • Por otra parte están los destinatarios del Evangelio, que vivirán estos hechos como una liberación: «cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». Y a ellos se les exhorta a la vigilancia, a estar despiertos esperando este momento decisivo sin que se les «embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida».

Es importante notar que estas palabras proféticas no se aplican únicamente a la generación que habitará en la tierra en el momento de la parusía, sino a todos los hombres. De hecho, para la mayor parte de la humanidad, la parusía se inicia en el instante de la muerte donde se produce el encuentro con Cristo resucitado y el juicio particular que, tras ese estado misterioso de escatología intermedia que está ya fuera de las coordenadas del espacio-tiempo físico, culminará en el juicio final.

Y aplicar este Evangelio al momento de la muerte de cada persona resulta muy aleccionador:

  • En primer lugar está el uso del lenguaje apocalíptico que da a este momento decisivo de la persona una dimensión cósmica grandiosa: «habrá signos en el sol, la luna y las estrellas ... los astros temblarán...». Con ello se nos muestra el dramatismo de nuestra vida, donde cada instante tiene una importancia infinita porque en él se decide nuestro destino eterno, un destino al servicio del cual fue creado todo el universo material. De ahí la necesidad de velar y vigilar, pues un tesoro de tal valor debe ser custodiado con la máxima diligencia.

  • Y, sobre todo, quedan muy bien reflejadas las actitudes ante la muerte propias de los dos grupos de personas que mencionábamos. Quienes han vivido instalados en el mundo absolutizando las realidades terrenas viven con angustia, miedo y ansiedad este momento que viene desconsideradamente a arrebatar sus tesoros. Quienes, en cambio, han vivido como peregrinos, esperando y luchando por anticipar el Reino de Dios, ven en la muerte el momento tan deseado y preparado del encuentro con Cristo y de la liberación definitiva del lastre del pecado.

  • Finalmente, la vigilancia que prepara este momento –se nos dice- consiste en evitar, con la ayuda de la gracia, que nuestra atención se desvíe del Señor y su Reino hacia las realidades mundanas: «tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida ... estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir».

Creo que una buena manera de expresar la esencia de la vigilancia a la luz de las lecturas de hoy es la siguiente: preparar la venida de Cristo en su parusía consiste en acoger en cada momento su continua venida a nosotros. San Bernardo dice en uno de sus sermones de adviento:

«Conocemos tres venidas del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia (...) La venida intermedia es oculta, sólo la ven los elegidos, en sí mismos, y gracias a ella reciben la salvación (...) Esta venida intermedia es como un camino que conduce de la primera a la última.»

Seguro que todos tenemos experiencia de ello. El Señor nos visita continuamente infundiendo en nosotros el fuego del Espíritu Santo, que ilumina nuestra inteligencia y hace arder nuestro corazón: en la oración, el estudio o la lectura; en el testimonio edificante de nuestros hermanos; en el arrepentimiento y confesión de nuestros pecados; muy especialmente en la celebración de sus sagrados misterios. En estas visitas el Señor nos va modelando y fortaleciendo para que podamos permanecer en pie en el momento de su visita definitiva. 

En este tiempo de adviento que hoy comenzamos el Señor nos anuncia una vez más, por medio de los profetas, su promesa de venir a visitarnos. Y nosotros, unidos a María, la Mujer del silencio y de la escucha, nos comprometemos a permanecer vigilantes para que esta visita pueda sanarnos y renovarnos.

P. José María Prats

 Evangelio

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: 

«Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.

»Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre».

San Lucas 21, 25-28, 34-36

En el primer domingo de Adviento se nos invita a estar vigilantes preparándonos ya para la venida de Cristo / Por P. Carlos García Malo