Flash de vida de algunos jóvenes que se mantienen “normalmente en coloquio con Jesús” y hacen únicas sus jornadas, contagiando a quien tienen a su lado.
Una ordinaria jornada extraordinaria
Una mañana me levanto y me preparo para ir a la Misa. Pero en mi familia me piden que lleve el auto al mecánico y que vaya enseguida para que esté allí cuando abran de modo que hagan el trabajo ese mismo día. Enseguida pienso: no es justo que tenga que ir precisamente yo que soy la que menos usa el auto, tengo un programa mucho más bello y más importante que ir al mecánico... Voy: ¡sé que Jesús me lo pide! Inmersa en el tráfico de mi gran ciudad enseguida pierdo la paciencia... pero regresa la sonrisa: ¡puedo amar a Jesús en los otros automovilistas!
Llego donde el mecánico y me dice que no puede hacer el trabajo, que tengo que ir donde un colega suyo, me da la dirección; es en el lado opuesto de la ciudad. No era necesario, pero también en lo “imprevisto”: ¡gracias Jesús, eres Tú quien viene a mí y sólo a Ti te quiero amar!
Llegando a la nueva meta y habiendo dejado el auto, me dirijo a casa. Ahora puedo hacer “mis” cosas, pero encuentro a un ex - compañero de la Universidad, que tiene necesidad de hablar …: una ocasión única para poder escuchar y consolar a Jesús en este rostro de “soledad”!
No recuerdo exactamente cómo prosigue la jornada, tengo sólo impresa en el alma la plenitud, la alegría, la dulzura de me envuelve en la noche, fruto de Su compañía a cada momento y en cada circunstancia de la jornada.
La tensión a hacer “vida” la Palabra del mes, renovada en cada momento presente y después de cada caída o frenazo, me ha hecho experimentar de forma totalmente nueva cuán verdadero es que ¡¡¡vivir el Evangelio ordinariamente hace de toda jornada “ordinaria” algo extraordinario!!!
(I. R. – Italia)
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Como los vasos comunicantes…
Este último período con mi hermana no fue fácil. Me costaba acercarme a ella. Desde hacía dos años se había alejado de Dios y estaba en una permanente búsqueda. En los últimos días había peleado con su novio y a esto se habían sumado dificultades en el trabajo. Estaba muy triste y no sabía cómo ayudarla.
Una noche, mientras meditaba en mi habitación, ella se acercó y me preguntó que estaba haciendo. Le respondí que rezaba y la invité a rezar por su situación, aunque me esperaba un no de su parte. Con sorpresa su respuesta fue afirmativa. Fue bellísimo, porque ella misma fue quien rezó, especialmente por su situación laboral y por la relación con su novio.
La mañana siguiente, antes de salir, a las 7.00, me preguntó si podíamos rezar ya que tenía que afrontar esa dificultad en el trabajo. En la noche cuando regresó estaba muy feliz y me contó que las cosas en su trabajo iban mejor y que con su novio se había reconciliado.
Al día siguiente quiso venir a la Misa conmigo.
(C.D. – Brasil)
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Fuente: Movimiento de los Focolares
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