22 de marzo de 2012.- Monza, Italia. Un edificio blanco al lado de Villa Reale. Desde el parque, la niebla de la mañana se levanta, derritiéndose junto al edificio que, durante casi 18 años, fue la casa de Marco Gallo. Tras el accidente que se llevó a Marco la mañana del 5 de noviembre de 2011, se entra en estas paredes con pudor. La primera cara que uno se encuentra es la de la joven y guapa madre, Paola, cuyo semblante se oculta tras un velo que, instintivamente, se retrae ante cualquier pregunta. El padre es ingeniero; ella, profesora. Dos hijas: Francesca y Verónica, de veinte y catorce años. Todos, pertenecientes al Movimiento Comunión y Liberación; todos testigos de un testimonio único: el de su hijo y hermano. Leer más...
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*COMENTARIO:* Padre, ¿no hay palabras de más consuelo para esa pregunta de
la tristeza?
*RESPUESTA MÍA:* La respuesta es que Dios es la alegría y la f...
Hace 2 meses
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