Maki rezaba solo con la mano derecha ante la Virgen por no poder mover su mano izquierda. Ya solo este hecho habla por sí solo de la esperanza y fe de la pequeña que nunca dejó de regalarles a todos una sonrisa, en todo momento, en cualquier circunstancia. “No entendíamos cómo se podía ser feliz en mitad de ese calvario, pero ella era capaz”, explica su familia. Actualmente Maki hace una vida normal, que compagina con la rehabilitación. Acude al colegio y sigue dando desde que despierta lo mejor de sí misma
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