“Experimenté el perdón hacía los hombres que me habían dañado en mi vida, especialmente el que abusó de mí. Aunque había rezado durante años para perdonarle en obediencia a las palabras de Jesús todavía sentía ira hacia el agresor. Pero un día me invadió de forma espontánea un sentido enorme de misericordia y perdón hacia él que me hizo caer de rodillas llorando, fue como si un río de dolor acumulado hubiera sido liberado de mi corazón. Poco después comenzaron a darse en mí frutos inesperados y los bloqueos y distorsiones que había en mi mente y mi corazón comenzaron a caer como fichas de dominó”

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