* «A quien no rece, porque no lo haya descubierto, le invitaría a hacerlo por un motivo muy sencillo: porque es necesario para alimentar el espíritu. La oración es hablar con Dios, pero también con uno mismo, encontrarnos con nuestro propio interior, con lo que hemos hecho bien o mal, con los aciertos y con los errores, con nuestro propósito de mejora y de enmienda. En estos tiempos de una sociedad marcada por las prisas, el materialismo o la superficialidad, la oración es más necesaria que nunca para lograr ese sosiego interior que cada uno necesita»
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