* «A partir de ese momento de oración, poco a poco mi corazón se transformó. Sentí la necesidad de volver a misa, y luego de rezar a diario. Empezamos también a rezar en pareja, y eso nos fortaleció mucho. Sentí que el vínculo entre nuestras almas crecía y que eso nos unía. Y luego, un día, nos planteamos casarnos. Y eso fue muy importante. Nos involucramos en organizaciones benéficas. Cambié de trabajo, porque hacía años que quería comprometerme con las personas de los barrios difíciles de Francia. Es una especie de fuego que ha crecido en mí: Sentía esa sed de acercarme a Dios y a su amor a diario, porque Él me da realmente su amor a diario»
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