* «Me gustaría decir a las personas que se rebelan contra Dios: No temas tu cólera. ¡Cuéntasela! Yo, cuando las cosas no van bien, se lo digo claramente. Pero díselo dejando el corazón abierto, es decir, dejándole la posibilidad de unirse a ti. Si uno dice que está irritado pero no quiere escuchar lo que Él tenga que decirnos, Él no va a forzar la puerta para hacerlo. Y luego un segundo consejo: Abrid un libro, abrid la Palabra de Dios, id a ver a algún sacerdote o a otros creyentes para preguntarles. No dudéis en plantear preguntas. ¡No es un pecado ser inteligente! Y confiad en Dios. Él os ama. Tenéis a sus ojos un valor increíble. Es lo que yo he vivido verdaderamente. ¡Qué triste está el Señor cuando alguien no se ama a sí mismo, sobre todo en su cuerpo! Así pues, ¡confianza!»
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