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Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

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jueves, 22 de febrero de 2024

Ejercicios espirituales con el Cardenal Raniero Cantalamessa: 4.- “Vete y no peques más“


Camino Católico
.- Del 19 al 24 de febrero, durante cinco días, el predicador de la Casa Pontificia, el Cardenal Raniero Cantalamessa, hace una breve reflexión para rezar con el Papa y la Curia Romana en los ejercicios espirituales: «Hay, en el mundo, pocas palabras capaces de decir en un minuto lo suficiente para llenar un día y, de hecho, una vida: las que salen de la boca de Jesús. Se las ofreceré una por vez, rogándoles que las ‘mastiquen’ durante todo el día, como una especie de goma de mascar».

La palabra de Jesús para recibir hoy, 22 de febrero, dice el cardenal Cantalamessa, «es la que dirigió a la adúltera, después de que sus acusadores se habían marchado: ‘Mujer, ¿nadie te ha condenado?’ ‘Nadie, Señor’. ‘Yo tampoco te condeno, y en adelante, no peques más’”. 

“Cada uno de nosotros, si nos examinamos bien, nos daremos cuenta de que, junto a los muchos pecados que cometemos, hay uno que es diferente de los demás. Es ese pecado al que estamos secretamente un poco apegados, que confesamos, pero sin una verdadera voluntad de decir ¡basta!.

San Agustín, en las Confesiones describe su lucha por liberarse del pecado de la sensualidad. Hubo un momento en el que rezaba a Dios diciendo: ‘Concédeme castidad y continencia’. Sin embargo, una vocecita añadía: “¡No inmediatamente, Señor!” Llegó un momento en que se dijo a sí mismo: ‘¿Por qué mañana?’, ‘mañana’ que en latín se dice ‘cras’. ¿Por qué este cuervo dice cras? ¿Por qué no ahora? Bastó que dijera ese ‘¡basta!’ para sentirse libre. 

¿Qué hay que hacer concretamente? Ponerse por un momento ante la presencia de Dios y decirle: ‘Señor, tú conoces bien mi fragilidad. Confiando, pues, únicamente en tu gracia, te digo que, desde ahora, quiero decir basta a esa satisfacción, a esa libertad, a esa amistad, a ese rencor, a ese subterfugio financiero, en resumen, basta a ese pecado que tú y yo conocemos bien. Vengo a recibir tu perdón sacramental’. Podrías también recaer, pero para Dios algo ha cambiado: tu libertad se ha alineado con Él. Ahora son dos luchando contra el mismo enemigo. Verás cuánto es más hermoso vivir libre de la esclavitud del pecado, en paz con Dios y con uno mismo».

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