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domingo, 23 de febrero de 2025

Iwao Hakamada, 56 años en el ‘corredor de la muerte’ japonés, decía: «Si ésta es la voluntad de Dios, nadie necesita un Dios así»; católicos se interesaron por él, se bautizó, ha sido absuelto y el Papa le ha enviado un regalo

 Paul Iwao Hakamada, en el centro, y a su izquierda el cardenal Kikuchi Foto: Asia News

Camino Católico.- El cardenal Tarcisio Isao Kikuchi, arzobispo de Tokio y presidente de Caritas Internationalis, compartió este sábado la fotografía de su encuentro con  . El purpurado tenía una misión muy concreta: entregarle un rosario como regalo del Papa, obsequio que le llegó justo el día en el que la salud de Francisco -tan deteriorada como la del anciano nipón de su misma edad- hacía saltar todas las alarmas.

Hakamada era un hombre sin convicciones religiosas cuando en 1968 fue declarado culpable por asesinar a su jefe, a su esposa y a sus dos hijos adolescentes. Él nunca se reconoció como autor del crimen, y eso excitaba su ira contra Dios. “¿Por qué y por cuánto tiempo tengo que estar encarcelado o morir en prisión?”, se preguntaba, y se respondía a sí mismo: “Si ésta es la voluntad de Dios, nadie necesita un Dios así”. El reo estuvo muchos años en aislamiento.


Bajo la protección de San Pablo


Sin embargo, a partir del año 1982 empezó a relacionarse con algunos católicos japoneses que se interesaron por su caso. Estos contactos llevaron a su conversión y a su bautizo en la cárcel en la Navidad de 1984 por parte del padre Shumura, sacerdote de la archidiócesis de Tokio. Recibió el nombre de Pablo, signo que le marcó: “Desde que se me dio el nombre de Pablo, creo que que debo ser consciente de su grandeza”, dijo al año siguiente, según recoge Asia News.


Paul Hakadama, en su casa, en unas imágenes de la época de su definitiva absolución

Cuando Francisco visitó Japón en noviembre de 2019, los obispos invitaron a Pablo Iwao y a su hermana a la misa celebrada en el Tokyo Dome, pero no llegaron a saludar al pontífice. Pero “recientemente”, explicó el cardenal Kikuchi, “el Santo Padre envió un mensaje y un rosario al señor Hakamada por medio de la Secretaría de Estado, y hoy se lo entregué”.


El 26 de septiembre de 2024, el anciano fue absuelto por el tribunal del distrito de Shizuoka (al oeste de Tokio), que había reabierto el proceso, y le declaró inocente tras comprobar que las pruebas utilizadas contra él habían sido falsificadas. No pudo asistir a la vista por el deterioro de su salud mental. 


Hakamada, aunque convicto, fue excarcelado en 2014 por las dudas sobre las circunstancias de su condena, y vive al cuidado de su hermana Hideko, de 91 años. Ella ha mantenido viva la lucha por la exoneración judicial de su hermano a pesar de todas las dificultades: “Una vez que piensas que no puedes ganar, no hay camino hacia la victoria", declaró a AFP tras conocerse, el 9 de octubre de 2024, que el ministerio fiscal no recurriría la absolución y por tanto Paul quedaba definitivamente libre.


Manipulación policial

Antiguo boxeador profesional, Paul trabajaba en una planta de procesamiento de miso cuando en 1966 los cadáveres de su jefe, de su mujer y sus dos hijos aparecieron apuñalados entre las ruinas de su casa incendiada, donde supuestamente Hakamada habría robado.


Él lo negó inicialmente, pero acabó confesando bajo coacciones y palizas. Un año después de su detención se encontraron unas prendas de ropa supuestamente manchadas de sangre que sirvieron para incriminarle. En 1968 fue condenado a muerte.


La duda sobre esas pruebas alegada por sus abogados fue posponiendo su ejecución. Pruebas de ADN llevaron al juez Hiroaki Murayama a concluir en 2014 que “la ropa no era del acusado” y por tanto era “injusto” mantenerle en prisión, “ya que la posibilidad de su inocencia ha quedado clara hasta un grado razonable". Se le concedió un nuevo juicio, que no se celebró hasta una década después, y en el que la sentencia concluyó que la policía había “manipulado” la ropa, manchándola de sangre y ocultándola en un tanque de miso para acusarle.

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