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domingo, 20 de abril de 2025

Papa Francisco en bendición Urbi et Orbi, 20-4-2025: «Los que esperan en Dios ponen sus frágiles manos en su mano grande y fuerte, se dejan levantar y con Jesús resucitado se convierten en testigos de la victoria del Amor»

* «¡Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en los numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo. Cuánta violencia percibimos a menudo también en las familias, contra las mujeres o los niños. Cuánto desprecio se tiene a veces hacia los más débiles, los marginados y los migrantes. Quisiera que volviéramos a tener esperanza en que la paz es posible. Se irradie la luz de la paz sobre toda Tierra Santa y sobre el mundo entero»

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con el mensaje Pascual y la bendición Urbi et Orbi del Papa 

* «Cristo resucitado infunda el don pascual de la paz a la martirizada Ucrania y anime a todos los actores implicados a proseguir los esfuerzos dirigidos a alcanzar una paz justa y duradera. La Pascua sea también ocasión propicia para liberar a los prisioneros de guerra y a los presos políticos» 

20 de abril de 2025.- (Camino Católico)  En el mensaje pascual, leído por Monseñor Diego Ravelli, Maestro de las Ceremonias Litúrgicas Pontificias, Francisco reitera su llamado al alto el fuego en Gaza, pide la liberación de los rehenes israelíes y el envío de ayuda humanitaria a los hambrientos. Repasando diversas realidades conflictivas en el mundo, recuerda que la paz no es posible sin un verdadero desarme.

“Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Pascua!”  Estas han sido las breves y sentidas palabras del Papa Francisco al asomarse este Domingo de Pascua, 20 de abril de 2025, a la logia central de la Basílica de San Pedro para la bendición "Urbi et Orbi" (de la ciudad de Roma al mundo entero) tras la santa misa presidida por el Cardenal Angelo Comastri, por decisión del Pontífice. 

Este gesto, lleno de esperanza y de fe, marcó no solo la celebración de la Resurrección de Cristo, sino también un testimonio de su fortaleza y dedicación pastoral, a pesar de las adversidades físicas que ha enfrentado en las últimas semanas. Otro momento especialmente conmovedor ocurrió al final, cuando Francisco se subió al papamóvil y recorrió la Plaza de San Pedro, saludando a los 35.000 peregrinos presentes, felices de verle.

El Papa recorrió la Plaza de San Pedro a bordo del papamóvil tras la bendición "Urbi et Orbi" del Domingo de Pascua, 20 de abril de 2025 

El Obispo de Roma enfatiza que "desde el sepulcro vacío de Jerusalén llega hasta nosotros el sorprendente anuncio: Jesús, el Crucificado, «no está aquí, ha resucitado» (Lc 24,6). No está en la tumba, ¡es el viviente!". Asimismo, resalta que "el amor venció al odio. La luz venció a las tinieblas. La verdad venció a la mentira. El perdón venció a la venganza. El mal no ha desaparecido de nuestra historia, permanecerá hasta el final, pero ya no tiene dominio, ya no tiene poder sobre quien acoge la gracia de este día".

Dirigiéndose a quienes sufren el dolor y la angustia, Francisco les dijo que "sus gritos silenciosos han sido escuchados, sus lágrimas han sido recogidas, ¡ni una sola se ha perdido!".

“En la pasión y muerte de Jesús, Dios ha cargado sobre sí todo el mal del mundo y con su infinita misericordia lo ha vencido; ha eliminado el orgullo diabólico que envenena el corazón del hombre y siembra por doquier violencia y corrupción. ¡El Cordero de Dios ha vencido! Por eso hoy exclamamos: «¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!» (Secuencia pascual).”

El Santo Padre recordó que la resurrección de Jesús es el fundamento de la esperanza y que a partir de este acontecimiento, esperar ya no es una ilusión. "Gracias a Cristo crucificado y resucitado, la esperanza no defrauda. ¡Spes non confundit (cf. Rm 5,5)! Y no es una esperanza evasiva, sino comprometida; no es alienante, sino que nos responsabiliza", escribe Francisco.

“Los que esperan en Dios ponen sus frágiles manos en su mano grande y fuerte, se dejan levantar y comienzan a caminar; junto con Jesús resucitado se convierten en peregrinos de esperanza, testigos de la victoria del Amor, de la potencia desarmada de la Vida.”

Un llamado a la paz y a la solidaridad global

El Papa exclamó: "¡Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en los numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo. Cuánta violencia percibimos a menudo también en las familias, contra las mujeres o los niños. Cuánto desprecio se tiene a veces hacia los más débiles, los marginados y los migrantes".

En dicho contexto, el Pontífice expresó su anhelo de que volvamos a tener esperanza y "a confiar en los demás, —incluso en quien no nos es cercano o proviene de tierras lejanas, con costumbres, estilos de vida, ideas y hábitos diferentes de los que a nosotros nos resultan más familiares—; pues todos somos hijos de Dios".

Paz para Palestina, Israel y para todo el mundo

"Quisiera -insistió Francisco- que volviéramos a tener esperanza en que la paz es posible". Por ello, deseó que desde el Santo Sepulcro —Iglesia de la Resurrección—, donde este año la Pascua será celebrada el mismo día por los católicos y los ortodoxos, "se irradie la luz de la paz sobre toda Tierra Santa y sobre el mundo entero". Una vez más, el Obispo de Roma se mostró próximo al sufrimiento de los cristianos en Palestina y en Israel, así como a todo el pueblo israelí y a todo el pueblo palestino. 

Más aún, Bergoglio se manifestó preocupado por el "creciente clima de antisemitismo que se está difundiendo por todo el mundo". Al mismo tiempo, Francisco tiene presente a la comunidad cristiana de Gaza, "donde el terrible conflicto sigue llevando muerte y destrucción, y provocando una dramática e indigna crisis humanitaria", aseguró con meridiana claridad.

Luego, el Sucesor de Pedro instó a las partes beligerantes a cesar el fuego, liberar los rehenes y prestar ayuda a la población "que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz".


Conflictos en el Líbano, Siria, Yemen, Ucrania y Cáucaso Meridional

En su alocución, Francisco invitó a orar por las comunidades cristianas del Líbano y de Siria, "que ansían la estabilidad y la participación en el destino de sus respectivas naciones". En dicha línea, exhortó a toda la Iglesia a acompañar con atención y con la oración a los cristianos del amado Oriente Medio. Además, se refirió al pueblo de Yemen, que está viviendo una de las peores crisis humanitarias "prolongadas" del mundo a causa de la guerra y solicitó "buscar soluciones por medio del diálogo constructivo".

El Santo Padre auguró que "Cristo resucitado infunda el don pascual de la paz a la martirizada Ucrania y anime a todos los actores implicados a proseguir los esfuerzos dirigidos a alcanzar una paz justa y duradera". Incluso aludió al Cáucaso Meridional y alentó a rezar "para que se llegue pronto a la firma y a la actuación de un Acuerdo de paz definitivo entre Armenia y Azerbaiyán, que conduzca a la tan deseada reconciliación en la región".

La esperanza del Papa también es que la luz de la Pascua "inspire propósitos de concordia en los Balcanes occidentales y sostenga a los actores políticos en el esfuerzo por evitar que se agudicen las tensiones y las crisis, como también a los aliados de la región en rechazar comportamientos peligrosos y desestabilizantes".

En otro pasaje del texto, Francisco implora la paz y el consuelo a los pueblos africanos víctimas de agresiones y conflictos, "sobre todo en la República Democrática del Congo, en Sudán y Sudán del Sur, y sostenga a cuantos sufren a causa de las tensiones en el Sahel, en el Cuerno de África y en la Región de los Grandes Lagos, como también a los cristianos que en muchos lugares no pueden profesar libremente su fe". “Allí donde no hay libertad religiosa o libertad de pensamiento y de palabra, ni respeto de las opiniones ajenas, la paz no es posible.” En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha el Mensaje Pascual y bendición Urbi et Orbi, cuyo texto íntegro es el siguiente:

MENSAJE URBI ET ORBI
DEL SANTO PADRE FRANCISCO

PASCUA 2025

Plaza de San Pedro

Domingo, 20 de abril de 2025

Cristo ha resucitado, ¡aleluya!

Hermanos y hermanas, ¡feliz Pascua!

Hoy en la Iglesia resuena finalmente el aleluya, se transmite de boca en boca, de corazón a corazón, y su canto hace llorar de alegría al pueblo de Dios en todo el mundo.

Desde el sepulcro vacío de Jerusalén llega hasta nosotros el sorprendente anuncio: Jesús, el Crucificado, «no está aquí, ha resucitado» (Lc 24,6). No está en la tumba, ¡es el viviente!

El amor venció al odio. La luz venció a las tinieblas. La verdad venció a la mentira. El perdón venció a la venganza. El mal no ha desaparecido de nuestra historia, permanecerá hasta el final, pero ya no tiene dominio, ya no tiene poder sobre quien acoge la gracia de este día.

Hermanas y hermanos, especialmente ustedes que están sufriendo el dolor y la angustia, sus gritos silenciosos han sido escuchados, sus lágrimas han sido recogidas, ¡ni una sola se ha perdido! En la pasión y muerte de Jesús, Dios ha cargado sobre sí todo el mal del mundo y con su infinita misericordia lo ha vencido; ha eliminado el orgullo diabólico que envenena el corazón del hombre y siembra por doquier violencia y corrupción. ¡El Cordero de Dios ha vencido! Por eso hoy exclamamos: «¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!» (Secuencia pascual).

Sí, la resurrección de Jesús es el fundamento de la esperanza; a partir de este acontecimiento, esperar ya no es una ilusión. No; gracias a Cristo crucificado y resucitado, la esperanza no defrauda. ¡Spes non confundit (cf. Rm 5,5)! Y no es una esperanza evasiva, sino comprometida; no es alienante, sino que nos responsabiliza.

Los que esperan en Dios ponen sus frágiles manos en su mano grande y fuerte, se dejan levantar y comienzan a caminar; junto con Jesús resucitado se convierten en peregrinos de esperanza, testigos de la victoria del Amor, de la potencia desarmada de la Vida.

¡Cristo ha resucitado! En este anuncio está contenido todo el sentido de nuestra existencia, que no está hecha para la muerte sino para la vida. ¡La Pascua es la fiesta de la vida! ¡Dios nos ha creado para la vida y quiere que la humanidad resucite! A sus ojos toda vida es preciosa, tanto la del niño en el vientre de su madre, como la del anciano o la del enfermo, considerados en un número creciente de países como personas a descartar.

 Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en los numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo. Cuánta violencia percibimos a menudo también en las familias, contra las mujeres o los niños. Cuánto desprecio se tiene a veces hacia los más débiles, los marginados y los migrantes.

En este día, quisiera que volviéramos a esperar y a confiar en los demás —incluso en quien no nos es cercano o proviene de tierras lejanas, con costumbres, estilos de vida, ideas y hábitos diferentes de los que a nosotros nos resultan más familiares—; pues todos somos hijos de Dios.

Quisiera que volviéramos a esperar en que la paz es posible. Que desde el Santo Sepulcro —Iglesia de la Resurrección—, donde este año la Pascua será celebrada el mismo día por los católicos y los ortodoxos, se irradie la luz de la paz sobre toda Tierra Santa y sobre el mundo entero. Me siento cercano al sufrimiento de los cristianos en Palestina y en Israel, así como a todo el pueblo israelí y a todo el pueblo palestino. Es preocupante el creciente clima de antisemitismo que se está difundiendo por todo el mundo. Al mismo tiempo, mi pensamiento se dirige a la población y, de modo particular, a la comunidad cristiana de Gaza, donde el terrible conflicto sigue llevando muerte y destrucción, y provocando una dramática e indigna crisis humanitaria. Apelo a las partes beligerantes: que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz.

Recemos por las comunidades cristianas del Líbano y de Siria —este último país está afrontando un momento delicado de su historia—, que ansían la estabilidad y la participación en el destino de sus respectivas naciones. Exhorto a toda la Iglesia a acompañar con atención y con la oración a los cristianos del amado Oriente Medio.

Dirijo también un recuerdo especial al pueblo de Yemen, que está viviendo una de las peores crisis humanitarias “prolongadas” del mundo a causa de la guerra, e invito a todos a buscar soluciones por medio de un diálogo constructivo.

Que Cristo resucitado infunda el don pascual de la paz a la martirizada Ucrania y anime a todos los actores implicados a proseguir los esfuerzos dirigidos a alcanzar una paz justa y duradera.

En este día de fiesta pensemos en el Cáucaso Meridional y recemos para que se llegue pronto a la firma y a la actuación de un Acuerdo de paz definitivo entre Armenia y Azerbaiyán, que conduzca a la tan deseada reconciliación en la región.

Que la luz de la Pascua inspire propósitos de concordia en los Balcanes occidentales y sostenga a los actores políticos en el esfuerzo por evitar que se agudicen las tensiones y las crisis, como también a los aliados de la región en rechazar comportamientos peligrosos y desestabilizantes.

Que Cristo resucitado, nuestra esperanza, conceda paz y consuelo a los pueblos africanos víctimas de agresiones y conflictos, sobre todo en la República Democrática del Congo, en Sudán y Sudán del Sur, y sostenga a cuantos sufren a causa de las tensiones en el Sahel, en el Cuerno de África y en la Región de los Grandes Lagos, como también a los cristianos que en muchos lugares no pueden profesar libremente su fe.

Allí donde no hay libertad religiosa o libertad de pensamiento y de palabra, ni respeto de las opiniones ajenas, la paz no es posible.

La paz tampoco es posible sin un verdadero desarme. La exigencia que cada pueblo tiene de proveer a su propia defensa no puede transformarse en una carrera general al rearme. La luz de la Pascua nos invita a derribar las barreras que crean división y están cargadas de consecuencias políticas y económicas. Nos invita a hacernos cargo los unos de los otros, a acrecentar la solidaridad recíproca, a esforzarnos por favorecer el desarrollo integral de cada persona humana.

Que en este tiempo no falte nuestra ayuda al pueblo birmano, atormentado desde hace años por conflictos armados, que afronta con valentía y paciencia las consecuencias del devastador terremoto en Sagaing, que ha causado la muerte de miles de personas y es motivo de sufrimiento para muchos sobrevivientes, entre los que se encuentran huérfanos y ancianos. Recemos por las víctimas y por sus seres queridos, y agradezcamos de corazón a todos los generosos voluntarios que están realizando actividades de socorro. El anuncio del alto el fuego por parte de los actores implicados en ese país es un signo de esperanza para todo Myanmar.

Hago un llamamiento a cuantos tienen responsabilidades políticas a no ceder a la lógica del miedo que aísla, sino a usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo. Estas son las “armas” de la paz: las que construyen el futuro, en lugar de sembrar muerte.

Que nunca se debilite el principio de humanidad como eje de nuestro actuar cotidiano. Ante la crueldad de los conflictos que afectan a civiles desarmados, atacando escuelas, hospitales y operadores humanitarios, no podemos permitirnos olvidar que lo que está en la mira no es un mero objetivo, sino personas con un alma y una dignidad.

Y que en este Año jubilar, la Pascua sea también ocasión propicia para liberar a los prisioneros de guerra y a los presos políticos.

Queridos hermanos y hermanas:

En la Pascua del Señor, la muerte y la vida se han enfrentado en un prodigioso duelo, pero el Señor vive para siempre (cf. Secuencia pascual) y nos infunde la certeza de que también nosotros estamos llamados a participar en la vida que no conoce el ocaso, donde ya no se oirán el estruendo de las armas ni los ecos de la muerte. Encomendémonos a Él, porque sólo Él puede hacer nuevas todas las cosas (cf. Ap 21,5).

¡Feliz Pascua a todos!

Francisco

Fotos: Vatican Media, 20-4-2025

Meditación del Domingo de Resurrección: «Cristo ha resucitado y encontrarse con Él te llena» / Por Mons. Fernando García Cadiñanos, obispo de Mondoñedo-Ferrol

20 de abril de 2025.- (Camino Católico) El obispo de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García Cadiñanos reflexiona sobre el Domingo de Resurrección, inicio de la Pascua, en el que los cristianos "estamos llamados a ser luz, levadura y esperanza" en medio de "una cultura de muerte… Cristo ha resucitado". Lo hace en el espacio ‘Meditación de Semana Santa” emitido por 13 TV. Este es el texto completo de la meditación: 

¡Aleluya! Cristo ha resucitado. ¡Feliz Pascua de Resurrección! Queridos amigos y amigas, concluimos hoy nuestras reflexiones que nos han acompañado a lo largo de toda esta semana. Y lo hacemos en el día grande, el día de la Pascua, que es el punto de referencia de nuestra fe. No olvidéis que cada domingo, la Pascua Semanal, se orienta a la única Pascua y a ella hace referencia como si de un eco se tratara. Cristo ha resucitado.

Y con Él todos un día resucitaremos. Él ha sido el primero, el primogénito de entre los muertos. Él es la cabeza de este cuerpo, que es la Iglesia, llamada también a resucitar junto con su Esposo, que ha entregado su vida por ella. La Resurrección de Jesús, que es la seguridad de nuestra futura Resurrección, se convierte así en nuestra esperanza. Podemos decir que la fiesta de la Pascua es la fiesta de donde brota la esperanza, que nos permite vivir y afrontar el futuro. Porque los cristianos somos el pueblo de la esperanza.

Así lo reza el himno de la liturgia. Somos el pueblo de la Pascua. ¡Aleluya! Es nuestra canción. No porque pensemos que las cosas van a salir bien, no porque queramos ser optimistas por naturaleza, sino porque sabemos que nuestra vida no concluye en el vacío, sino que tiene una meta, una meta tan grande que justifica el esfuerzo del camino. Como nos recuerda el Papa Francisco en la bula con motivo del Año Jubilar, la esperanza cristiana consiste precisamente en esto. Ante la muerte, donde parece que todo acaba, se recibe la certeza de que, gracias a Cristo, a su gracia, que nos ha sido comunicada en el Bautismo, la vida no termina, sino que se transforma para siempre. No nos dejemos, por tanto, robar esta esperanza.

Muchas veces y de formas diferentes, las distintas generaciones se han preguntado, ¿cómo será eso? ¿Cómo se producirá esta Resurrección al final de los tiempos? San Pablo responde a esa pregunta observando la naturaleza. En ella se da ese proceso de continuidad y discontinuidad que está presente también en el acontecimiento de la Resurrección. Toda la naturaleza está llena de momentos de muerte y resurrección, especialmente cuando observamos el grano de trigo que, pudriéndose, da luz un cuerpo nuevo y diferente. No sabemos cómo, pero no es irracional. Dios lo hace en la naturaleza y lo puede hacer con nosotros. No podemos responder a la forma, pero estamos seguros de que un día también nosotros resucitaremos con Cristo y la muerte será vencida definitivamente. Pero nuestra esperanza en la Resurrección no solo es un acontecimiento del futuro. Sería poca cosa y daría la sensación de que nuestra fe en el resucitado tendría que aguardar al mañana.

No es la certeza del final de una película feliz, sino que es la fuerza y la gracia que nos permite y nos ayuda a vivir en el hoy y aquí de nuestra historia. Cristo vive y te quiere vivo. Cristo vive y quiere darte su vida, vivificarte, llenarte de su misma gracia. Como nos recuerda 'Evangelii Gaudium', la Resurrección de Cristo provoca por todas partes gérmenes de este mundo nuevo y, aunque se los corte, vuelven a surgir porque la Resurrección de Jesús ha penetrado la trama oculta de esta historia porque Jesús no ha resucitado en vano. Sí, Cristo vive. Esta es la experiencia que hicieron los apóstoles y las mujeres en la mañana del primer domingo. Esta noticia no es un acontecimiento del pasado, sino experiencia real en la vida de todo creyente a lo largo de la historia, porque el descubrimiento de Jesús como el viviente cambia la vida y es el inicio de un camino de fe que se convierte en respuesta de amistad a un acontecimiento de amor previo. Si él vive y te quiere vivo, el amigo de la vida quiere llevarte a la vida. Déjale entrar en tu vida. Experimenta la amistad con aquel que ha vencido a la muerte. Entra en comunión con aquel que siempre abre la puerta de su corazón.

Descubre la aventura de vivir con Él, por Él y para Él. Esa es la gran experiencia de amor que necesitas, saborear en tu vida. Esa es la experiencia que te cambiará y recordarás para siempre. Esa es la experiencia que te permitirá vivir hasta que mueras y vivir luego eternamente. Hace pocos días leía la carta que escribía Clara a su hija Francisco con motivo de su primer aniversario. Esta mujer italiana, que está en proceso de beatificación, continuó con su embarazo rechazando ser tratada contra un tumor que provocaría la muerte del pequeño. En sus palabras, le comparte lo que ella vive y lo que significa disfrutar de esta vida nueva que Jesús resucitado le ha regalado. En esa hermosa carta le dice, tu nombre es Francisco porque San Francisco de Asís cambió nuestras vidas y esperamos que pueda ser un ejemplo para ti.

Es hermoso tener ejemplos de vidas que nos recuerden que puedes esperar grandes alegrías aún aquí en la tierra con Dios como nuestra guía. Sabemos que eres especial y que tienes una gran misión por cumplir. El Señor te ha querido desde la eternidad y Él te mostrará el camino a seguir si abres su corazón. Con estas palabras sencillas, dichas por una creyente a su hijo, se nos dice que encontrarse con Cristo te llena, plenifica tu corazón, lo alegra y le llena en sus deseos más íntimos. Podemos utilizar otra imagen muy presente durante este Año Jubilar.

Me refiero a la imagen de la puerta. Cristo es la puerta, siempre abierta, que nos permite entrar y disfrutar de una vida nueva, de la maravilla de estar en su hogar, con Él. Ojalá durante este año jubilar hagamos esta experiencia de entrar por esta puerta para que tengamos más vida, para que dejemos atrás experiencias de muerte que todos llevamos dentro. Que no se nos olvide lo que Él nos dijo.

He venido para que tengan vida y vida abundante. Los sacramentos son esos regalos que el Señor nos hace para ofrecernos esta vida que nace de la Pascua. Por eso, sabéis que en el marco del Jueves Santo hemos celebrado la Misa Crismal, una Eucaristía presidida por el Obispo con todo su presbiterio y el pueblo de Dios, donde se bendicen y consagran el Crisma y los aceites que se utilizan en los sacramentos, y que se convertirán en las mediaciones a través de las cuales el Señor nos ofrece su vida.

De esta manera simbolizamos que la vida que el Señor nos regala por diferentes sacramentos nace de la Pascua. Y si hay un sacramento en el que esa vida nueva vivifica nuestra carne mortal, es precisamente en la Eucaristía. Recordemos sus palabras, quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Yo soy el pan de vida. Y junto con los sacramentos, la vida nueva en Cristo se experimenta en la comunidad cristiana que vive gracias al Espíritu.

El Espíritu es el que nos hace vivir y tener vida. Por eso, durante la Pascua leeremos el libro de los Hechos de los Apóstoles, para hacer nuestra la misma experiencia de aquella primera comunidad de vivientes creyentes que, por la acción del Espíritu, querían generar mucha vida a su alrededor. Toda una provocación también para nosotros hoy.

Queridos amigos, la Pascua se abre ante nosotros con un gran horizonte de novedad. Vivimos en medio de una cultura de muerte en la que los seguidores del Resucitado estamos llamados a ser luz, levadura y esperanza. Acerquémonos a Cristo y toquémosle en sus heridas, en las heridas de la carne de nuestros hermanos que sufren, para reconocerle entre nosotros. Llevemos la esperanza que provoca en nosotros la vida que hemos encontrado. Resucita, vive y vivifica nuestro mundo. Recibe un abrazo pascual de hermano y amigo.

¡Felices Pascuas!

Mons. Fernando García Cadiñanos

Obispo de Mondoñedo-Ferrol

domingo, 31 de marzo de 2024

El Papa en Urbi et Orbi: «La luz de la resurrección convierta nuestros corazones, haciéndonos conscientes del valor de toda vida humana, que debe ser acogida, protegida y amada»


 * «Jesucristo ha resucitado, y sólo Él es capaz de quitar las piedras que cierran el camino hacia la vida. Más aún, Él mismo, el Viviente, es el Camino; el Camino de la vida, de la paz, de la reconciliación, de la fraternidad. Él nos abre un pasaje que humanamente es imposible, porque sólo Él quita el pecado del mundo y perdona nuestros pecados. Y sin el perdón de Dios esa piedra no puede ser removida. Sin el perdón de los pecados no es posible salir de las cerrazones, de los prejuicios, de las sospechas recíprocas o de las presunciones que siempre absuelven a uno mismo y acusan a los demás. Sólo Cristo resucitado, dándonos el perdón de los pecados, nos abre el camino a un mundo renovado. Sólo Él nos abre las puertas de la vida, esas puertas que cerramos continuamente con las guerras que proliferan en el mundo»

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con el mensaje Pascual y la bendición Urbi et Orbidel Papa 

* «En este día en que celebramos la vida que se nos da en la resurrección del Hijo, recordamos el amor infinito de Dios por cada uno de nosotros, un amor que supera todo límite y toda debilidad. Y, sin embargo, con cuánta frecuencia se desprecia el don precioso de la vida. ¿Cuántos niños ni siquiera pueden ver la luz? ¿Cuántos mueren de hambre o carecen de cuidados esenciales o son víctimas de abusos y violencia? ¿Cuántas vidas se compran y se venden por el creciente comercio de seres humanos? Hermanos y hermanas, en el día en que Cristo nos ha liberado de la esclavitud de la muerte, exhorto a cuantos tienen responsabilidades políticas para que no escatimen esfuerzos en combatir el flagelo de la trata de seres humanos, trabajando incansablemente para desmantelar sus redes de explotación y conducir a la libertad a quienes son sus víctimas» 

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Santa Misa del Domingo de Resurrección, presidida por el Papa Francisco, 31-3-2024

 


31 de marzo de 2024.-  (Camino Católico Este 31 de marzo, Domingo de Pascua, a las 10, el Papa Francisco ha presidido la Santa Misa desde el atrio de la Plaza de San Pedro abarrotada de fieles y peregrinos de todo el mundo y revestida con las tradicionales y coloridas flores holandesas que llegan cada Pascua hasta el Vaticano. En el vídeo de  Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración.

La ceremonia se ha iniciado con el tradicional rito del “Resurrexit”, en el que dos diáconos han abierto un antiguo icono que representa a Cristo y el Santo Padre ha rezado ante él y más tarde lo ha incensado. Posteriormente, el Papa Francisco ha realizado el rito de aspersión con agua bendita a los fieles presentes en la Misa. 

Tras las lecturas, se ha cantado la secuencia de Pascua y la proclamación del Evangelio se cantó primero en latín y después en griego. Cabe destacar que el Papa Francisco no ha pronunciado ninguna homilía y como cada año permaneció en silencio para invitar a los fieles a realizar una reflexión personal. 

Al finalizar la Santa Misa se ha cantado el Regina Coeli y, por último, el Papa Francisco ha saludado personalmente a cada uno de los Cardenales presentes y ha recorrido la Vía della Conciliazione en el papamóvil para saludar a los fieles.

domingo, 14 de mayo de 2023

Homilía del Evangelio del Domingo: La presencia de Jesús por el Espíritu dentro de nosotros nos santifica, nos inspira, nos mueve / Por P. José María Prats


 * «Jesús insiste en que ‘si le amamos, guardaremos sus mandamientos’. Es decir, solo podemos recibir al Espíritu Santo y con Él al Padre y al Hijo, si guardamos los mandamientos de Jesús. A partir de aquí se entiende muy bien que la Iglesia, para poder recibir cualquier sacramento, nos pida que aceptemos y estemos decididos a guardar los mandamientos. Dios es Señor, y cuando viene a habitar en nosotros a través de los sacramentos, viene a reinar en nosotros. Y no puede hacerlo si negamos su voluntad en algún aspecto importante de nuestra vida. Si no aceptamos incondicionalmente sus mandamientos, Él nos atraerá desde fuera con su Espíritu moviéndonos a la conversión, pero no vendrá a habitar en nosotros»

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domingo, 6 de noviembre de 2022

Homilía del Evangelio del Domingo: Dios nos deja el matrimonio terreno como sacramento que hace presente la relación esponsal con Cristo / Por P. José María Prats


 * «Jesús es el Esposo definitivo, la lámpara que iluminará la Ciudad Santa y que colmará eternamente nuestro anhelo de felicidad. Pero mientras caminamos y luchamos en este mundo sin poder ver al Señor cara a cara. No podemos ver, oír o hablar directamente con Cristo, pero podemos hacerlo a través de su imagen creada: nuestro esposo o esposa»

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domingo, 17 de abril de 2022

Papa Francisco en La bendición Urbi et Orbi, 17-4-2022: «Mirando las llagas gloriosas de Jesús nuestros corazones dejan entrar el anuncio pascual: ‘¡La paz esté con ustedes!’»

 


«Necesitamos al Crucificado Resucitado para creer en la victoria del amor, para esperar en la reconciliación. Hoy más que nunca lo necesitamos a Él, para que poniéndose en medio de nosotros nos vuelva a decir: «¡La paz esté con ustedes!. Solo Él puede hacerlo. Solo Él tiene hoy el derecho de anunciarnos la paz. Solo Jesús, porque lleva las heridas, nuestras heridas. Esas heridas suyas son doblemente nuestras: nuestras porque nosotros se las causamos a Él, con nuestros pecados, con nuestra dureza de corazón, con el odio fratricida; y nuestras porque Él las lleva por nosotros, no las ha borrado de su Cuerpo glorioso, ha querido conservarlas, llevarlas consigo para siempre. Son un sello indeleble de su amor por nosotros, una intercesión perenne para que el Padre celestial las vea y tenga misericordia de nosotros y del mundo entero. Las heridas en el Cuerpo de Jesús resucitado son el signo de la lucha que Él combatió y venció por nosotros con las armas del amor, para que nosotros pudiéramos tener paz, estar en paz, vivir en paz»

Video completo de  13 TV   del Mensaje de Pascua del Papa Francisco y de la bendición Urbi et Orbi traducido al español

* «¡Dejemos entrar la paz de Cristo en nuestras vidas, en nuestras casas y en nuestros países! Que haya paz en la martirizada Ucrania, tan duramente probada por la violencia y la destrucción de la guerra cruel e insensata a la que ha sido arrastrada. Que un nuevo amanecer de esperanza despunte pronto sobre esta terrible noche de sufrimiento y de muerte. Que se elija la paz. Que se dejen de hacer demostraciones de fuerza mientras la gente sufre. Por favor, por favor, no nos acostumbremos a la guerra, comprometámonos todos a pedir la paz con voz potente, desde los balcones y en las calles, paz. Que los responsables de las naciones escuchen el grito de paz de la gente, que escuchen esa inquietante pregunta que se hicieron los científicos hace casi sesenta años: ‘¿Vamos a poner fin a la raza humana; o deberá renunciar la humanidad a la guerra?’  ‘¿Vamos a poner fin a la raza humana; o deberá renunciar la humanidad a la guerra?’»

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Homilía del P. Santiago Martín y Evangelio del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, 17-4-2022


 17 de abril de 2022.- (Camino Católico).- Homilía del P. Santiago Martín FM y lecturas de la celebración del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, emitida por Magníficat TV.

sábado, 16 de abril de 2022

Homilía del Evangelio del Domingo de Pascua: Cristo Resucitado renueva la gracia que recibimos en el bautismo para vivir como ciudadanos del cielo / Por P. José María Prats

 


* «’Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba’, nos ha dicho san Pablo. El tiempo pascual que hoy comenzamos nos invita a tomar conciencia de lo que hemos llegado a ser por la muerte y resurrección del Señor y a vivir con gozo esta nueva vida libre y victoriosa… Resurrección, novedad, victoria, fuerza, santidad, alegría, belleza, plenitud, misión, comunión: Que estas palabras resuenen con fuerza en nuestro corazón y se hagan realidad en nuestra vida a lo largo del tiempo pascual que hoy comenzamos»

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