* «Dejé de militar porque encontré en el Cottolengo un modo diverso y concreto de servir. Las personas que residen allí tienen discapacidades. En ese espacio uno recibe el triple de lo que da. Sentía que el tiempo no me alcanzaba, ayudaba y participaba del Cottolengo, pero me faltaba algo. Fue una experiencia muy fuerte, uno sella su fe. Sentí el llamado de asumir, en la vocación que fuese, lo que Dios quería. Fue un tiempo duro en el que me tuve que poner de frente a mi verdad; sentía que lo mío podía ser la vocación religiosa. Cuando la hermana me dijo que Dios tiene un plan para cada uno quedé descolocada. Somos hijos amados. Él nos pensó en llegar y vivir en plenitud, ahí encontramos la verdadera felicidad»