A la hora de recuperar la fe, para Christian Gálvez ha sido fundamental su mujer Patricia Pardo. Ambos, en la imagen, en la Gruta de Nuestra Señora de Begoña, Miraflores de la Sierra / Foto: Instagram
* «En Jerusalén, el Evangelio dejó de ser un texto y se convirtió en un rostro. Ese viaje solo fue posible porque yo ya iba acompañado por un amor que me estaba transformando por dentro. Patricia me ayudó a reconciliarme conmigo mismo, con mi historia, con mis dudas y con mis miedos. Y cuando uno viaja a Tierra Santa con un corazón así, la experiencia cambia. Fue allí donde comprendí que la fe no es un concepto: es una Persona que te mira y te ama… El Jesús del evangelio de Lucas es el Jesús que se acerca, que toca, que escucha, que dignifica. Ese es el Jesús de mi fe. Y yo me veo con la responsabilidad de mostrar un rostro de Jesús que sane, que abrace, que perdone, porque comulgo con la visión de Lucas»
Vídeo del testimonio de Christian Gálvez en El Debate en noviembre de 2024
Camino Católico.- Tras el rostro televisivo de Christian Gálvez, late un apasionado de la historia, la literatura y la búsqueda de sentido. La trayectoria del presentador y escritor —con novelas, ensayo histórico y literatura infantil a sus espaldas—, ha ido evolucionando hacia territorios cada vez más personales y profundos. Después de explorar el Renacimiento y la Europa del siglo XX, en los últimos años se ha acercado a la época de Jesús de Nazaret, plasmada en su libro ‘Te he llamado por tu nombre’ (2024) y en noviembre de 2025 ha publicado ‘Lucas, el evangelista de los invisibles', adentrándose así en la figura del evangelista que según Christian muestra “un perfil de Jesús misericordioso, el Jesús de mi fe”.
No es casualidad que Christian escriba sobre los orígenes del cristianismo, ya que ha experimentado una fuerte conversión. Tras años alejado de la fe, su retorno comenzó de la mano de su esposa, Patricia Pardo, y se afianzó en un viaje a Jerusalén en el que, según cuenta, el Evangelio dejó de ser teoría para convertirse en una experiencia viva.
“Dejé de creer”
“De niño creía casi de forma natural. La fe era parte del ambiente, de la familia, de la vida. Miraba a Dios como un padre lejano, protector, pero sin una relación personal. Era la fe inocente de quien todavía no ha hecho preguntas, pero tampoco ha sufrido grandes golpes”, relata Christian Gálvez en una entrevista en Omnes.
“En la adolescencia y primera juventud, Caballo de Troya llegó a mi vida como un auténtico terremoto emocional. Me despertó algo que estaba dormido: la curiosidad por la figura humana de Jesús. Benítez me mostró a un Jesús vivo, cercano, profundamente humano. Ese interés hizo crecer una fe más madura, más reflexiva, más íntima que la de mi infancia”, asegura el presentador.
“Pero llegó un momento en mi vida que lo ensombreció todo. Un momento muy duro. Mientras preparaba un documental sobre el turismo sexual en Camboya, fui testigo de una realidad brutal: niños destrozados, vidas rotas, un mal que no cabía en ninguna categoría emocional. Aquello fue, para mí, una grieta espiritual. Me pregunté: ¿Cómo puede Dios permitir esto? Y ese impacto me llevó, poco a poco, casi sin darme cuenta, a perder la fe. Dejé de rezar, dejé de buscar, dejé de creer. Me quedé con silencio, dolor y muchas preguntas”, rememora el escritor.
Christian Gálvez y su mujer Patricia Pardo peregrinaron a Santiago de Compostela y Tierra Santa / Foto: Instagram
“Dios se sirvió de mi esposa Patricia para volver a tocar mi vida”
“Y entonces, años después, apareció lo que yo siempre digo que fue mi verdadero milagro: mi mujer. Patricia no llegó para convencerme de nada, ni para predicarme, ni para empujarme a volver a creer. Llegó para amarme. Para acompañarme sin juicios. Para mostrarme, con su forma de ser, el tipo de amor que yo ya no encontraba en ningún sitio. Y fue ese amor el que empezó a reconstruirme por dentro. A través de ella volví a acercarme a Jesús”, asegura Christian.
Según el presentador, su conversión fue una mezcla de un camino de razón, una sacudida emocional y espiritual: “Pero, sobre todo, fue un regreso al amor. Podría decir que hubo razón, porque yo necesitaba entender, y que hubo emoción, porque hubo momentos que me desbordaron, pero si soy honesto, mi proceso de conversión comenzó con la forma en que mi mujer me amó. Su paciencia, su mirada limpia, su capacidad para acompañarme sin juzgarme…, eso abrió dentro de mí un espacio que hacía años que estaba cerrado. Igual Dios se sirvió de ella para volver a tocar mi vida. Lo digo siempre, mi encuentro con la fe tiene nombre propio: Patricia”.
“Mi mujer es creyente y, gracias a los viajes a Santiago de Compostela, empecé acercarme otra vez poco a poco. Comencé a mirar la fe desde otro punto de vista, lógicamente, con la madurez que te dan los años, empiezas a comprender un poquito más. Vuelves a leer, a acercarte a las Escrituras, a reinterpretar, a entender muchas cosas... El libre albedrío tiene otro significado mucho más amplio, y también mucho más profundo. Gracias a mi chica recuperé la fe en el amor, en la amistad, en mí mismo, que también es importante. Creo que empezó en Santiago de Compostela con ella y culminó en Jerusalén”, dice en una entrevista en El Debate.
“Volví a leer las Escrituras como la mayor fuente de documentación para la novela. No solo las Sagradas Escrituras, sino también todos los evangelios apócrifos y las fuentes no cristianas, que también son fuentes fiables de documentación. Flavio Josefo menciona a Jesús de Nazaret. Tácito menciona el Talmud. Es decir, una serie de documentos no pro cristianos que nos ayudan a entender a una figura que, si para ellos no lo cambió todo, lo intentó cambiar todo”, cuenta.
Christian Gálvez ha cumplido su sueño de ir a Tierra Santa gracias a su esposa Patricia Pardo. / Foto: Instagram
“En Tierra Santa comprendí que la fe no es un concepto: es una Persona que te mira y te ama”
Luego vendría el viaje a Tierra Santa que era un deseo de hacía mucho tiempo de Christian: “Yo creo que la génesis de ese viaje surgió hace muchísimos años, en mi adolescencia, en 1995. Tenía 15 años cuando leí por primera vez Caballo de Troya, de J.J. Benítez, que me fascinó por la manera de acercarnos a esa figura más humana de Jesús de Nazaret. Siempre tenía en mente poder viajar a Tierra Santa, pero no sabría decir por qué ese viaje no se consumó hasta que, a principios del año 2023, antes del conflicto bélico, mi mujer —que ya había estado trabajando como reportera allí en Israel— me dijo: Te voy a llevar a cumplir tu sueño. Nunca había tenido un compañero ni una compañera de viaje que me llevara para allá o con el que pudiera compartir, digamos, ese viaje espiritual”.
“Una vez allí, me fascinó absolutamente todo. Jerusalén fue muy importante porque allí todo dejó de ser teoría y se convirtió en realidad. Yo llevaba años leyendo, investigando, estudiando… incluso negando pero, en Jerusalén, el Evangelio dejó de ser un texto y se convirtió en un rostro. Ese viaje solo fue posible porque yo ya iba acompañado por un amor que me estaba transformando por dentro. Patricia me ayudó a reconciliarme conmigo mismo, con mi historia, con mis dudas y con mis miedos. Y cuando uno viaja a Tierra Santa con un corazón así, la experiencia cambia. Fue allí donde comprendí que la fe no es un concepto: es una Persona que te mira y te ama”, asevera.
“Tuve la fortuna de ir con mi mujer al Jordán. Mi guía era maravilloso, supererudito. Él era judío. Pero llamó al franciscano español que estaba en Jerusalén, y nos lo presentó. A la vuelta mantuve el contacto con él y, de hecho, en 2024 presenté el libro ‘Te he llamado por tu nombre’ en Madrid y estuvo presente. Ha sido el que se ha encargado de supervisar la parte cristiana de la novela. Él es el que me enseñó que, incluso en los momentos de crisis de fe —que ellos también las tienen— al final te das cuenta de que estás mucho más cómodo con los tuyos”, reconoce Gálvez.
“Soy creyente, practicante, católico, y creo en Dios”
“¿Quién es para mí Jesús de Nazaret? Pues es una figura cercana. Es una fuente de inspiración. Es alguien que lo dio todo casi por nada. Alguien que nos enseñó que el cortoplacismo no funciona, que el propósito está más allá de nuestras expectativas. Que el propósito de lo que queremos conseguir en la vida no solo está en nuestras manos, sino que depende de todos los que nos rodean. De que todos juegan un papel fundamental, en mayor o menor medida, en las acciones y las decisiones que tomamos”, asegura..
“Es decir, Judas era necesario en el propósito de Abba —como diría Jesús—. Jesús ya vaticinó hasta en tres ocasiones lo que le iba a pasar. Pero Judas tenía que ser, tenía que existir. O el rol de la Virgen María y de su acto misericordioso de entrega, de entregar lo que más amas para la consecución de un propósito que, posiblemente, ellos en su tiempo no llegarían a ver”, reflexiona.
“A mí a Cristo, me gusta llamarle Jesús de Nazaret. Para la gente no creyente, me gusta contar que alguien tuvo que decir unas cuantas verdades y que eso modeló la historia de la humanidad. Es decir, que si Jesús no hizo milagros, si Jesús no resucitó, sería aun así el cuento más bonito que jamás se ha contado y que a día de hoy se sigue contando”, comparte.
“Me suelen decir que ser creyente hoy en día es un acto revolucionario. Ahora, el hecho de que yo hable de fe, cuando no está de moda la fe, es porque yo me considero feliz, y esa felicidad me ha llegado a través del amor, y el amor me ha llegado a través de la fe en el amor, y la fe en el amor me ha llevado a recuperar una fe casi, casi perdida”, dice Christian.
“Ninguno de nosotros somos perfectos hombres. Somos hombres, sin más. Nos podemos permitir esas pequeñas dudas en Getsemaní y al final darte cuenta de que la duda es humana, de que las crisis de fe son humanas, son pertinentes y a veces incluso son hasta necesarias. Y que al final, independiente de las crisis de fe, cuando la recuperas, te das cuenta de que con quien más cómodo estás es con los tuyos. Yo, que no soy de etiquetas, sí te diría que soy creyente, que soy practicante. Sí que soy católico, claro, y sí creo en Dios. Sí, claro”, afirma.
“Ha habido un cambio en absolutamente todo. Yo siempre estuve en la búsqueda de un propósito en la vida, y creo que el mío era la paternidad. Por diferentes motivos, no llegué a ser padre hasta que conocí a mi mujer. Ella tenía dos peques y quería volver a ser madre. Nos enamoramos, hicimos match enseguida y hemos sido papás. Entonces, la consecución de mi propósito ya está. Es decir, yo hoy en día soy un cristiano pleno. Me siento pleno en su total plenitud. Por lo tanto, soy un hombre feliz”, transparenta.
“Hoy en día, si por ese cambio de fe, me aplauden —no hay motivo para eso tampoco—, pues bien. Pero no pretendo montar ninguna revolución; pretendo ser yo. Y es que eso ya es mucho: ser independiente del qué dirán. Que me critican por creer, pues vale. Yo siempre digo que si ni el chocolate ni Jesús de Nazaret han conseguido unificar la opinión de todos, tampoco lo voy a conseguir yo. Así que no pasa nada”, reconoce.
Y explica que “asumir públicamente que soy creyente fue un acto de coherencia. Me dedico a comunicar; sería absurdo que ocultara algo que hoy da sentido a mi vida. ¿Ha habido críticas? No muchas. ¿Algún comentario irónico o gesto raro? También. Pero no he sufrido una ‘cancelación’ ni laboral, ni personal. Y, sinceramente, incluso si hubiera rechazo, la paz interior que me da vivir en lo que considero verdad lo compensa todo. Además, tengo a mi lado a una mujer que me recuerda cada día que el amor y la fe no se esconde, se vive”.
“El Jesús de Lucas es el Jesús de mi fe”
“El Jesús del evangelio de Lucas es el Jesús que se acerca, que toca, que escucha, que dignifica. Ese es el Jesús de mi fe. Y yo me veo con la responsabilidad de mostrar un rostro de Jesús que sane, que abrace, que perdone, porque comulgo con la visión de Lucas. ¿Mi herramienta? Lo que sé hacer: contar historias. Si mis libros, mis programas o mis entrevistas pueden ayudar a alguien a descubrir un Jesús cercano, entonces mi dedicación habrá tenido sentido”, razona.
“Lucas me ha enseñado algo decisivo: no se trata de desaparecer, sino de transparentar. Que cuando la gente me vea a mí, vea también, o sobre todo, lo que me mueve por dentro. Y aquí vuelvo a mi mujer: ella me ayuda a poner los pies en la tierra, a recordar que no estoy aquí para brillar, sino para compartir. Lo más grande que puedo hacer es que la luz no sea la mía, sino la nuestra”, dice.
Y concluye Christian Gálvez compartiendo que encuentra “a personas que me dicen que, a raíz de ‘Te he llamado por tu nombre’, o después de escuchar alguna entrevista, han vuelto a acercarse a la fe, o han decidido reconciliarse con Dios, o simplemente han empezado a hacerse preguntas que tenían enterradas. Esas historias me conmueven profundamente. Y siento que, en el fondo, no es mérito mío: si algo toca el corazón de alguien es porque antes me tocó a mí’.





