1. Verdades consoladoras
Una de las verdades mejor establecidas y de las más consoladoras que se nos han revelado es que nada nos sucede en la tierra, excepto el pecado, que no sea porque Dios lo quiere; Él es quien envía las riquezas y la pobreza; si estáis enfermos, Dios es la causa de vuestro mal; si habéis recobrado la salud, es Dios quien os la ha devuelto; si vivís, es solamente a Él a quien debéis un bien tan grande; y cuando venga la muerte a concluir vuestra vida, será de su mano de quien recibiréis el golpe mortal.
Pero, cuando nos persiguen los malvados, ¿debemos atribuirlo a Dios? Sí, también le podéis acusar a Él del mal que sufrís. Pero no es la causa del pecado que comete vuestro enemigo al maltrataros, y sí es la causa del mal que os hace este enemigo mientras peca.
No es Dios quien ha inspirado a vuestro enemigo la perversa voluntad que tiene de haceros mal, pero es Él quien le ha dado el poder. No dudéis, si recibís alguna llaga, es Dios mismo quien os ha herido. Aunque todas las criaturas se aliaran contra vosotros, si el Creador no lo quiere, si Él no se une a ellas, si Él no les da la fuerza y los medios para ejecutar sus malos designios, nunca llegarán a hacer nada: No tendrías ningún poder sobre mí si no te hubiera sido dado de lo Alto, decía el Salvador del mundo a Pilatos. Lo mismo podemos decir a los demonios y a los hombres, incluso a las criaturas privadas de razón y de sentimiento. No, no me afligiríais, ni me incomodaríais como hacéis si Dios no lo hubiera ordenado así; es Él quien os envía, Él es quien os da el poder de tentarme y afligirme: No tendríais ningún poder sobre mí si no os fuera dado de lo Alto.
Si meditáramos seriamente, de vez en cuando, este artículo de nuestra fe, no se necesitaría más para ahogar todas nuestras murmuraciones en las pérdidas, en todas las desgracias que nos suceden. Es el Señor quien me había dado los bienes, es Él mismo quien me los ha quitado; no es ni esta partida, ni este juez, ni este ladrón quien me ha arruinado; no es tampoco esta mujer que me ha envenenado con sus medicamentos; si este hijo ha muerto... todo esto pertenecía a Dios y no ha querido dejármelo disfrutar más largo tiempo.
A) CONFIEMOS EN LA SABIDURÍA DE DIOS
Es una verdad de fe que Dios dirige todos los acontecimientos de que se lamenta el mundo; y aún más, no podemos dudar de que todos los males que Dios nos envía nos sean muy útiles: no podemos dudar sin suponer que al mismo Dios le falta la luz para discernir lo que nos conviene.
Si, muchas veces, en las cosas que nos atañen, otro ve mejor que nosotros lo que nos es útil, ¿no será una locura pensar que nosotros vemos las cosas mejor que Dios mismo, que Dios que está exento de las pasiones que nos ciegan, que penetra en el porvenir, que prevé los acontecimientos y el efecto que cada causa debe producir? Vosotros sabéis que a veces los accidentes más importunos tienen consecuencias dichosas, y que por el contrario los éxitos más favorables pueden acabar finalmente de manera funesta. También es una regla que Dios observa a menudo, de ir a sus fines por caminos totalmente opuestos a los que la prudencia humana acostumbra escoger.
En la ignorancia en que estamos de lo que debe acaecernos posteriormente, ¿cómo osaremos murmurar de lo que sufrimos por la permisión de Dios? ¿No tememos que nuestras quejas conduzcan a error, y que nos quejamos cuando tenemos el mayor motivo para felicitamos de su Providencia? José es vendido, se le lleva como esclavo, y se le encarcela; si se afligiera de sus desgracias, se afligiría de su felicidad, pues son otros tantos escalones que elevan insensiblemente hasta el trono de Egipto. Saúl ha perdido las asnas de su padre; es necesario irlas a buscar muy lejos e inútilmente; mucha preocupación y tiempo perdido, es cierto; pero si esta pena le disgusta, no hubiera habido disgusto tan irracional, visto que todo esto estaba permitido para conducirle al profeta que debe ungirle de parte del Señor, para que sea el rey de su pueblo.
¡Cuánta será nuestra confusión cuando comparezcamos delante de Dios, y veamos las razones que habrá tenido de enviarnos estas cruces que hemos recibido tan a pesar nuestro! He lamentado la muerte del hijo único en la flor de la edad: ¡Ay!, pero si hubiera vivido algunos meses o algunos años más, hubiera perecido a manos de un enemigo, y habría muerto en pecado mortal. No he podido consolarme de la ruptura de este matrimonio: Si Dios hubiera permitido que se hubiera realizado, habría pasado mis días en el duelo y la miseria. Debo treinta o cuarenta años de vida a esta enfermedad que he sufrido con tanta impaciencia. Debo mi salvación eterna a esta confusión que me ha costado tantas lágrimas. Mi alma se hubiera perdido de no perder este dinero. ¿De qué nos molestamos?... ¡Dios carga con nuestra conducta, y nos preocupamos! Nos abandonamos a la buena fe de un médico, porque lo suponemos entendido en su profesión; él manda que se os hagan las operaciones más violentas, alguna vez que os abran el cráneo con el hierro; que se os horade, que os corten un miembro para detener la gangrena, que podría llegar hasta el corazón. Se sufre todo esto, se queda agradecido y se le recompensa liberalmente, porque se juzga que no lo haría si el remedio no fuera necesario, porque se piensa que hay que fiar en su arte; ¡y no le concederemos el mismo honor a Dios! Se diría que no nos fiamos de su sabiduría y que tenemos miedo de que nos descaminara. ¡Cómo!, ¿entregáis vuestro cuerpo a un hombre que puede equivocarse y cuyos menores errores pueden quitaros la vida, y no podéis someteros a la dirección del Señor?
Si viéramos todo lo que Él ve, querríamos infaliblemente todo lo que Él quiere; se nos vería pedirle con lágrimas las mismas aficiones que procuramos apartar por nuestros votos y nuestras oraciones. A todos nos dice lo que dijo a los hijos del Zebedeo: Nescítis quid petatis; hombres ciegos, tengo piedad de vuestra ignorancia, no sabéis lo que pedís; dejadme dirigir vuestros intereses, conducir vuestra fortuna, conozco mejor que vosotros lo que necesitáis; si hasta ahora hubiera tenido consideración a vuestros sentimientos y a vuestros gustos, estaríais ya perdidos y sin recurso.
B) CUANDO DIOS NOS PRUEBA
¿Pero queréis estar persuadidos que en todo lo que Dios permite, en todo lo que os sucede, sólo se persigue vuestro verdadero interés, vuestra verdadera dicha eterna? Reflexionad un poco en todo lo que ha hecho por vosotros. Ahora estáis en la aflicción; pensad que el autor de ella, es el mismo que ha querido pasar toda su vida en dolores para ahorraros los eternos; que es el mismo que tiene su ángel a vuestro lado, velando bajo su mandato en todos vuestros caminos y aplicándose a apartar todo lo que podría herir vuestro cuerpo o mancillar vuestra alma; pensad que el que os ata a esta pena es el mismo que en nuestros altares no cesa de rogar y de sacrificarse mil veces al día para expiar vuestros crímenes y para apaciguar la cólera de su Padre a medida que le irritáis; que es el que viene a vosotros con tanta bondad en el sacramento de la Eucaristía, el que no tiene mayor placer, que el de conversar con vosotros y el de unirse a vosotros. Tras estas pruebas de amor, ¡qué ingratitud más grande desconfiar de Él, dudar sobre si nos visita para hacernos bien o para perjudicarnos! &emdash;¡Pero me hiere cruelmente, hace pesar su mano sobre mí! &emdash;¿Qué habéis de temer de una mano que ha sido perforada, que se ha dejado clavar a la cruz por vosotros? &emdash;¡Me hace caminar por un camino espinoso! &emdash;¿Si no hay otro para ir al cielo, desgraciados seréis, si preferís perecer para siempre antes que sufrir por un tiempo! ¿No es éste el mismo camino que ha seguido antes que vosotros y por amor vuestro? ¿Habéis encontrado alguna espina que no haya señalado, que no haya teñido con su sangre? ¡Me presenta un cáliz lleno de amargura! Sí, pero pensad que es vuestro divino Redentor quien os lo presenta; amándoos tanto corno lo hace, ¿podría trataros con rigor si no tuviera una extraordinaria utilidad o una urgente necesidad? Tal vez habéis oído hablar del príncipe que prefirió exponerse a ser envenenado antes que rechazar el brebaje que su médico le había ordenado beber, porque había reconocido siempre en este médico mucha fidelidad y mucha afección a su persona. Y nosotros, cristianos, ¡rechazaremos el cáliz que nos ha preparado nuestro divino Maestro, osaremos ultrajarle hasta ese punto! Os suplico que no olvidéis esta reflexión; si no me equivoco, basta para hacernos amar las disposiciones de la voluntad divina por molestas que nos parezcan. Además, éste es el medio de asegurar infaliblemente nuestra dicha incluso desde esta vida.
C) ARROJARSE EN LOS BRAZOS DE DIOS
Supongo, por ejemplo, que un cristiano se ha liberado de todas las ilusiones del mundo por sus reflexiones y por las luces que ha recibido de Dios, que reconoce que todo es vanidad, que nada puede llenar su corazón, que lo que ha deseado con las mayores ansias es a menudo fuente de los pesares más mortales; que apenas si se puede distinguir lo que nos es útil de lo que nos es nocivo, porque el bien y el mal están mezclados casi por todas partes, y lo que ayer era lo más ventajoso es hoy lo peor; que sus deseos no hacen más que atormentarle, que los cuidados que toma para triunfar le consumen y algunas veces le perjudican, incluso en sus planes, en lugar de hacerlos avanzar; que, al fin y al cabo, es una necesidad el que se cumpla la voluntad de Dios, que no se hace nada fuera de su mandato y que no ordena nada a nuestro respecto que no nos sea ventajoso.
Después de percibir todo esto, supongo también que se arroja a los brazos de Dios como un ciego, que se entrega a Él, por decirlo así, sin condiciones ni reservas, resuelto enteramente a fiarse a Él en todo y de no desear nada, no temer nada, en una palabra, de no querer nada más que lo que Él quiera, y de querer igualmente todo lo que Él quiera; afirmo que desde este momento esta dichosa criatura adquiere una libertad perfecta, que no puede ser contrariada ni obligada, que no hay ninguna autoridad sobre la tierra, ninguna potencia que sea capaz de hacerle violencia o de darle un momento de inquietud.
Pero, ¿no es una quimera que a un hombre le impresionen tanto los males como los bienes? No, no es ninguna quimera; conozco personas que están tan contentas en la enfermedad como en la salud, en la riqueza como en la indigencia; incluso conozco quienes prefieren la indigencia y la enfermedad a las riquezas y a la salud.
Además no hay nada más cierto que lo que os voy a decir: Cuanto más nos sometamos a la voluntad de Dios, más condescendencia tiene Dios con nuestra voluntad. Parece que desde que uno se compromete únicamente a obedecerle, Él sólo cuida de satisfacernos: y no sólo escucha nuestras oraciones, sino que las previene, y busca hasta el fondo de nuestro corazón estos mismos deseos que intentamos ahogar para agradarle y los supera a todos.
En fin, el gozo del que tiene su voluntad sumisa a la voluntad de Dios es un gozo constante, inalterable, eterno. Ningún temor turba su felicidad, porque ningún accidente puede destruirla. Me lo represento como un hombre sentado sobre una roca en medio del océano; ve venir hacia él las olas más furiosas sin espantarse, le agrada verlas y contarlas a medida que llegan a romperse a sus pies; que el mar esté calmo o agitado, que el viento impulse las olas de un lado o del otro, sigue inalterable porque el lugar donde se encuentra es firme e inquebrantable.
De ahí nace esa paz, esta calma, ese rostro siempre sereno, ese humor siempre igual que advertimos en los verdaderos servidores de Dios.
D) PRÁCTICA DEL ABANDONO CONFIADO
Nos queda por ver cómo podemos alcanzar esta feliz sumisión. Un camino seguro para conducirnos es el ejercicio frecuente de esta virtud. Pero como las grandes ocasiones de practicarla son bastante raras, es necesario aprovechar las pequeñas que son diarias y cuyo buen uso nos prepara en seguida para soportar los mayores reveses, sin conmovernos. No hay nadie a quien no sucedan cien cosillas contrarias a sus deseos e inclinaciones, sea por nuestra imprudencia o distracción, sea por la inconsideración o malicia de otro, ya sean el fruto de un puro efecto del azar o del concurso imprevisto de ciertas causas necesarias. Toda nuestra vida está sembrada de esta clase de espinas que sin cesar nacen bajo nuestras pisadas, que producen en nuestro corazón mil frutos amargos, mil movimientos involuntarios de aversión, de envidia, de temor, de impaciencia, mil enfados pasajeros, mil ligeras inquietudes, mil turbaciones que alteran la paz de nuestra alma al menos por un momento. Se nos escapa por ejemplo una palabra que no quisiéremos haber dicho o nos han dicho otra que nos ofende; un criado sirve mal o con demasiada lentitud, un niño os molesta, un importuno os detiene, un atolondrado tropieza con vosotros, un caballo os cubre de lodo, hace un tiempo que os desagrada, vuestro trabajo no va como desearíais, se rompe un mueble, se mancha un traje o se rompe. Sé que en todo esto no hay que ejercitar una virtud heroica, pero os digo que bastaría para adquirirla infaliblemente si quisiéramos; pues si alguien tuviera cuidado para ofrecer a Dios tolas estas contrariedades y aceptarlas como dadas por su Providencia, y si además se dispusiera insensiblemente a una unión muy íntima con Dios, será capaz en poco tiempo de soportar los más tristes y funestos accidentes de la vida.
A este ejercicio que es tan fácil, y sin embargo tan útil para nosotros y tan agradable a Dios que ni puedo decíroslo, hemos de añadir también otro. Pensad todos los días, por las mañanas, en todo lo que pueda sucederos de molesto a lo largo del día. Podría suceder que en este día os trajeran la nueva de un naufragio, de una bancarrota, de un incendio; quizá antes de la noche recibiréis alguna gran afrenta, alguna confusión sangrante; tal vez sea la muerte la que os arrebatará la persona más querida de vosotros; tampoco sabéis si vais a morir vosotros mismos de una manera trágica y súbitamente. Aceptad todos estos males en caso de que quiera Dios permitirlos; obligad vuestra voluntad a consentir en este sacrificio y no os deis ningún reposo hasta que no la sintáis dispuesta a querer o a no querer todo lo que Dios quiera o no quiera.
En fin, cuando una de estas desgracias se deje en efecto sentir, en lugar de perder el tiempo quejándose de los hombres o de la fortuna, id a arrojaros a los pies de vuestro divino Maestro, para pedirle la gracia de soportar este infortunio con constancia. Un hombre que ha recibido una llaga mortal, si es prudente no correrá detrás del que le ha herido, sino ante todo irá al médico que puede curarle. Pero si en semejantes encuentros, buscarais la causa de vuestros males, también entonces deberíais ir a Dios pues no puede ser otro el causante de vuestro mal.
Id pues a Dios, pero id pronto, inmediatamente, que sea éste el primero de todos vuestros cuidados; id a contarle, por así decirlo, el trato que os ha dado, el azote de que se ha servido para probaros. Besad mil veces las manos de vuestro Maestro crucificado, esas manos que os han herido, que han hecho todo el mal que os aflige. Repetid a menudo aquellas palabras que también Él decía a su Padre, en lo más agudo de su dolor: Señor, que se haga vuestra voluntad y no la mía; Fiat voluntas tua. Sí mi Dios, en todo lo que queráis de mí hoy y siempre, en el cielo y en la tierra, que se haga esta voluntad, pero que se haga en la tierra como se cumple en el cielo.
jueves, 18 de octubre de 2007
El arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, será cardenal
(ZENIT.org).- Un recuerdo por su padres difuntos por haber sido educado en la fe cristiana, y un agradecimiento a Benedicto XVI han sido las primeras reacciones del arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, que será creado cardenal por el Papa el próximo 24 de noviembre en Roma.
En una rueda de prensa posterior al nombramiento, monseñor Martínez Sistach, de 69 años, ha dicho que este nombramiento significa «un llamamiento a vivir más intensamente la fe en Jesucristo» y a dar testimonio «en todo momento con fidelidad y abnegación».
El arzobispo desea que este nombramiento sea «un nuevo estímulo» para toda la diócesis de Barcelona para «llevar a cabo con confianza y ilusión el trabajo de evangelización» y ha pedido oraciones a los diocesanos por este servicio que se le ha encomendado.
«En estos momentos recuerdo especialmente mis padres, ya fallecidos, que me dieron una educación cristiana. Esta fe recibida, vivida con mis padres y mis hermanas en el seno de una familia cristiana, me llevó a responder al llamamiento del Señor en el ministerio presbiteral».
El arzobispo nació en Barcelona el 29 de abril de 1938. Estudió con los Hermanos Maristas y en el año 1954 estudió filosofía y teología en el Seminario Mayor de Barcelona. Después de obtener en título de Magisterio fue ordenado presbítero el 17 de septiembre de 1961 por el arzobispo Gregorio Modrego Casaus.
Enviado a Roma en 1962, finalizó sus estudios en derecho canónico en la Pontificia Universidad de Letrán. Su tesis doctoral versó sobre «El derecho de asociación en la Iglesia».
De regreso a Barcelona fue miembro de equipos sacerdotales, profesor de religión y consiliario de los Equipos de la Virgen y consiliario diocesano de los Graduados de Acción Católica.
Fue notario secretario del Tribunal Eclesiástico de Barcelona y el año 1973 fue nombrado juez viceprovisor de este tribunal.
Ha sido profesor de derecho canónico en la Facultad de Teología de Cataluña, en el Instituto Teológico Martí Codolar de los Padres Salesianos y en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas.
El cardenal Narcís Jubany le nombró vicario general de Barcelona en el año 1979 con la responsabilidad de asegurar la coordinación de todos los organismos de la curia diocesana.
Juan Pablo II le nombró obispo auxiliar de Barcelona el 13 de noviembre de 1987. Recibió la ordenación episcopal el mismo año en la catedral de Barcelona.
Desde el año 1971 hasta 1977 fue vicesecretario de la Conferencia Episcopal Tarraconense y en 1977 fue nombrado secretario, además de haber sido encargado de jóvenes, pastoral de la salud y de relación con órdenes y congregaciones religiosas.
Vicario general de Barcelona, también fue presidente de la Asociación Española de Canonistas.
En 1986 se publicó su tesis doctoral, de la que hay ya cinco ediciones.
El nuevo cardenal ha sido presidente de la Junta Episcopal de Asuntos Jurídicos de la Conferencia Episcopal Española.
En 1991 fue nombrado obispo de Tortosa y participó en el Concilio Provincial Tarraconense.
El 20 de febrero de 1997 fue nombrado arzobispo metropolita de Tarragona. Es presidente de la Conferencia Episcopal Tarraconense y miembro de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española.
Este nuevo cardenal catalán es consultor del Pontificio Consejo para los Laicos y es miembro del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos.
El 15 de junio del año 2004 fue nombrado arzobispo metropolita de Barcelona.
Entre otros temas, ha publicado libros y artículos sobre cuestiones canónicas y pastorales relativas al matrimonio, a la organización de la Iglesia y a las relaciones entre Iglesia y Estado.
En una rueda de prensa posterior al nombramiento, monseñor Martínez Sistach, de 69 años, ha dicho que este nombramiento significa «un llamamiento a vivir más intensamente la fe en Jesucristo» y a dar testimonio «en todo momento con fidelidad y abnegación».
El arzobispo desea que este nombramiento sea «un nuevo estímulo» para toda la diócesis de Barcelona para «llevar a cabo con confianza y ilusión el trabajo de evangelización» y ha pedido oraciones a los diocesanos por este servicio que se le ha encomendado.
«En estos momentos recuerdo especialmente mis padres, ya fallecidos, que me dieron una educación cristiana. Esta fe recibida, vivida con mis padres y mis hermanas en el seno de una familia cristiana, me llevó a responder al llamamiento del Señor en el ministerio presbiteral».
El arzobispo nació en Barcelona el 29 de abril de 1938. Estudió con los Hermanos Maristas y en el año 1954 estudió filosofía y teología en el Seminario Mayor de Barcelona. Después de obtener en título de Magisterio fue ordenado presbítero el 17 de septiembre de 1961 por el arzobispo Gregorio Modrego Casaus.
Enviado a Roma en 1962, finalizó sus estudios en derecho canónico en la Pontificia Universidad de Letrán. Su tesis doctoral versó sobre «El derecho de asociación en la Iglesia».
De regreso a Barcelona fue miembro de equipos sacerdotales, profesor de religión y consiliario de los Equipos de la Virgen y consiliario diocesano de los Graduados de Acción Católica.
Fue notario secretario del Tribunal Eclesiástico de Barcelona y el año 1973 fue nombrado juez viceprovisor de este tribunal.
Ha sido profesor de derecho canónico en la Facultad de Teología de Cataluña, en el Instituto Teológico Martí Codolar de los Padres Salesianos y en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas.
El cardenal Narcís Jubany le nombró vicario general de Barcelona en el año 1979 con la responsabilidad de asegurar la coordinación de todos los organismos de la curia diocesana.
Juan Pablo II le nombró obispo auxiliar de Barcelona el 13 de noviembre de 1987. Recibió la ordenación episcopal el mismo año en la catedral de Barcelona.
Desde el año 1971 hasta 1977 fue vicesecretario de la Conferencia Episcopal Tarraconense y en 1977 fue nombrado secretario, además de haber sido encargado de jóvenes, pastoral de la salud y de relación con órdenes y congregaciones religiosas.
Vicario general de Barcelona, también fue presidente de la Asociación Española de Canonistas.
En 1986 se publicó su tesis doctoral, de la que hay ya cinco ediciones.
El nuevo cardenal ha sido presidente de la Junta Episcopal de Asuntos Jurídicos de la Conferencia Episcopal Española.
En 1991 fue nombrado obispo de Tortosa y participó en el Concilio Provincial Tarraconense.
El 20 de febrero de 1997 fue nombrado arzobispo metropolita de Tarragona. Es presidente de la Conferencia Episcopal Tarraconense y miembro de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española.
Este nuevo cardenal catalán es consultor del Pontificio Consejo para los Laicos y es miembro del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos.
El 15 de junio del año 2004 fue nombrado arzobispo metropolita de Barcelona.
Entre otros temas, ha publicado libros y artículos sobre cuestiones canónicas y pastorales relativas al matrimonio, a la organización de la Iglesia y a las relaciones entre Iglesia y Estado.
La enorme disparidad entre ricos y pobres es una ofensa, afirma el Papa
(ZENIT.org).- Benedicto XVI denunció este miércoles la enorme disparidad que se da entre ricos y pobres, calificándola de ofensa para la dignidad humana, al unirse a la Jornada Mundial del Rechazo de la Miseria.
«¡Cuántas poblaciones viven todavía en condiciones de extrema pobreza!», exclamó el pontífice al final de la audiencia general de este miércoles en la que participaron unas 50.000 personas.
«La disparidad entre ricos y pobres se ha hecho más evidente e inquietante, también en los países económicamente más avanzados», indicó.
«Esta situación preocupante interpela a la conciencia de la humanidad, porque las condiciones en que se hallan tantas personas ofenden la dignidad del ser humano y comprometen, por tanto, el progreso auténtico y armónico de la comunidad mundial».
El Papa alentó por último «a multiplicar los esfuerzos para eliminar las causas de la pobreza y sus consecuencias trágicas».
La Jornada Mundial del Rechazo de la Miseria fue creada por iniciativa del padre Joseph Wresinski (1917- 1988), fundador del movimiento «ATD Cuarto Mundo», el 17 de octubre de 1987, cuando colocó en el atrio del Trocadero, en París, una lápida «por las víctimas de la miseria».
La iniciativa fue asumida por las Naciones Unidas en 1992 con el título de Jornada Internacional para la Eliminación de la Pobreza.
La celebración oficial de la Jornada en la ciudad eterna se celebró ayer, a las 18,00 horas, en el atrio de la Basílica de San Juan de Letrán, catedral de Roma, en torno a la lápida que reproduce la que se encuentra en el Trocadero de París.
La lápida lleva la inscripción: «Allí donde hay hombres condenados a vivir en la miseria, se violan los derechos humanos. Unirse para hacerlos respetar es un deber sagrado».
Esta frase original del Trocadero fue completada en la lápida romana con las palabras de Juan Pablo II: "Nunca más discriminaciones, exclusiones, opresiones, desprecio de los pobres y de los últimos."
«¡Cuántas poblaciones viven todavía en condiciones de extrema pobreza!», exclamó el pontífice al final de la audiencia general de este miércoles en la que participaron unas 50.000 personas.
«La disparidad entre ricos y pobres se ha hecho más evidente e inquietante, también en los países económicamente más avanzados», indicó.
«Esta situación preocupante interpela a la conciencia de la humanidad, porque las condiciones en que se hallan tantas personas ofenden la dignidad del ser humano y comprometen, por tanto, el progreso auténtico y armónico de la comunidad mundial».
El Papa alentó por último «a multiplicar los esfuerzos para eliminar las causas de la pobreza y sus consecuencias trágicas».
La Jornada Mundial del Rechazo de la Miseria fue creada por iniciativa del padre Joseph Wresinski (1917- 1988), fundador del movimiento «ATD Cuarto Mundo», el 17 de octubre de 1987, cuando colocó en el atrio del Trocadero, en París, una lápida «por las víctimas de la miseria».
La iniciativa fue asumida por las Naciones Unidas en 1992 con el título de Jornada Internacional para la Eliminación de la Pobreza.
La celebración oficial de la Jornada en la ciudad eterna se celebró ayer, a las 18,00 horas, en el atrio de la Basílica de San Juan de Letrán, catedral de Roma, en torno a la lápida que reproduce la que se encuentra en el Trocadero de París.
La lápida lleva la inscripción: «Allí donde hay hombres condenados a vivir en la miseria, se violan los derechos humanos. Unirse para hacerlos respetar es un deber sagrado».
Esta frase original del Trocadero fue completada en la lápida romana con las palabras de Juan Pablo II: "Nunca más discriminaciones, exclusiones, opresiones, desprecio de los pobres y de los últimos."
Manos unidas denuncia que 854 millones de personas padecen hambre crónica
En los Días de la Alimentación y de la Erradicación de la Pobreza Manos Unidas ha publicado el siguiente comunicado:
Las cifras de la vergüenza permanecen prácticamente inamovibles:
-854 millones de personas padecen hambre crónica
-1 de cada 6 personas vive por debajo del umbral de la pobreza
-En los países en desarrollo 1 de cada 5 niños morirá antes de cumplir el primer año de vida
Los días 16 y 17 de octubre se han celebrado, respectivamente, el Día Mundial de la Alimentación y el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, que engloban el primero y, con toda probabilidad, más importante de los Objetivos de Desarrollo del Mileno (*): “Erradicar la pobreza extrema y el hambre”.
Hambre y pobreza son dos conceptos intrínsecamente relacionados. No son sólo la carencia física de alimentos o de bienes materiales, sino la falta de asistencia sanitaria, de escolarización, de trabajo, de vivienda o de libertad. El hambre, junto con la pobreza, es la mayor vulneración de los derechos que, teóricamente, asisten a los seres humanos desde su nacimiento. Es un robo, consentido y a veces fomentado, de la dignidad y de las posibilidades de desarrollo de las personas.
"Luchar contra el hambre, la deficiente nutrición, la miseria, la enfermedad, el subdesarrollo, la falta de instrucción y las causas que lo provocan" son desde hace casi 50 años los fines prioritarios de Manos Unidas. Unos desafíos que no deben ser materia de un solo día, sino una prioridad en las agendas de todas las personas implicadas en la consecución de un mundo mejor.
En 2006 Manos Unidas aprobó 833 proyectos de desarrollo en 65 países por importe de 45.209.007 euros. Dichos proyectos se distribuyen en cinco sectores prioritarios de cooperación: agropecuarios (12%), sanitarios (16%), promoción social (20%), educación (35%) y promoción de la mujer (17%).
miércoles, 17 de octubre de 2007
18 de Octubre: San Lucas Evangelista
San Lucas Evangelista
Siglo I
Gracias Lucas por tu bello evangelio y tu libro de Los Hechos de
los Apóstoles. Queremos leer muchas veces tan bellos escritos.
Sed misericordiosos como vuestro Padre Celestial
es misericordioso (San Lucas 6,36).
Lucas significa: "luminoso, iluminado" (viene del latín "luce" = luz).
San Lucas escribió dos libros muy famosos: el tercer Evangelio y Los Hechos de los apóstoles. Es un escritor muy agradable, y el que tiene el estilo más hermoso en el Nuevo Testamento. Sus dos pequeños libros se leen con verdadero agrado.
Era médico. San Pablo lo llama "Lucas, el médico muy amado", y probablemente cuidaba de la quebrantada salud del gran apóstol.
Era compañero de viajes de San Pablo. En los Hechos de los apóstoles, al narrar los grandes viajes del Apóstol, habla en plural diciendo "fuimos a... navegamos a..." Y va narrando con todo detalle los sucesos tan impresionantes que le sucedieron a San Pablo en sus 4 famosos viajes. Lucas acompañó a San Pablo cuando éste estuvo prisionero, primero dos años en Cesarea y después otros dos en Roma. Es el único escritor del Nuevo Testamento que no es israelita. Era griego.
El poeta Dante le dio a San Lucas este apelativo: "el que describe la amabilidad de Cristo". Y con razón el Cardenal Mercier cuando un alumno le dijo: "Por favor aconséjeme cuál es el mejor libro que se ha escrito acerca de Jesucristo", le respondió: "El mejor libro que se ha escrito acerca de Jesucristo se llama: El Evangelio de San Lucas". Un autor llamó a este escrito: "El libro más encantador del mundo".
Como era médico era muy comprensivo. Dicen que un teórico de oficina, ve a las gentes mejor de lo que son. Un sociólogo las ve peor de lo que son en realidad. Pero el médico ve a cada uno tal cual es. San Lucas veía a las personas tal cual son (mitad debilidad y mitad buena voluntad) y las amaba y las comprendía.
En su evangelio demuestra una gran estimación por la mujer. Todas las mujeres que allí aparecen son amables y Jesús siempre les demuestra gran aprecio y verdadera comprensión.
Su evangelio es el más fácil de leer, de todos los cuatro. Son 1,200 renglones escritos en excelente estilo literario. Lo han llamado "el evangelio de los pobres", porque allí aparece Jesús prefiriendo siempre a los pequeños, a los enfermos, a los pobres y a los pecadores arrepentidos. Es un Jesús que corre al encuentro de aquellos para quienes la vida es más dura y angustiosa.
También se ha llamado: "el evangelio de la oración", porque presenta a Jesús orando en todos los grandes momentos de su vida e insistiendo continuamente en la necesidad de orar siempre y de no cansarse de orar.
Otro nombre que le han dado a su escrito es el "evangelio de los pecadores", porque presenta siempre a Jesús infinitamente comprensivo con los que han sido víctimas de las pasiones humanas. San Lucas quiere insistir en que el amor de Dios no tiene límites ni rechaza a quien desea arrepentirse y cambiar de vida. Por eso los pecadores leen con tanto agrado y consuelo el evangelio de San Lucas. Es que fue escrito pensando en ellos.
Su evangelio es el que narra los hechos de la infancia de Jesús, y en él se han inspirado los más famosos pintores para representar en imágenes tan amables escenas.
Dicen que murió soltero, a la edad de 84 años, después de haber gastado su vida en hacer conocer y amar a Nuestro Señor Jesucristo.
Siglo I
Gracias Lucas por tu bello evangelio y tu libro de Los Hechos de
los Apóstoles. Queremos leer muchas veces tan bellos escritos.
Sed misericordiosos como vuestro Padre Celestial
es misericordioso (San Lucas 6,36).
Lucas significa: "luminoso, iluminado" (viene del latín "luce" = luz).
San Lucas escribió dos libros muy famosos: el tercer Evangelio y Los Hechos de los apóstoles. Es un escritor muy agradable, y el que tiene el estilo más hermoso en el Nuevo Testamento. Sus dos pequeños libros se leen con verdadero agrado.
Era médico. San Pablo lo llama "Lucas, el médico muy amado", y probablemente cuidaba de la quebrantada salud del gran apóstol.
Era compañero de viajes de San Pablo. En los Hechos de los apóstoles, al narrar los grandes viajes del Apóstol, habla en plural diciendo "fuimos a... navegamos a..." Y va narrando con todo detalle los sucesos tan impresionantes que le sucedieron a San Pablo en sus 4 famosos viajes. Lucas acompañó a San Pablo cuando éste estuvo prisionero, primero dos años en Cesarea y después otros dos en Roma. Es el único escritor del Nuevo Testamento que no es israelita. Era griego.
El poeta Dante le dio a San Lucas este apelativo: "el que describe la amabilidad de Cristo". Y con razón el Cardenal Mercier cuando un alumno le dijo: "Por favor aconséjeme cuál es el mejor libro que se ha escrito acerca de Jesucristo", le respondió: "El mejor libro que se ha escrito acerca de Jesucristo se llama: El Evangelio de San Lucas". Un autor llamó a este escrito: "El libro más encantador del mundo".
Como era médico era muy comprensivo. Dicen que un teórico de oficina, ve a las gentes mejor de lo que son. Un sociólogo las ve peor de lo que son en realidad. Pero el médico ve a cada uno tal cual es. San Lucas veía a las personas tal cual son (mitad debilidad y mitad buena voluntad) y las amaba y las comprendía.
En su evangelio demuestra una gran estimación por la mujer. Todas las mujeres que allí aparecen son amables y Jesús siempre les demuestra gran aprecio y verdadera comprensión.
Su evangelio es el más fácil de leer, de todos los cuatro. Son 1,200 renglones escritos en excelente estilo literario. Lo han llamado "el evangelio de los pobres", porque allí aparece Jesús prefiriendo siempre a los pequeños, a los enfermos, a los pobres y a los pecadores arrepentidos. Es un Jesús que corre al encuentro de aquellos para quienes la vida es más dura y angustiosa.
También se ha llamado: "el evangelio de la oración", porque presenta a Jesús orando en todos los grandes momentos de su vida e insistiendo continuamente en la necesidad de orar siempre y de no cansarse de orar.
Otro nombre que le han dado a su escrito es el "evangelio de los pecadores", porque presenta siempre a Jesús infinitamente comprensivo con los que han sido víctimas de las pasiones humanas. San Lucas quiere insistir en que el amor de Dios no tiene límites ni rechaza a quien desea arrepentirse y cambiar de vida. Por eso los pecadores leen con tanto agrado y consuelo el evangelio de San Lucas. Es que fue escrito pensando en ellos.
Su evangelio es el que narra los hechos de la infancia de Jesús, y en él se han inspirado los más famosos pintores para representar en imágenes tan amables escenas.
Dicen que murió soltero, a la edad de 84 años, después de haber gastado su vida en hacer conocer y amar a Nuestro Señor Jesucristo.
Curación Carismática. Sanación cristiana / Autor: Ceferino Santos S. J.
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Ha fallecido el P. Ceferino Santos S.J., Director de la revista "Nuevo Pentecostés", editada por la Renovación Carismática Católica de España, que podemos ver a la izquierda de la fotografía. Rogamos una oración por su alma. El funeral por el P. Ceferino tendrá lugar el próximo sábado, 20 de octubre, en el Templo María Reparadora c/ Fomento, 13, (Madrid), a las 18,00 h.
Ceferino Santos pasó, como Jesús, deseando ardientemente hacer la voluntad de Dios y ser un sembrador del Amor del Padre del Cielo. Su sabiduría e inteligencia humana fueron impregnadas por el transcurrir de los años por la luz de Cristo resucitado. El P. Ceferino dió la vida para enseñar como andar hacia la Casa del Padre. La Renovación Carismática Católica de España y la Compañia de Jesús fueron lugares donde aprender de Dios y entregarse. Demos gracias por su vida. La enseñanza que sigue la publicamos como homenaje póstumo al P. Ceferino Santos, sabiendo que resume toda su vida espiritual: el deseaba que cada persona que encontrará a su paso pusiera el corazón en manos de Dios para ser sanado totalmente y poder ser habilitado para servir como lo fue la suegra de Pedro.
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HABLAR de curación carismática no supone en modo alguno hablar de algo extraño, mágico, esotérico o supersticioso. Hablar de sanación carismática es equivalente a exponer lo que es la sanación cristiana, qué significa la curación con Cristo y con la fuerza de Cristo sanador. No se trata de nada más que de revivir la acción sanadora de Cristo entre su pueblo enfermo y herido, y todo a partir de la fe en Cristo, médico de los cuerpos y de las almas, ayer, hoy y hasta el fin de los tiempos.
CRISTO, SANADOR DEL HOMBRE TOTAL
El nuevo Catecismo de la Iglesia Católica al hablar de la sanación cristiana o por Cristo coincide plenamente con lo que se dice sobre la sanación carismática en los libros que tocan este tema. Los principios teológicos de la sanación cristiana y carismática son los mismos; parecidos son los métodos curativos empleados y su base cristológica y evangélica, aunque siempre caben leves diferencias de importación en el uso, la amplitud y el alcance de los carismas curativos.
1). Cristo Sanador.
En el principio de toda sanación carismática y cristiana está Cristo, sanador del hombre total. El Verbo de Dios se encarnó para salvar al hombre completo. (Cat. I.C, n° 457). En este mismo número del Catecismo de la Iglesia Católica nos dice San Gregorio de Niza: "Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, exigía ser restablecida; muerta, resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien; era necesario que se nos devolviera... Estando cautivos, esperábamos un Salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador "
En Cristo empieza a estar sanada nuestra naturaleza herida y su sanación llega muchas veces hasta nuestro cuerpo y nuestra alma enfermos, aun antes de la resurrección gloriosa.
2. Cristo médico.
Cristo actuó como médico de los cuerpos y de las almas en su vida mortal. Así lo llamó el Concilio Vaticano II (SC, 5) y el Catecismo de la Iglesia Católica repite la misma idea:
"La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase (Mt 4,24) son signo maravilloso de que "Dios ha visitado a su pueblo" (Lc 7,16)... El vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo; es el médico que los enfermos necesitan" (no 1503).
El Catecismo recuerda que "los enfermos trataban de tocarlo (Mc 1,41; 3,10; 6,56) "pues salía de él una fuerza que los curaba a todos" (Lc 6,19)" (no 1504).
"Todos" significa aquí una generalización por "muchos". De hecho, Cristo "no curó" a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios" (no. 1505).
La enseñanza del nuevo catecismo sobre sanación coincide con la enseñanza evangélica y carismática sobre el tema: "Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan" (Lc 7,22). Cristo curaba toda enfermedad y toda dolencia: endemoniados, epilépticos, paralíticos (Mt 4,2324), lo mismo las enfermedades del alma que las del cuerpo.
3. Cristo, Señor de todo.
Al reconocer en el Nuevo Testamento el título divino del Señor en la persona de Jesús, se le está reconociendo su dominio sobre el mundo, sobre la historia y sobre la enfermedad: A lo largo de toda su vida pública sus actos de dominio sobre la naturaleza, sobre las enfermedades, sobre los demonios, sobre la muerte y el pecado demostraban su naturaleza divina" (no 447).
Ejercer dominio y poder de sanación sobre las enfermedades significa que el señorío de Cristo se extiende también a este campo de desorden y deficiencia en la naturaleza humana.
LOS APÓSTOLES Y DISCIÍPULOS DE JESÚS
CRISTO, sanador, transmite a los apóstoles y discípulos que creen en Él, el "oficio" de sanar enfermos de alma y de cuerpo:
"A los que crean les acompañarán estas señales: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes y, si beben algún veneno, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos" (Mc 16,17-18).
Este mandato lo reciben en primer lugar los apóstoles; luego, los demás discípulos. El Catecismo de la Iglesia Católica lo recuerda: "Sanad a los enfermos" (Mt 10,8). Cristo invita a sus discípulos a seguirle tomando a su vez su cruz (Mt 10,38); ...les hace participar de su ministerio de compasión y de curación: "'y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban" (Mc 6,12-13)" (no 1506).
Con el poder del nombre de Jesús Pedro y Juan curan al paralítico del templo (Hch 3,6-7); en Samaría, el diácono Felipe realiza prodigios, lanza espíritus impuros y cura paralíticos y lisiados (Hch 8,6- 7); Pablo en Listra cura a un inválido (Hch 14,8-10); en Filipos expulsa un espíritu de adivinación de una sirvienta (Hch 16,18); y en Efeso Dios hacía por medio de Pablo prodigios extraordinarios, hasta el punto que bastaba aplicar a los enfermos los pañuelos que llevaba al cinto para ahuyentar las enfermedades y expulsar los espíritus malignos (Hch 19,11-12).
LA IGLESIA RECIBIÓ EL MANDATO DE CURAR
Esta enseñanza carismática y evangélica también ha sido recogida por el Catecismo de la Iglesia Católica:
"¡Sanad a los enfermos! (Mt 10,8). La Iglesia ha recibido esta tarea del Señor e intenta realizarla. . . Cree en la presencia vivificante de Cristo, médico de las almas y de los cuerpos. Esta presencia actúa particularmente a través de los sacramentos, y de manera especial por la Eucaristía, pan que da vida eterna (Jn 6,54-58) y cuya conexión con la salud corporal insinúa S. Pablo (1 Cor 11,30)". (No 1509).
Esta idea se repite también al hablar de la penitencia y de la unción de enfermos como "los sacramentos de la curación" (no 1420: Título):
"El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo (Mc 2,1-12), quiso que su Iglesia continuase, con la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación, incluso en sus propios miembros. Esta es la finalidad de los dos sacramentos de curación: del sacramento de la PENITENCIA y de la UNCION DE LOS ENFERMOS" (no 1421).
Dos premisas subyacen en esta enseñanza: Primera, creer en la presencia vivificante y sanadora de Cristo; segunda, actuar con la fuerza del Espíritu Santo (y no con fuerzas extrañas, parapsicológicas o espiritistas; ésta ya no sería sanación cristiana).
Desde estas dos premisas unificadoras y específicas de la curación cristiana y carismática pueden utilizarse los más diversos medios, métodos o fórmulas. Todos tendrán el aspecto cristiano de la presencia y de la actuación de Cristo vivo, y el aspecto carismático del influjo y de la fuerza vivificante del Espíritu Santo.
CAMINOS CARlSMÁTICOS DE SANACIÓN
En el Catecismo de la Iglesia Católica, como en la Renovación carismática, se reconoce que los primeros medios de sanación en la Iglesia son los sacramentos.
Así, el sacramento de la Reconciliación no sólo perdona los pecados, sino que con frecuencia sana interior y exteriormente al penitente de las heridas de la enfermedad y del pecado. "La confesión habitual de los pecados veniales ayuda... a dejarse curar por Cristo" (N° 1458). De un modo especial es curativa la unción de enfermos (no 1510), como en seguida veremos, y también el Matrimonio sacramento sana (no 1608). Especialmente importante es la sanación por la Eucaristía: "que esta comunión... me sea defensa de alma y cuerpo y remedio saludable". En las misas de sanación del P. Emiliano Tardif son muchos los enfermos que se sanan después de comulgar.
Los sacramentales son con frecuencia curativos y sanadores. Según el nuevo Catecismo, los sacramentales, signos sagrados instituidos por la Iglesia, son de tipo diverso: bendiciones, la alabanza poderosa de Dios, la intercesión. (no. 1678).
Sanación por oración de intercesión.
"La Iglesia... intenta realizar (la sanación de los enfermos) tanto mediante los cuidados que proporciona a los enfermos, como por la oración de intercesión con que los acompaña: '...rezad unos por otros para que os curéis. Mucho puede hacer la oración intensa del justo' (St 5,16)" (N° 1509). (Hace poco al interceder por un jorobado (Olot 1993), se escucharon unos leves crujidos y quedó recta su espalda). La oración de intercesión hecha con fe es eficaz.
La oración de intercesión no la hacemos solos: el Espíritu Santo intercede por nosotros y con nosotros (no 2634), e interceden también la Santísima Virgen y los Santos que han sido agradables a Dios (no 2827). San Francisco de Jerónimo, a finales del siglo XVII en Nápoles, intercedía por los enfermos a través de la mediación de San Ciro, médico del siglo IV; y al ungir a un ciego con el óleo del Santo, aquél quedó curado.
Sanación por la alabanza.
El nuevo Catecismo incluye la alabanza a Dios entre los sacramentales. Merlin Carothers, en su libro carismático "El poder de la alabanza", recuerda numerosas curaciones espirituales y físicas por medio de la plegaria de honor y alabanza a la majestad divina.
Sanación por medio de las bendiciones.
Para el nuevo Catecismo las bendiciones son un sacramental curativo. La señal de la cruz es una maravillosa bendición, que repetida por el pueblo sacerdotal de los cristianos tiene desde la fe efectos sanadores. (Conozco a una enfermera religiosa que cuando las medicinas del tratamiento médico de un enfermo no producen los efectos deseados, suele bendecir las píldoras y las inyecciones y con frecuencia se siguen llamativas mejorías).
Sanación por la aspersión de agua bendita (no 1668).
Se trata de un sacramental, que recuerda la regeneración por el agua del bautismo. El agua que quedó santificada por el contacto del cuerpo de Cristo en el Jordán, sigue teniendo virtualidades sanadoras. (Mons. Gilberto Zuloaga, colombiano, ora por sanación imponiendo un hisopo con agua bendita sobre las frentes de los enfermos. En alguna ocasión al faltar las medicinas en países pobres, se administró el agua bendita como bebida, y se siguieron curaciones como en el caso de una niña epiléptica, al faltarle el Luminal que debía tomar de por vida).
Sanación por imposición de manos (no 1668).
Para el nuevo Catecismo se trata de un sacramental. Ordinariamente, como cualquier método de sanación cristiana y carismática, la imposición de manos debe ir acompañada de oración a Dios. No se trata sólo de un remedio natural o parapsicológico. Jesús mismo "se sirve de signos para curar: saliva e imposición de manos (Mc 7,32-36; 8,22-25)" (no 1504). Jesús a una mujer encorvada durante años le impuso las manos y en el acto quedó derecha (Lc 13,13).
Este método de la imposición de manos es frecuentemente usado en la Renovación Carismática al orar por los enfermos.
Sanación por unción con aceite bendecido.
Los discípulos de Jesús "ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban" (Mt 6,13). Cristo no necesitaba ungir con aceite a los enfermos. Él mismo era el ungido de Dios con el Espíritu.
El aceite bendecido significa el Espíritu de Jesús que unge y cura a los enfermos. Los creyentes, como ungidos y profetas, participamos de los poderes sacerdotales, reales y proféticos de Cristo. Así pues, los laicos también pueden ungir enfermos. (Santa Catalina de Siena curaba enfermos con aceite bendecido, y le prohibieron hacerlo, porque creían que utilizaba el óleo del sacramento de enfermos, sin ser ella sacerdote ministerial. . .).
"El aceite. . ., es signo de curación, pues suaviza las contusiones y las heridas" (Is 1,6; Lc 10,34). (no 1293).
No debe confundirse nunca la curación carismática con aceite bendecido y la curación a través del sacramento de la unción de los enfermos (no 1510-1523). "La unción de los enfermos expresa curación y consuelo" (no 1532). (Este sacramento actúa con frecuencia carismáticamente y hemos visto desaparecer por él cánceres, dolores cervicales de vértebras, etc.)
Sanación por el perdón.
"El perdón de Dios inaugura la curación (Sal 32,5; 107,20; Mc 2,5-12)" (n° 1502). El perdón es curativo en el ámbito espiritual, psicológico y físico. Al paralítico Cristo primero le perdona los pecados (Mc 2,5: "Hijo, se te perdonan tus pecados"), y luego lo sana (Mc 2, 11: "Ponte en pie, carga tu camilla y echa a andar").
(Un joven de 28 años quedó curado de asma, que padecía desde los 3 años, fecha en que les abandonó su padre dejándolos en la miseria, tras haber perdonado a su padre. Perdón y sanación física tienen una relación íntima).
Sanación por la Palabra de Dios.
La Sagrada Escritura, a veces es usada carismáticamente para sanar enfermos. La lejana palabra del Salmo 107 nos revelaba esta promesa: "Envió su palabra para curarlos, para salvarlos de su perdición" (Sal 107,20). San Francisco Javier enviaba a su joven monaguillo a leer un evangelio al enfermo y éste curaba; mandó leérselo a un muerto y éste resucitó. (Con la lectura del Salmo 27, exclusivamente, vi curarse a una religiosa de graves problemas emocionales). Cristo es la verdadera Palabra de Dios que nos sana.
Sanación en conexión con la persona de Cristo.
Todo lo relacionado con Cristo nos sana.
. Sanación por las llagas de Cristo. El profeta Isaías nos decía que Dios "descargó sobre Él el castigo que nos sana y con sus cicatrices nos hemos curado" (Is 53,5b). San Pedro nos recuerda que "por sus llagas hemos sido sanados" (IP 2,24). Podemos orar: Señor, escondemos en tus llagas este cáncer. (Curiosamente las llagas de la corona de espinas de Cristo, a veces, curan de jaquecas, migrañas, insomnios).¡
. Sanación por invocación del Nombre de Jesús. Su invocación repetida produce efectos de paz en las almas y a veces de sanación en el cuerpo: "Por su nombre ha sido restablecido éste que vosotros veis y conocéis" (Hch 3,16).
. Sanación por increpación a la enfermedad en Nombre del Cristo: "Él increpó a la fiebre, en la suegra de Pedro, y la fiebre se fue" (Lc 4,39).
Sanación por el Amor de Dios, aceptado en nuestras vidas.
Este amor se convierte en presencia sanadora del Espíritu Santo. Cuando toca nuestras llagas físicas puede curarlas. Cuando pasa por hechos y acontecimientos negativos, que nos dejaron recuerdos dolorosos, se convierte en sanación de recuerdos. La presencia misericordiosa de Cristo, en las heridas de nuestro subconsciente y de nuestra conciencia, nos cura también al nivel de emociones mientras que el psicoanálisis, a veces, sólo nos ordena en el ámbito de comprensión intelectual de nuestros males psicológicos. Cristo siempre trata de curar al hombre completo: "Su amor de predilección para con los enfermos no ha cesado a lo largo de los siglos" (no 1503).
Sanación por el carisma de curación.
"El Espíritu Santo, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, da a algunos un especial carisma de curación (I Cor. 12,9. 28.30) para manifestar la fuerza de la gracia del Resucitado". (no 1508).
La plenitud de vida y de salud del Resucitado puede comunicarse a los hombres enfermos, transformarlos y sanarlos. Este carisma de curación ha existido siempre en la Iglesia, aunque en nuestros días parece haberse democratizado en el pueblo cristiano y carismático. (Puede consultarse el libro del P. Tardif "Jesús está vivo", México, 1984).
Sanación con el carisma de conocimiento.
El Espíritu Santo puede descubrir la raíz espiritual, moral, psicológica o fisiológica de un mal, para que haciendo presente a Cristo en esta raíz del mal, el enfermo se cure. (El P. Emiliano Tardif avisa al final de una Eucaristía que Jesús está sanando la columna de un sacerdote que está detrás de él y que tiene dolores al confesar. Desde aquel día este sacerdote no vuelve a sentir dolores en el torturante confesionario. El P. De Grandis anuncia que el Señor está curando a un sacerdote con luxación en su muñeca derecha. Pregunta quién es el curado y nadie contesta. Pide luz a Dios y se dirige a un sacerdote y le dice: El curado eres tú. Efectivamente era así).
Sanación por la fe.
Cristo suele actuar según la medida de fe de los que se acercan a El. "Si crees, verás la gloria de Dios" (Jn 11,40), dice Cristo antes de la resurrección de Lázaro a Marta. "Tu fe te ha sanado" (Mt 9,22), dice Cristo a la mujer con años de hemorragias y posible cáncer de útero.
"Sanando enfermedades y perdonando pecados, Jesús siempre responde a la plegaria del que le suplica con fe: 'Vete en paz, ¡tu fe te ha salvado!"' (no 2616).
OTRAS OBSERVACIONES
1.1. Al hablar de sanación cristiana y carismática no debemos olvidar nunca el sentido cristiano del dolor. El P. Michael Scanlan (New Covenant 1973) escribía acertadamente sobre curación:
"Al tratar de Sanación, debemos elevar nuestra visión por encima de los problemas aislados y contemplar cómo Dios llama al hombre a participar de la vida plena en el CUERPO DE CRISTO. No podemos aislar ninguna enfermedad o herida - sea una pierna quebrada, un cáncer o un complejo de inferioridad- de la visión que Dios tiene de la IGLESIA como el CUERPO DE CRISTO, de los hombres como unidos a este cuerpo y de las heridas como partes dolientes de toda la persona".
Hay enfermedades que tienen un sentido expiatorio dentro de todo el Cuerpo de Cristo; por ellas la Iglesia se asemeja a Cristo paciente y el Padre les da un sentido maravillosamente corredentor, completando nosotros la que falta a la pasión de Cristo. En cambio, otras veces, la gloria de Dios será que el enfermo se sane.
2. El servicio de sanación carismática: Aunque fundamentalmente la sanación cristiana que expone el Catecismo de la Iglesia Católica es esencialmente la misma realidad operativa que la sanación carismática, sí se puede notar diferencias de impostación, énfasis o matiz, en el modo de practicar la sanación entre los carismáticos.
2.1. Con la Renovación Carismática en el mundo son hoy muchos más los cristianos que ejercen su sacerdocio común con poderes sacerdotales, proféticos y reales de tipo carismático, y que ejercen el poder de la oración y de la fe, cuando piden por los enfermos con imposición de manos.
2.2. También se experimenta un aumento cuantitativo de sanaciones de las más diversas enfermedades fisiológicas, psicosomáticas, psicomentales y del espíritu con más desarrollo de la fe y la esperanza en los creyentes. El Reino de Dios se hace como más presente y visible en estos casos. Pudiéramos decir que el Espíritu Santo está democratizando las sanaciones a través de la Renovación Carismática.
2.3. En ella es pensamiento comúnmente aceptado que los dones o carismas de curación se reciben ya desde el bautismo, pero que se mantienen en paro, latentes e improductivos por parte de los cristianos que no oran por los enfermos y no los usan desde la fe.
2.4. Al lado del carisma de sanación se emplean con frecuencia en la Renovación carismática otros carismas, como la palabra de conocimiento, anunciando en público las curaciones que el Señor Jesús está realizando.
2.5. El servicio de sanación se extiende algunas veces en la Renovación Carismática a la oración de liberación por personas, oprimidas por influencias diabólicas, a las que no mejoró ni el largo tratamiento psiquiátrico, y sí alcanza el poder liberador de Cristo sobre los espíritus del mal. El psiquiatra inglés Dr. Kenneth McAlI reconoce las ventajas de la oración de liberación cuando fallan los métodos psiquiátricos en su libro Healing the Family free (Shelton 1982) . Esta oración de liberación no es frecuente fuera de círculos carismáticos. La utilizan con cierta frecuencia y en ciertos casos difíciles psiquiatras cristianos y carismáticos, tanto católicos como de otras denominaciones. La oración de liberación suele tener efectos poderosos en los afectados por opresiones e influencias diabólicas.
2.6: La sanación por la oración en lenguas es común en la Renovación Carismática. Muchas veces no sabemos lo que conviene pedir en casos difíciles. En estos casos es buena la oración de tipo de balbuceo carismático, dejando que el Espíritu se exprese en nosotros con gemidos inenarrables (Rom 8,26). San Alfonso M. de Ligorio recomendaba esta oración a los sacerdotes en casos de liberación, cuando el penitente se asustaría si se orara en voz alta.
2.7: La sanación de recuerdos o del subconsciente negativo es bastante frecuente y de algún modo característica de la sanación carismática. (El miedo desde antes de nacer, el miedo a animales (gato, perro, vaca); el miedo por accidentes, vividos anteriormente, suelen curarse haciendo presente a Cristo sanador en esa circunstancia y oyéndole que nos dice: "No temas; yo te protejo. Mira, no te ha pasado nada grave. Te doy mi paz. Confía en mí. Yo cuido de tu futuro...").
2.8. También es común, aunque no exclusiva, entre carismáticos la sanación del árbol familiar; como explica el Padre Robert DeGrandis en su libro Sanación intergeneracional. ( 1992, Sereca, Madrid).
Nos recuerda el P. DeGrandis en Sana a tu hermano (México, Libr. Parr. Clavería, S.A.), p. 52, que Bob, joven hombre de negocios, sentía dolores de cabeza fuertes y miedo al nadar en la parte profunda de la piscina. Se pidió una palabra de conocimiento y salió 'barco'. Pero barco no significaba para el joven ejecutivo nada especial. Al fin recordó a un primo marino, prisionero en la Segunda Guerra Mundial, al que mataron los mismos americanos al torpedear al barco enemigo donde estaba prisionero. Se rezó por sanación de recuerdos y por el descanso eterno del familiar difunto para que el Señor le sanara de la angustia del naufragio y de la muerte. Los dolores de cabeza al nadar en lo profundo de la piscina desaparecieron para siempre.
A veces, la propia sanación ocurre a través de la oración por alguien ajeno al propio árbol genealógico. Recuerdo el caso de una niña de ocho años que repetía a su madre: Tú no eres mi madre. Mi madre es una señora rubia que me visita cada noche. Los tratamientos psiquiátricos resultaron ineficaces. Al orar por la niña llegó el recuerdo de una señora rubia alemana que había vivido en la vecindad de la familia de la niña. Se recordó que había perdido a su hija única en accidente y que había venido a España para olvidar. No lo logró, y una noche se suicidó desde el acantilado del mar. Cuando se oró por la señora alemana suicidada, por su hija muerta en accidente y por la niña española con problemas psicológicos, ésta volvió a dormir bien y dejó de ver a su supuesta madre en las apariciones nocturnas. No tuvo que volver a psiquiatras ni a psicoanalistas.
2.9. El descanso en el espíritu aparece a veces en la Renovación carismática como fenómeno de sanación interior o física. En estos casos el cuerpo pierde estabilidad y cae al suelo sin movimiento, mientras la mente sigue despierta a la acción de Dios. Encontramos casos parecidos en la Escritura Sagrada como sucedió en el caso de Saulo a las puertas de Damasco (Hch 9,3-6). Cae al suelo y sigue escuchando la voz del Señor, mientras en él se produce una profunda sanación interior. El profeta Daniel, ante la presencia divina, cae en tierra sin poder moverse (Dn 10,9-10). Y algo parecido sucede con el niño epiléptico curado por Cristo, tras quedar inmóvil en tierra y como muerto (Mc 9,26).
2.10. Una modalidad bastante común de curación carismática es el equipo de sanación. Varios hermanos discernidos y con la llamada a orar por enfermos, con enfermedades graves o con psicologías rotas, oran conjuntamente como equipo de sanación. Uno tiene el carisma de curación, otro el don de conocimiento, otros conocimientos médicos o psicológicos y alguno posee conocimientos teológicos o práctica pastoral o sacerdotal. Juntos estudian y tratan los casos más difíciles en comunidad de fe y dentro del debido secreto profesional. Así sucede con las comunidades sanadoras de las Bienaventuranzas, de Naín de Francia.
2.11. Las misas de sanación son muy frecuentes en la Renovación carismática. En ella se pide de un modo especial por los enfermos, aunque toda Eucaristía, por sí misma, ya es sanadora. Son muy conocidas las misas de sanación del P. Tardif, por las curaciones que en ellas se producen.
2.12. Dentro del ambiente carismático brotó también la Asociación de terapeutas Cristianos asociados, que comparten sus experiencias y sus estudios de sanación carismática y tratan de que la curación por Cristo llegue al mayor número posible de hombres heridos, enfermos y necesitados. Suelen tener sus convenciones anuales.
CONCLUSIÓN
Las modalidades de la sanación carismática son múltiples, pero la raíz profunda y subyacente en toda sanación cristiana es el poder sanador del Espíritu de Jesús, el amor misericordioso del Padre y la actuación compasiva del Señor Jesús Resucitado, que comunica, según el designio del Padre, su restauración redentora a la humanidad herida y enferma en todos sus estratos: en el subconsciente y en consciente, en el cuerpo y en el alma, en lo espiritual y en lo orgánico.
No debemos despreciar las manifestaciones de la sanación carismática y cristiana en la Iglesia. Son una señal de que el Reino de Dios está presente con fuerza y con poder entre nosotros. Si estas señales faltan, tal vez, sea porque el Reino de Dios y nuestra fe están invernados, latentes e inactivos. Si la Iglesia no ejercita este ministerio de sanación muchos de nuestros católicos enfermos van a acudir a otras iglesias que utilizan este ministerio, o acudirán a curanderos, brujos o visionarios, que tratan de curar con poderes parapsicológicos o espiritistas, que terminan alejándolos de la Iglesia a la que ven como demasiado racional, fría y desencarnada de las expectativas de sanación en Cristo para los sencillos. Tenemos que enseñar a nuestro pueblo enfermo a acudir desde la fe a Cristo, el sanador y médico de los cuerpos y de las almas.
No esperes / Enviado por Vivy
No esperes a sentir que ya no te queda nada, que todo a lo que te
aferrabas y te llenaba lo has perdido o ya no te da la paz que
anhelabas; no te quedes sin buscar a Dios, hasta que llegues a
experimentar tanto dolor que no puedas más que aferrarte a El para
lograr continuar. Date la oportunidad de descubrir su amor expresado
en todo lo que hermoso que te regala desde que abres tus ojos, eso te
ayudará a enfrentar y superar cada momento más aún en la dificultad.
No esperes a que las personas que están a tu lado ya no estén, para
querer verlas así sea por una sola vez más y decirles que las amas y
que siempre has valorado todo lo que te dan. Hazlas sentir hoy lo que
significan para ti. No esperes que te lleguen sentimientos de culpa,
porque no supiste valorarlas ni tampoco sentir frustración, por no
haber visto ni reconocido antes todo su valor.
No esperes a que las oportunidades pasen de largo y ya no puedas
echar marcha atrás, para querer intentarlo cuando sea casi imposible
lograrlo. No te justifiques en que los demás no creen en ti, o que
estás demasiado joven o viejo para realizarlo; no te acomodes
creyendo que aún hay suficiente tiempo o que vendrán mejores
momentos… no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy, el pasado no
vuelve, el futuro nadie lo tiene asegurado, lo único que tenemos es
el presente con lo que ahí se nos ha dado.
No esperes a que el tiempo se te haya acabado y ya no exista la
posibilidad de pedir perdón o de perdonar, de dar ese abrazo o
decirle a alguien lo que tanto anheló escuchar; de disfrutar tu
juventud tu salud, las fuerzas y la capacidad de trabajar, de
realizar lo que soñabas, de utilizar el vestido nuevo que con tanto
recelo guardabas. No esperes acumular cosas para invertirlas o
compartirlas, no esperes a ya no tener nada para aprender a valorar…
No esperes a perder la vida, para empezar a vivir… simplemente
levántate cada día sintiéndote afortunado por esta nueva oportunidad
que se te ha dado y trata de ver más allá descubriendo la grandeza
escondida de lo que se te convierte en rutina y a todo lo que te has
acostumbrado; esas pequeñas cosas y esas personas que muchas veces no
ves, son las que merecen más tu atención y tu valor, y así no
esperarás a no tenerlas para añorarlas y querer hacer lo que no
hiciste y disfrutar de lo que ya perdiste… No esperes, hazlo ya!
aferrabas y te llenaba lo has perdido o ya no te da la paz que
anhelabas; no te quedes sin buscar a Dios, hasta que llegues a
experimentar tanto dolor que no puedas más que aferrarte a El para
lograr continuar. Date la oportunidad de descubrir su amor expresado
en todo lo que hermoso que te regala desde que abres tus ojos, eso te
ayudará a enfrentar y superar cada momento más aún en la dificultad.
No esperes a que las personas que están a tu lado ya no estén, para
querer verlas así sea por una sola vez más y decirles que las amas y
que siempre has valorado todo lo que te dan. Hazlas sentir hoy lo que
significan para ti. No esperes que te lleguen sentimientos de culpa,
porque no supiste valorarlas ni tampoco sentir frustración, por no
haber visto ni reconocido antes todo su valor.
No esperes a que las oportunidades pasen de largo y ya no puedas
echar marcha atrás, para querer intentarlo cuando sea casi imposible
lograrlo. No te justifiques en que los demás no creen en ti, o que
estás demasiado joven o viejo para realizarlo; no te acomodes
creyendo que aún hay suficiente tiempo o que vendrán mejores
momentos… no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy, el pasado no
vuelve, el futuro nadie lo tiene asegurado, lo único que tenemos es
el presente con lo que ahí se nos ha dado.
No esperes a que el tiempo se te haya acabado y ya no exista la
posibilidad de pedir perdón o de perdonar, de dar ese abrazo o
decirle a alguien lo que tanto anheló escuchar; de disfrutar tu
juventud tu salud, las fuerzas y la capacidad de trabajar, de
realizar lo que soñabas, de utilizar el vestido nuevo que con tanto
recelo guardabas. No esperes acumular cosas para invertirlas o
compartirlas, no esperes a ya no tener nada para aprender a valorar…
No esperes a perder la vida, para empezar a vivir… simplemente
levántate cada día sintiéndote afortunado por esta nueva oportunidad
que se te ha dado y trata de ver más allá descubriendo la grandeza
escondida de lo que se te convierte en rutina y a todo lo que te has
acostumbrado; esas pequeñas cosas y esas personas que muchas veces no
ves, son las que merecen más tu atención y tu valor, y así no
esperarás a no tenerlas para añorarlas y querer hacer lo que no
hiciste y disfrutar de lo que ya perdiste… No esperes, hazlo ya!
La comunidad cristiana en el Evangelio de Juan / Autor: H º Jaime Ruiz Castro CM
A) COMUNIDAD CRISTIANA:
A.1) Perfil del cristiano de las Comunidades Joánicas: Nos encontramos con una Comunidad Cristiana que está pagando un precio elevado por seguir a Jesús: Reconocer a Jesús como Mesías significa que tiene que ser expulsado de la Sinagoga (Jn 9,22) y estar expulsado de la Sinagoga significa que los niños no pueden ir a escuelas judías y no se puede comprar en tiendas judías. Estamos hablando de un grupo que nace del seno del judaísmo y es marginado.
No se trata de una mínima diferencia con la fe farisea, ya que los fariseos creen en los ángeles, en la Resurrección y que vendrá el Mesías y el cristiano cree en lo mismo, pero con la diferencia que el Mesías ya vino, es el reconocer en ese Mesías su condición divina y esto rompe los esquemas del judaísmo (Mt 1,23; 28,20; Mc 1,1; Lc 1,26-38; Flp 2,6-11; Jn 1,1.18; 3,16; 10,30; 20,31 entre otros textos del NT), cumpliéndose la profecía de Isaías: “El mismo Dios vendrá y os salvará” (Is 35,4c)
El relato del “Ciego de Nacimiento” del Evangelio de Juan (Cf. Jn 9,1-41 y sobretodo Cf. Jn 9,35-41) puede ser un buen resumen de la situación vivida por la Comunidad desde el decreto del año 85: “Todo aquel que reconozca a Jesús como Mesías es expulsado de la Sinagoga” (Cf. Jn 9,22) y esto implica una marginación radical de la sociedad; los padres del ciego por temor y las autoridades religiosas se encierran en si mismos para no reconocer la autoridad de Jesús y seguirlo son los verdaderos ciegos. Los judíos consideran como una blasfemia reconocer a Jesús como Dios (Cf. Mc 2,1-12 sobretodo Cf. Mc 2,7; Jn 5,18) y por lo tanto hay que condenar a los seguidores de Jesús de Nazaret y la pena de muerte por blasfemar era la lapidación.
La Comunidad Cristiana de Juan es una Comunidad que siente la presencia de Jesús en medio de ella (Jn 20,19) y el vínculo entre ellos es el amor (Jn 13, 34-35)
Es una Comunidad que celebra los sacramentos del Bautismo (Jn 3; 4; 9; 11) y de la Eucaristía con carácter dominical (Jn 20,19.24) donde Jesús se nos da, se nos entrega, se nos hace alimento de Salvación, se nos hace bebida de Salvación (Jn 6,22-71), se nos hace Camino (Jn 14,6) y está asistida por el Espíritu Santo (Jn 7,37-39; 16) que sale en nuestra defensa, la purifica, la rejuvenece. La Comunidad Cristiana se siente como la mujer adultera (Jn 8,1-11) que como persona marginada que se siente comprendida y reconciliada por Dios.
El creyente hace la evolución de una fe teórica, aquello que aprendió de pequeño en la catequesis (Jn 11,24) a una fe comprometida (Jn 11,25-27) al servicio de Cristo y de la Iglesia (Jn 13,1-20) y se convierte en un agente de la Evangelización (Jn 4,39-42)
1. Leer el relato del Ciego de Nacimiento y señala como es la evolución de su fe conforme conoce a Cristo.
2. Diferencias y semejanzas de tu Comunidad Parroquial con la Comunidad de Juan.
B) MISIÓN:
B.1) La Misión de Jesús (3,16; 8,21-30): El Evangelio de Juan a diferencia de los sinópticos que están cargados de milagros, presenta siete signos o milagros que tiene la finalidad de mostrar la autenticidad del mensaje de Jesús y la adhesión por la fe a Jesús, que vino al mundo por la iniciativa de amor de su Padre para redimirnos.
ACTIVIDAD: UNIR LOS SIGNOS CON SU CAPÍTULO CORRESPONDIENTE
Bodas de Caná. . Jn 11
Curación del hijo del funcionario. . Jn 5, 1-18
Curación de un paralítico . . Jn 2,1-12
La multiplicación de los panes . . Jn 9
Jesús camina sobre las aguas . . Jn 4,43-52
Curación de un ciego . . Jn 6,16-21
Resurrección de Lázaro . . Jn 6,1-15
B.2) Un encentro con el Señor (20,11-18): Es interesante hacer una escenificación del texto para darnos cuenta que María Magdalena tiene la mirada puesta en el pasado y le cuesta reconocer a Cristo, cuando Cristo la llama por su nombre es cuando se gira, hay un cambio trascendental en su vida y comunica con alegría lo que ha visto.
B.3) La Misión de la Iglesia (20,19-23): Es un texto que ha tenido una evolución diacrónica y actualmente se mantiene dos interpretaciones, una de cara al Sacramento de la Reconciliación y la otra como Misión de la Iglesia que es lo que pretende el texto.
- ¿Quién envía a los Apóstoles?
- ¿Qué reciben?
- ¿Cuál es la misión?
Hay pecados que pueden ser retenidos, en el contexto del siglo I hace referencia a las personas que han armado un escándalo a la Comunidad y son temporalmente expulsados hasta cambian de actitud y después de dar señales de cambio son readmitidos en la Iglesia.
Tu mayor alegría: perdonar / Autor: P. Fernando Pascual LC
Tu mayor alegría consiste en levantar al caído, curar al enfermo, limpiar al pecador, salvar al perdido.
Por eso viniste al mundo: porque había tinieblas, porque dominaba el pecado, porque crecía la muerte.
Buscaste a la oveja perdida, limpiaste el corazón herido, esperaste al hombre endurecido por la culpa, derramaste sobre él tu óleo de misericordia.
Por eso sigues tras mis huellas, cuando camino por valles de muerte, cuando busco “vivir mi vida”, cuando dejo el amor para entrar en las tortuosidades del pecado egoísta y ciego.
No me has dejado nunca, porque me amas demasiado. Aunque sabes toda la malicia que hay en mí. Aunque lloras ante mis perezas y soberbia. Aunque mañana, tal vez, vuelva a dejarte por un miserable plato de lentejas.
Me sorprendes con tu Amor. Eres demasiado bueno, eres “demasiado Padre”. Un hijo sigue siendo hijo a pesar de su pecado. Tú lo sabes, y por eso no me has dejado, ni has permitido que el mal sea la última palabra de mi vida.
Tu mayor alegría consiste en abrazarme cuando vuelvo a casa. Aunque tengas que limpiar tanto barro. Aunque tengas que curar tantas heridas. Aunque a veces casi no quede en mí nada del Amor con el que me abrazaste el día del bautismo.
Sigues a mi puerta, esperando. Hoy quisiera renunciar a esa pasión, a ese odio, a ese vicio que me paraliza, que me aprisiona. Hoy quisiera dejarte entrar en mi vida, dejarte ser el médico de mis dolores y pecados.
Sé que esa será tu mayor alegría: poder invitarme nuevamente, al banquete, en familia. Con un traje limpio y un collar sobre el cuello, con el anillo del hijo que ha vuelto a casa.
Te agradezco tanto amor y tanta espera. Y te pido que tu mayor alegría empiece a ser la mía: que disfrute cuando otros, como yo, piden perdón y acogen tu abrazo cálido, misericordioso, eterno. Que tu alegría sea la de todos, la que celebramos en cada misa, la que acogemos en el sacramento de la penitencia, la que nos presenta tu Evangelio. “Os digo que (...) habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión” (Lc 15,7).
Por eso viniste al mundo: porque había tinieblas, porque dominaba el pecado, porque crecía la muerte.
Buscaste a la oveja perdida, limpiaste el corazón herido, esperaste al hombre endurecido por la culpa, derramaste sobre él tu óleo de misericordia.
Por eso sigues tras mis huellas, cuando camino por valles de muerte, cuando busco “vivir mi vida”, cuando dejo el amor para entrar en las tortuosidades del pecado egoísta y ciego.
No me has dejado nunca, porque me amas demasiado. Aunque sabes toda la malicia que hay en mí. Aunque lloras ante mis perezas y soberbia. Aunque mañana, tal vez, vuelva a dejarte por un miserable plato de lentejas.
Me sorprendes con tu Amor. Eres demasiado bueno, eres “demasiado Padre”. Un hijo sigue siendo hijo a pesar de su pecado. Tú lo sabes, y por eso no me has dejado, ni has permitido que el mal sea la última palabra de mi vida.
Tu mayor alegría consiste en abrazarme cuando vuelvo a casa. Aunque tengas que limpiar tanto barro. Aunque tengas que curar tantas heridas. Aunque a veces casi no quede en mí nada del Amor con el que me abrazaste el día del bautismo.
Sigues a mi puerta, esperando. Hoy quisiera renunciar a esa pasión, a ese odio, a ese vicio que me paraliza, que me aprisiona. Hoy quisiera dejarte entrar en mi vida, dejarte ser el médico de mis dolores y pecados.
Sé que esa será tu mayor alegría: poder invitarme nuevamente, al banquete, en familia. Con un traje limpio y un collar sobre el cuello, con el anillo del hijo que ha vuelto a casa.
Te agradezco tanto amor y tanta espera. Y te pido que tu mayor alegría empiece a ser la mía: que disfrute cuando otros, como yo, piden perdón y acogen tu abrazo cálido, misericordioso, eterno. Que tu alegría sea la de todos, la que celebramos en cada misa, la que acogemos en el sacramento de la penitencia, la que nos presenta tu Evangelio. “Os digo que (...) habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión” (Lc 15,7).
Viéndose a Sí Mismo / Enviado por Viviana Baigorria
— Cuando mires a tus compañeros procura mirarte a ti mismo, dijo el maestro al discípulo.
— Pero, ¿no es una actitud egoísta?, cuestionó el discípulo. Si nos preocupamos por nosotros mismos jamás veremos lo que los otros tienen de bueno para ofrecer.
— Ojalá siempre consiguiéramos ver las cosas buenas que están a nuestro alrededor —contestó el maestro— pero, en verdad, cuando miramos al prójimo estamos sólo buscando defectos. Intentamos descubrir una maldad, porque deseamos que sea peor que nosotros. Nunca lo perdonamos si nos hiere porque creemos que jamás seríamos perdonados por él. Conseguimos herirlo con palabras duras afirmando que decimos la verdad, cuando apenas estamos intentando ocultarla de nosotros mismos. Fingimos que somos importantes para que nadie pueda ver nuestra fragilidad. Por eso siempre que estés juzgando a tu hermano ten conciencia de que eres tú quien está en el tribunal.
martes, 16 de octubre de 2007
La Gloría y el poder del Evangelio / Autor: Raniero Cantalamessa, ofmcap.
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“Cuando necesitamos una plaza de trabajo acudimos a nuestro padre párroco; cuando necesitamos la palabra de Dios, acudimos al pastor protestante.”
“En Latinoamérica, la Iglesia Católica ha optado por los pobres y los pobres han optado por las Iglesias Protestantes.”
Estas chocantes afirmaciones las ha oído el P. Raniero Cantalamessa OFMCAP y quizás ayuden a explicar el preocupante éxodo de la Iglesia Católica en Latino América. El P. Raniero Cantalamessa, predicador de la familia papal, hablando en un retiro para 1500 sacerdotes y 70 obispos en México en 1992, apeló a la Iglesia Católica a redescubrir una vez más la belleza y el poder del sencillo Kerigma en sus sermones y no diluirlo ni en una buena nueva orientada meramente al trabajo ni a una que se concentre demasiado en la propia satisfacción. A continuación se da precisa cuenta, traducida, de parte de lo que dijo.
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¿Qué hemos hecho con esta proclamación fundamental que Jesús y Pablo llamaron “evangelio”, la Buena Nueva?, ¿Qué lugar real ocupa en nuestros sermones?
En su carta a los Romanos, San Pablo dice: “No estoy avergonzado del Evangelio; es el poder de Dios para la salvación de aquel que tiene fe.” (Rom 1,16). Obviamente, incluso en esa época también existía la tentación de avergonzarse del Evangelio. Para los judíos era un escándalo y para los griegos, estupidez (cf. 1 Cor. 1, 22-25).
Pablo escribe a los Gálatas: “Estoy asombrado de lo rápido que estáis desertando de quien os llamó en la gracia de Cristo y acudís a un evangelio diferente...”
CONFIAR EN LAS OBRAS
Creo que debemos repetir este grito de nuevo en nuestra época. Tengo gran estima y respeto por la “teología de la liberación”. Sin embargo, como todas la cosas buenas siempre hay un peligro que puede alejarla de la plenitud del evangelio. El peligro, creo yo, no es tanto que acabe en la ideología marxista, sino que es mucho más peligroso, una vez más, confiar en las obras.
Esto sucede cuando la liberación social y política se confunde con la liberación del pecado y de lo malo, y la salvación material con la espiritual, haciendo que ambas dependan sólo del esfuerzo humano. Cuando esto ocurre, creo que uno resbala imperceptiblemente en lo que Pablo llama “otro evangelio”, un evangelio que ya no es el “poder de Dios”.
Jesús se reduce a un ejemplo de liberación más que a la “causa de salvación” para todos aquellos que creen en él.
OTRO EVANGELIO
Este no es la única manera, sin embargo, en que podemos predicar “otro evangelio”. Puede incluso no ser el más peligroso. También se predica “otro evangelio” cuando uno habla de liberación espiritual a través de la psicología, mediante el uso de técnicas orientales de meditación, Nueva Era y otras cosas similares.
Estos son “débiles y pobres elementos de este mundo” como Pablo los llamó comparándolos al poder del Evangelio.
A través de ellos hay un peligro que encontraremos nosotros mismos pensando como los Colosenses, que vieron la salvación mediante sus especulaciones astrales sincréticamente mezclaron a Cristo con otros espíritus y poderes. Como escribe el Apóstol Pablo: “Mira que nadie haga una plegaria por tí mediante filosofías y vacíos engaños, según las regiones humanas, según los espíritus elementales del universo y no según Cristo.” (Col 2:8-9).
Estas parecen palabras escritas para nuestra época. Hoy día hay una nueva invasión de Cristiandad de retiros y ejercicios y cursos espirituales, todos inspirados en este “evangelio” hecho por el hombre. Estos se concentran en el “yo”: autoconocimiento, autoexpresión, autoaceptación, autojustificación, autorealización y otras palabras, autosatisfacción en vez de autoabnegación y autoolvido que yacen en el corazón del Cristianismo. En este evangelio centrado en el hombre, la salvación viene del interior del hombre mismo y Jesús viene a reducirse en un ingrediente más en este cocktail religioso.
Este “otro evangelio” se origina en esos países que son ricos y saciados, de gente que cree que es posible ir “más allá de la fe” y”más allá de Cristo”. Como si algo pudiera existir más allá de la fe. “¡Sé maldito (anatema)!” dice Pablo. Esta es una advertencia llena de amor. Significa “No tengáis nada que ver con esas personas. Manteneos apartados de ello. Es una apostasía de Cristo.”
EVANGELIO DE GRACIA
Los cristianos que colocan el Cristianismo en el mismo plano que otras religiones y las encuentran igualmente satisfactorias, muestran que no han entendido la Unicidad del Cristianismo y su esencia, que es gracia. Las religiones humanas tienen su propio modo de predicar la salvación. Buda, por ejemplo, muestra como librarse uno mismo del dolor. Da un ejemplo y dice a sus seguidores: “Yo he experimentado este método; si vosotros queréis, podéis hacerlo del mismo modo....” Jesús también dijo a sus discípulos:”Yo os he dado un ejemplo” (Jn. 13:14), pero no se paró ahí. El murió y resucitó por nosotros, y por medio de esto, él no sólo nos ha dado un ejemplo, sino además la gracia y la facultad de seguir su ejemplo. El Evangelio cristiano es el Evangelio de la Gracia. En el cristianismo, lo primero no es el deber sino el don. Nosotros sólo podemos amar porque “El nos amo primero”.
FE Y OBRAS
Estas son sólo algunas de las cosa que hoy día tienden a oscurecer el Evangelio. Otro problema viene del legado de nuestra historia. Cuando Lutero proclamó la tesis de la justificación por la “fe sola”, la Iglesia Católica -en reacción a contrapesar este polémico exceso- tuvo que reafirmar la importancia de las obras. En el Concilio de Trento afirmó principalmente dos cosas : que no estamos salvados por las buenas obras, pero tampoco estamos salvados sin ellas. Desafortunadamente, al prevalecer la atmósfera de polémica, se llegó al endurecimiento de ambas posturas. Cuanto más insistían los protestantes en la justificación por la fe sola, más insistían los católicos -al menos en sus sermones- en las obras. Este legado permanece hoy día con nosotros.¿ Cuándo se ha oído una homilía católica basada en la justificación por la fe? Y, con todo, este es el centro mismo del corazón y la fuerza del mensaje cristiano.
Gracias a Dios, hoy estamos viviendo una época en la que la Iglesia está rompiendo con estas antiguas contraposiciones. Aprovechémonos de esto una vez más: mientras no se olvide la importancia de las obras y virtudes de la vida cristiana, redescubramos la gloria y el poder del kerygma en nuestros sermones.
“Cuando necesitamos una plaza de trabajo acudimos a nuestro padre párroco; cuando necesitamos la palabra de Dios, acudimos al pastor protestante.”
“En Latinoamérica, la Iglesia Católica ha optado por los pobres y los pobres han optado por las Iglesias Protestantes.”
Estas chocantes afirmaciones las ha oído el P. Raniero Cantalamessa OFMCAP y quizás ayuden a explicar el preocupante éxodo de la Iglesia Católica en Latino América. El P. Raniero Cantalamessa, predicador de la familia papal, hablando en un retiro para 1500 sacerdotes y 70 obispos en México en 1992, apeló a la Iglesia Católica a redescubrir una vez más la belleza y el poder del sencillo Kerigma en sus sermones y no diluirlo ni en una buena nueva orientada meramente al trabajo ni a una que se concentre demasiado en la propia satisfacción. A continuación se da precisa cuenta, traducida, de parte de lo que dijo.
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¿Qué hemos hecho con esta proclamación fundamental que Jesús y Pablo llamaron “evangelio”, la Buena Nueva?, ¿Qué lugar real ocupa en nuestros sermones?
En su carta a los Romanos, San Pablo dice: “No estoy avergonzado del Evangelio; es el poder de Dios para la salvación de aquel que tiene fe.” (Rom 1,16). Obviamente, incluso en esa época también existía la tentación de avergonzarse del Evangelio. Para los judíos era un escándalo y para los griegos, estupidez (cf. 1 Cor. 1, 22-25).
Pablo escribe a los Gálatas: “Estoy asombrado de lo rápido que estáis desertando de quien os llamó en la gracia de Cristo y acudís a un evangelio diferente...”
CONFIAR EN LAS OBRAS
Creo que debemos repetir este grito de nuevo en nuestra época. Tengo gran estima y respeto por la “teología de la liberación”. Sin embargo, como todas la cosas buenas siempre hay un peligro que puede alejarla de la plenitud del evangelio. El peligro, creo yo, no es tanto que acabe en la ideología marxista, sino que es mucho más peligroso, una vez más, confiar en las obras.
Esto sucede cuando la liberación social y política se confunde con la liberación del pecado y de lo malo, y la salvación material con la espiritual, haciendo que ambas dependan sólo del esfuerzo humano. Cuando esto ocurre, creo que uno resbala imperceptiblemente en lo que Pablo llama “otro evangelio”, un evangelio que ya no es el “poder de Dios”.
Jesús se reduce a un ejemplo de liberación más que a la “causa de salvación” para todos aquellos que creen en él.
OTRO EVANGELIO
Este no es la única manera, sin embargo, en que podemos predicar “otro evangelio”. Puede incluso no ser el más peligroso. También se predica “otro evangelio” cuando uno habla de liberación espiritual a través de la psicología, mediante el uso de técnicas orientales de meditación, Nueva Era y otras cosas similares.
Estos son “débiles y pobres elementos de este mundo” como Pablo los llamó comparándolos al poder del Evangelio.
A través de ellos hay un peligro que encontraremos nosotros mismos pensando como los Colosenses, que vieron la salvación mediante sus especulaciones astrales sincréticamente mezclaron a Cristo con otros espíritus y poderes. Como escribe el Apóstol Pablo: “Mira que nadie haga una plegaria por tí mediante filosofías y vacíos engaños, según las regiones humanas, según los espíritus elementales del universo y no según Cristo.” (Col 2:8-9).
Estas parecen palabras escritas para nuestra época. Hoy día hay una nueva invasión de Cristiandad de retiros y ejercicios y cursos espirituales, todos inspirados en este “evangelio” hecho por el hombre. Estos se concentran en el “yo”: autoconocimiento, autoexpresión, autoaceptación, autojustificación, autorealización y otras palabras, autosatisfacción en vez de autoabnegación y autoolvido que yacen en el corazón del Cristianismo. En este evangelio centrado en el hombre, la salvación viene del interior del hombre mismo y Jesús viene a reducirse en un ingrediente más en este cocktail religioso.
Este “otro evangelio” se origina en esos países que son ricos y saciados, de gente que cree que es posible ir “más allá de la fe” y”más allá de Cristo”. Como si algo pudiera existir más allá de la fe. “¡Sé maldito (anatema)!” dice Pablo. Esta es una advertencia llena de amor. Significa “No tengáis nada que ver con esas personas. Manteneos apartados de ello. Es una apostasía de Cristo.”
EVANGELIO DE GRACIA
Los cristianos que colocan el Cristianismo en el mismo plano que otras religiones y las encuentran igualmente satisfactorias, muestran que no han entendido la Unicidad del Cristianismo y su esencia, que es gracia. Las religiones humanas tienen su propio modo de predicar la salvación. Buda, por ejemplo, muestra como librarse uno mismo del dolor. Da un ejemplo y dice a sus seguidores: “Yo he experimentado este método; si vosotros queréis, podéis hacerlo del mismo modo....” Jesús también dijo a sus discípulos:”Yo os he dado un ejemplo” (Jn. 13:14), pero no se paró ahí. El murió y resucitó por nosotros, y por medio de esto, él no sólo nos ha dado un ejemplo, sino además la gracia y la facultad de seguir su ejemplo. El Evangelio cristiano es el Evangelio de la Gracia. En el cristianismo, lo primero no es el deber sino el don. Nosotros sólo podemos amar porque “El nos amo primero”.
FE Y OBRAS
Estas son sólo algunas de las cosa que hoy día tienden a oscurecer el Evangelio. Otro problema viene del legado de nuestra historia. Cuando Lutero proclamó la tesis de la justificación por la “fe sola”, la Iglesia Católica -en reacción a contrapesar este polémico exceso- tuvo que reafirmar la importancia de las obras. En el Concilio de Trento afirmó principalmente dos cosas : que no estamos salvados por las buenas obras, pero tampoco estamos salvados sin ellas. Desafortunadamente, al prevalecer la atmósfera de polémica, se llegó al endurecimiento de ambas posturas. Cuanto más insistían los protestantes en la justificación por la fe sola, más insistían los católicos -al menos en sus sermones- en las obras. Este legado permanece hoy día con nosotros.¿ Cuándo se ha oído una homilía católica basada en la justificación por la fe? Y, con todo, este es el centro mismo del corazón y la fuerza del mensaje cristiano.
Gracias a Dios, hoy estamos viviendo una época en la que la Iglesia está rompiendo con estas antiguas contraposiciones. Aprovechémonos de esto una vez más: mientras no se olvide la importancia de las obras y virtudes de la vida cristiana, redescubramos la gloria y el poder del kerygma en nuestros sermones.
Obediencia y unidad / Autor: P. Carlos Bordallo
... tenemos la impresión de que estamos hablando de Santo Domingo. La misma pobreza externa, casi los mismos signos etc, etc . Casi todo lo que podemos ver en esas biografías de Santo Domingo. Y así en otros.
¿Qué ocurrió? Que todos se presentaban como reformadores y como dotados tocados por Dios. Ungidos por Dios tal como nos podemos presentar nosotros. Y además el lenguaje que utilizaban todos era muy parecido.
Y ¿qué es lo que hizo la Iglesia? La Iglesia no hizo caso a ninguno. Los obispos de aquel tiempo no hicieron caso a ninguno inicialmente.
Cuando un obispo no hace caso no quiere decir que no haga caso. Los obispos no sé qué tienen pero ¡son más listos! (Será porque son obispos, claro). Pues en aquel tiempo los obispos no hicieron ni caso. Los pusieron a todos sin excepción en «cuarentena». Y lo pasaron muy mal todos porque, claro, todos se presentaban con la misma vocación. La vocación de llevar lo que habían recibido de Dios a la Iglesia y, claro, si no puedes ejercer y desarrollar tu vocación te sientes frustrado.
Entonces muchos se sentían frustrados y hubo tensiones y luchas etc. Y volvían a ir donde los obispos y los obispos ni caso. Ni caso.
Y pasó el tiempo ¿Y qué fue ocurriendo? Pues que se empezaron a cansar algunos de ellos. De tanta espera y de tanta tontería. De que estos obispos no entienden ¿Pero no ven claro? Si es que estamos tocados por Dios ¿es que no lo ven? ¿Es que no ven los «carismazos» que tenemos y los signos que hacemos y los milagros que pasan y lo pobres que somos? Y los obispos ni caso.
Y empezaron a ir cayendo. Empezar a ir cayendo significa separarse de la Iglesia. Empezaron a ir cayendo Cátaros, Valdenses, Albigenses y (...). Y con el tiempo hubo 4 grupos que resistieron la prueba y fueron los Dominicos, los Agustinos, los Franciscanos y los Carmelitas. Y en el cuarto Concilio de Letrán la Iglesia aprobó a esos cuatro.
¿Los obispos sabían lo que hacían? ¡Vaya que si lo sabían!...
Nosotros nos miramos a nosotros mismos y nos decimos: ¡Pero si lo que estamos es preñados de vida. Estamos preñados de Dios. Llenos de vida dentro y de vida que por ser de Dios no puede quedar en nosotros! ¿Y cuál es nuestro más íntimo deseo? Que nos abran las parroquias para llevarles esto. Aquí en el pueblo de Dios, sabemos que es para la Iglesia. Y ¿qué ocurre? Que vamos a la Iglesia y torta va y torta viene. Nos dan con la puerta en las narices...
Voy a intentar por un momento hacer de Obispo. Y vamos a intentar por un momento meternos en su piel.
¿Qué es un obispo? Un obispo es UN PADRE Y UNA MADRE. ¿Vale?
Y ¿cuál es el mayor tesoro que tenéis los padres? Vuestros hijos. Y vuestros hijos necesitan educación, ¿verdad? ¿Dejaríais que el primero que pase por vuestra puerta eduque a vuestros hijos? No, ¿verdad? Se presentan muchos a vuestra puerta a hablar de la vida y diciendo: ¡Dame, dame a tus hijos que yo te los voy a educar! Se presentan muchos y de muchas maneras, no con estas palabras que yo os estoy diciendo pero se presentan de muchas formas a vuestra puerta diciendo: ¡dame, dame a tus hijos!.
Y ¿Qué hacéis vosotros? Pensáis: Bueno y este cantamañanas que viene aquí a decir que mis hijos... y ¡le echáis a patadas! Y cuando ves a alguno que te parece dudoso, entonces vas y te enteras bien de quién es.
Todos tenéis la experiencia de que no es fácil saber a primera vista quién es de fiar y quien no lo es. ¿Es siempre fácil?...No. A veces los signos primeros son signos definitivos. No son algo de lo que nos podamos fiar. Y ¿por qué?. Porque el demonio se disfraza de ángel de luz y lo sabemos. Los que van a llevarle droga a tus hijos no se presentan como enviados del diablo para destruirles. Os presentan un paraíso. Se presentan así.
¿Cuál es vuestro discernimiento como padres y madres? Nosotros examinamos primero la gente a la que vamos a dar a nuestros hijos porque son nuestro mayor tesoro. Y hacemos bien, porque de hecho los hijos que se pierden son aquellos que no tienen unos padres detrás que están discerniendo quienes están educando a sus hijos. Cómo se están formando, qué están leyendo, cuáles son sus amistades. Los hijos que no tienen la suerte de tener unos padres detrás para hacer esta tarea, esos hijos normalmente caen en las pandillas y son pasto de los lobos, que hay muchos. Así hacemos nosotros con nuestros hijos como padres y madres ¿verdad?
Es exactamente lo que hacen los obispos. Los obispos tienen un tesoro. Dios les ha encargado un tesoro: Te pongo a mis hijos en tus manos. Esto es lo que siente un obispo cuando le imponen las manos y le hacen obispo. Siente que Dios lo ha hecho padre y madre. Te pongo a lo mejor que tengo, dice Dios: A mis hijos en tus manos. Y cuando un obispo siente esto, dice como una madre y un padre: ¡A mis hijos que no me los toquen!..
Y un obispo sabe lo mismo que sabéis vosotros. Que los hijos de Dios son codiciados. Que hay mucho lobo por ahí dispuesto a tragárselos. Y un buen obispo es aquel que dice: Yo voy a dar la cara por mis hijos. No voy a dejar que cualquier lobo me los quite. Es la responsabilidad que tengo ante Dios, porque además para eso he sido llamado al episcopado.
¿Y qué ocurre con el Obispo? Pues que mucha gente viene a ellos y le dice: Vengo de parte de Dios. Dame tus hijos, dame tus parroquias que las voy a educar en la fe. Y el obispo dice: ¡A ver, a ver, enséñame la patita! ¡La patita!... ¡Uy... quita, quita!
Al obispo le ocurre lo mismo que nos ocurre a nosotros con nuestros hijos. Hay algunos lobos que se ven a primera vista, pero hay otros que no. De igual manera que hay algunos enviados por Dios que se ven a primera vista, pero hay otros que no... El diablo se disfraza de ángel de luz. Sólo después de un cierto tiempo se pudo ver que los Cátaros, Valdenses y Albigenses de entonces no venían como enviados de Dios. Sólo después de un tiempo. Y uno entiende entonces la prudencia y la sabiduría de estos «padres y madres» de la Iglesia que son los obispos. Y uno entiende que cuando someten a prueba a los que se presentan a su puerta diciendo: dame a tus parroquias y a tu gente que la vamos a evangelizar, que tenemos algo de Dios para ellos, uno entiende que digan: Bueno, bueno. Bien, bien...¡un momento!. ¡Todavía no!
¿Y a qué esperan? No te lo dicen... Están esperando a ver el único signo que le interesa a un obispo y ¿es?... Tu vas a la puerta de un obispo y le dices: Tengo carismas y te dice, y yo 20 duros. Es que hablo en lenguas y además hago milagros. Mire, mire, tengo una lista con los avales médicos certificando que todas estas curaciones son verdaderas. Y te dice: ¡Barcelona 4, Real Madrid 2!... Y tu te vas de allí diciendo. ¿Pero este tío es tonto o qué? ¿Es que no lo entiende? ¿Es que no ve todos los milagros que están ocurriendo entre nosotros? ¿Es que no ha visto todos los signos? Y el obispo va y te dice: Mira tu y tus signos ¡me traen al fresco!Yo necesito un solo signo que no engaña. Porque todos esos que has dicho, de alguna manera hasta podrían venir del diablo.
Pero hay un signo que no engaña. Y es la obediencia. Esta es la definición que se dice de Jesucristo. «FUE OBEDIENTE HASTA LA MUERTE Y MUERTE DE CRUZ».
Y ¿por qué la obediencia? Porque sin obediencia no hay unidad. Tu tienes un grupo de personas como en una familia donde hay que hay que hablar de adónde se va en verano y cada miembro de la familia dice una cosa diferente. Pero al final tiene que haber una persona que diga: os he escuchado a todos...¡Nos quedamos en Madrid! Esta será una voz que a los demás, les guste o no les guste, la aceptan y si no, es una profunda desarmonía. Un desastre, porque cada uno se va por su lado.
Vamos por un momento a la Ultima Cena. En la Ultima Cena Jesús sabía muy bien que le quedaba muy poquito tiempo. Cuando a alguien le queda poco tiempo sabe que no puede entretenerse en cosas secundarias, incluso importantes pero secundarias y va a lo esencial. Cuando una persona está en el corredor de la muerte y le da tiempo de escribir una carta, ¿qué tipo de carta creéis que va a escribir en ese momento? A la madre, a la novia, a su mujer... a lo más querido. Podría contar muchas cosas más, claro que sí, pero se va a lo más querido.
Jesús está en la Ultima Cena y quería grabar en sus discípulos lo más importante, lo más esencial de su doctrina y curiosamente en ese momento no les habla de los milagros y curaciones que había obrado y no porque no fueran importantes. ¿De qué les habló en ese momento?.. «¡Padre, que sean uno para que el mundo crea!».
¿Y no es más importante las curaciones y milagros?.. No parece que lo sea para Jesús. Porque todas esas cosas en principio son signos extraordinarios, pero hay gente que viendo eso tampoco ve nada. Es un signo extraordinario, uno más. A lo mejor es un ¡ovni!
Aquel médico ateo que tuvo ocasión de auscultar a una chica que era ciega y que se encontró camino de Lourdes y vio que no había nada que hacer. A la vuelta volvió a coincidir con la misma chica la cual veía perfectamente. Y el problema que tenía la chica era que no tenía córnea. Pero lo extraño es que ahora veía ¡sin cornea!. Y entonces la conclusión que sacó este médico fue esta: Hasta hoy creíamos que para ver se necesitaba la cornea y ahora sabemos que no es necesaria....
Un signo, un milagro no lleva necesariamente a Dios. Por el momento es un signo extraordinario. Sólo hay un signo que lleva a Dios. Y es el de la unidad. Porque la unidad es un don, es el primero y el más grande don del Espíritu Santo en aquellos que el Espíritu Santo ha cogido en sus manos. Nuestra condición pecadora nativa hace imposible la unidad. Nuestra humanidad tiene experiencia de muchas cosas. No somos capaces de estar unidos ni aunque queramos porque el pecado destruye la unidad. Pero donde el pecado es destruido allí hay unidad. Y este signo es un milagro mayor que todos los demás juntos. Es con mucho el mayor milagro que existe. Por eso Jesús en la última cena ciertamente habla de milagros, pero habla del más importante: «¡Padre, que sean uno... para que el mundo crea!»
Y a la unidad, hermanos, no se llega sin... obediencia. ¡Es imposible! Es parte de nuestra condición humana. Somos así. Sin obediencia no hay unidad. Por eso los obispos cuando alguien le llega hablando de milagros parece que no escuchan. ¡Claro que escuchan, y con gusto intentando sopesar todas las cosas! Pero al final no es eso lo que les guía. Al final lo que les guía es que los que verdaderamente están guiados por el Espíritu de Dios OBEDECEN. Aunque no les guste. ¡Son los únicos! Sin el Espíritu de Dios en el Señor no hay manera de obedecer porque la obediencia es muerte y a la muerte no hay quien vaya si no es de la mano de Jesucristo. Y cuando los obispos ven a un grupo que obedece y se han asegurado de ello dicen: ¡Ven para acá, que quiero que eduques a mis fieles.! Entonces te abren las parroquias. Y tu dices: ¡Me has tenido aquí trece años chupando rueda! Y te contestan: Era necesario... ¡Esos trece o treinta años!.
San Pablo da uno de los signos para identificar a un apóstol impresionante. Creo que es en Gálatas. Dice: Ante vosotros se han manifestado los signos del apóstol: «La paciencia perfecta en el sufrimiento». Dice: ¡yo os he mostrado que soy un apóstol verdadero!, pero no dice por los milagros o porque, como dice en la segunda carta a los Corintios, fue arrebatado al tercer cielo. No menciona ninguno de estos signos. Ante vosotros se ha dado el signo que no engaña: «La paciencia perfecta en el sufrimiento».
Los Cátaros, Valdenses, Albigenses y toda esa ralea puede que tuviesen algo o bastante de Dios cuando empezaron, pero ¡no obedecieron! No fueron capaces de someterse y fueron descartados.
Otro más brevecito. En 1954 la Iglesia promulga el dogma de la Inmaculada Concepción. Años después una muchacha inculta en un pueblecito desconocido de todos llamado Lourdes dice ver unas cosas que no le cree nadie. ¡Cómo le van creer esas cosas!. Pero ocurren allí fenómenos fuera de lo común. Entonces la Iglesia ¿qué es lo que hace? Examina. A ver de qué va eso. Nombra una comisión para examinar lo que está ocurriendo en Lourdes. Y esa comisión tiene noticias de los milagros que están ocurriendo, de las curaciones, de todas esas cosas, de los peregrinos que están yendo...¿Sabéis qué fue lo más importante para la comisión, para la aprobación oficial de la Iglesia de lo que esteba ocurriendo en Lourdes? Lo más importante fué la obediencia de Bernardette... Eso fue lo más importante. Eso pesó mucho más para la comisión que todos los milagros que estaban ocurriendo, y mira que eran importantes. La obediencia. Cuando la Iglesia vio a esta muchacha triturada por las autoridades, por sus propios compañeros. Además una muchacha de 14 años, inculta, enfermiza. Cuando vieron que soportaba toda esa presión y la misma presión de la Iglesia, por decirlo de alguna manera, y no se separaba de la Iglesia... ¡Aquí está el Señor, esto no engaña!
Hermanos, si en el pasado los verdaderos tocados por Dios fueron tratados así por Dios y por la Iglesia, si nosotros tenemos algo auténtico ¿habría de ser distinto con nosotros? Es necesario que la Renovación Carismática haya pasado y esté pasando todavía por este tipo de prueba, ¿para qué? ¡Para que vayan cayendo los que no quieren obedecer! Para que vayan cayendo los que creen que los dones más importantes son las curaciones, las lenguas y todas esas cosas y supongo que entendéis que las amo como cualquiera. Todos aquellos que creen que eso es lo máximo y que ejercer todo eso so pretexto de obedecer a Dios antes que a los hombres, todos esos ¡a la calle! ¡No le valen a la Iglesia! ¿Por qué ? Porque todos esos en el fondo lo que van a hacer es conducir a los hijos de Dios fuera de la Iglesia.
Muy malo tendría que ser un padre o una madre para permitir una cosa así. Afortunadamente Dios nos da buenos obispos. Hay obispos brutos y hay obispos suaves. Los hay más listos y los hay más zotes. ¿Y nosotros qué somos, ya me contareis? Hay de todo esto, pero los obispos están dotados de este instinto que se llama olfato. Olfatean a los desobedientes. Los obispos pueden ser necios para otras cosas igual que vosotros, padres y madres también sois necios para ciertas cosas, pero no son necios para intuir a los desobedientes. Y dicen ellos: Yo a los desobedientes no los quiero ni en pintura. ¡Para intuir a los desobedientes! Yo quiero aquellos que han entendido que el don mayor, la vocación primera de la Renovación Carismática no es otra que la UNIDAD. Por encima de todo somos Católicos, ¡Punto!. ¡ÉSA ES NUESTRA VOCACIÓN!.
Es absurdo pensar que Dios da dones a los suyos para separarles. Los pobres protestantes a los que quiero mucho, les digo: Pero ¡qué brutos sois! ¿Cómo podéis creer que el Protestantismo es un don de Dios si conduce a la separación? Y yo no digo que de esta separación no tengamos culpa nosotros, claro que la tenemos, pero es que ya es de sentido común. Algo que conduce a la separación no es de Dios y punto. No me vengas con batallas. Algo que conduce a la división ¡no es de Dios! La primera vocación, la más importante con mucho es la UNIDAD. Y si por obediencia nos viéramos impedidos a ejercer los dones y carismas auténticos que estamos recibiendo, hermanos, es mucho más importante no ejercerlos que ejercerlos. Es mucho más importante obedecer y servir a la Iglesia en silencio sin dar una sola palabra de las que estamos recibiendo para la propia Iglesia, si así la Iglesia lo manda, que ejercer todo tipo de carismas fuera de la obediencia a nuestra única Iglesia...
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HOMILIA del P. Carlos Bordallo
(12 Octubre 1999)
Sacerdotes / Autor: P. Jesús Higueras
Todos los años celebramos la fiesta de San José, en la que los cristianos contemplamos la gran confianza que ha puesto Dios en sus criaturas: es para asombrarse cómo las dos personas más amadas que Dios tenía en la tierra, María y Jesús, las confía a un hombre frágil, que por su sencillez ni siquiera aparece pronunciando una palabra. Así es la pedagogía divina: las cosas más grandes, valiosas y bellas, se las confía a los seres más débiles, para que se vea, dice San Pablo, que “todo es gracia”.
Y análogamente, al pensar en la figura de San José, el “cuidador” de Cristo, pensamos también en el sacerdote, aquél hombre frágil que se le encomienda que proteja y custodie con cariño, contando con sus limitaciones, los tesoros que Dios ha dejado en la tierra para que nos acerquemos a Él. Esos tesoros son: la Palabra de Dios, a través de la cuál se define a sí mismo; los Sacramentos, la Eucaristía, la Penitencia, la Unción de enfermos... Y, por supuesto, le ha encomendado servir al Pueblo de Dios para conducirlo hasta esa meta que es el Cielo.
Corren tiempos en los cuales está de moda meterse con los sacerdotes. Parece que los medios de comunicación están deseando ver la más mínima fisura en el mundo sacerdotal, para cebarse en ello. Sin embargo, los cristianos de siempre, no se escandalizan farisaicamente ante el misterio de fragilidad de su pastor, de sus sacerdotes, como se guarda silencio ante los errores de una madre, que no es perfecta, pero que la quiero. Y a la vez que los comprenden, agradecen y reconocen esa generosidad de tantos cientos de miles de sacerdotes que anónimamente han ido gastando su vida, generación tras generación, en seguir transmitiendo el Evangelio, llevando al pueblo de Dios hacia el Cielo, anunciando semana tras semana o incluso día tras día las maravillas de Dios con los hombres. Así, en el día de San José, todos los cristianos miramos al corazón de la Diócesis, que es el Seminario, de donde esperamos que salgan sacerdotes entregados, sacerdotes que deseen ser santos, apasionados y enamorados profundamente de Jesucristo.
¡Cuánto necesitamos del sacerdocio!. Seguramente, en nuestro empeño por ser buenos cristianos, hemos escuchado muchas veces una palabra oportuna que nos ha animado a seguir adelante, puesta en labios de un hombre frágil pero que ha querido ser de algún modo Cristo en la tierra, y nos ha beneficiado y nos ha hecho tanto bien.
Hoy es un día para agradecer sin duda ninguna el don del sacerdocio. ¡ Cuánta gente dice que cree en Dios, pero no cree en los curas! Una frase tan famosa, a la vez tan llena y tan vacía de sentido. Porque, por un lado, claro que no creemos en las personas, ya que son falibles y nos pueden fallar; pero sí creemos en el sacramento que tienen que encarnar y hacer real esas personas, los sacerdotes. Aman tan apasionadamente a la Iglesia que han entregado sus vidas y se les ha ido gastando como se va gastando esa lamparilla del sagrario, que no vale en sí misma
nada, pero indica donde está el Señor.
Muchos sacerdotes, cuando hablas con ellos, te cuentan de sus luchas, de sus ilusiones, y te das cuenta que en todos ellos, sus sueños son que los demás se llenen de Dios, que los demás estén más cerca de Él, que tengan más paz, que sean más humanos, que sean más divinos.
Por eso, es día de reflexión, de agradecimiento y petición a Dios para que siga dando vida a sus sacerdotes, les renueve la ilusión en su sacerdocio y así, nunca falten en las comunidades cristianas pastores que, con su vida y con su ejemplo, sean faro que ilumine las tinieblas. El sacerdote en su fragilidad sigue siendo un constante recordatorio de la presencia divina en la tierra. Porque Dios no nos quiere apabullar con un despliegue de poder que nos dejara asombrados, sino que la fuerza de Dios se realiza en la debilidad del hombre.
Y análogamente, al pensar en la figura de San José, el “cuidador” de Cristo, pensamos también en el sacerdote, aquél hombre frágil que se le encomienda que proteja y custodie con cariño, contando con sus limitaciones, los tesoros que Dios ha dejado en la tierra para que nos acerquemos a Él. Esos tesoros son: la Palabra de Dios, a través de la cuál se define a sí mismo; los Sacramentos, la Eucaristía, la Penitencia, la Unción de enfermos... Y, por supuesto, le ha encomendado servir al Pueblo de Dios para conducirlo hasta esa meta que es el Cielo.
Corren tiempos en los cuales está de moda meterse con los sacerdotes. Parece que los medios de comunicación están deseando ver la más mínima fisura en el mundo sacerdotal, para cebarse en ello. Sin embargo, los cristianos de siempre, no se escandalizan farisaicamente ante el misterio de fragilidad de su pastor, de sus sacerdotes, como se guarda silencio ante los errores de una madre, que no es perfecta, pero que la quiero. Y a la vez que los comprenden, agradecen y reconocen esa generosidad de tantos cientos de miles de sacerdotes que anónimamente han ido gastando su vida, generación tras generación, en seguir transmitiendo el Evangelio, llevando al pueblo de Dios hacia el Cielo, anunciando semana tras semana o incluso día tras día las maravillas de Dios con los hombres. Así, en el día de San José, todos los cristianos miramos al corazón de la Diócesis, que es el Seminario, de donde esperamos que salgan sacerdotes entregados, sacerdotes que deseen ser santos, apasionados y enamorados profundamente de Jesucristo.
¡Cuánto necesitamos del sacerdocio!. Seguramente, en nuestro empeño por ser buenos cristianos, hemos escuchado muchas veces una palabra oportuna que nos ha animado a seguir adelante, puesta en labios de un hombre frágil pero que ha querido ser de algún modo Cristo en la tierra, y nos ha beneficiado y nos ha hecho tanto bien.
Hoy es un día para agradecer sin duda ninguna el don del sacerdocio. ¡ Cuánta gente dice que cree en Dios, pero no cree en los curas! Una frase tan famosa, a la vez tan llena y tan vacía de sentido. Porque, por un lado, claro que no creemos en las personas, ya que son falibles y nos pueden fallar; pero sí creemos en el sacramento que tienen que encarnar y hacer real esas personas, los sacerdotes. Aman tan apasionadamente a la Iglesia que han entregado sus vidas y se les ha ido gastando como se va gastando esa lamparilla del sagrario, que no vale en sí misma
nada, pero indica donde está el Señor.
Muchos sacerdotes, cuando hablas con ellos, te cuentan de sus luchas, de sus ilusiones, y te das cuenta que en todos ellos, sus sueños son que los demás se llenen de Dios, que los demás estén más cerca de Él, que tengan más paz, que sean más humanos, que sean más divinos.
Por eso, es día de reflexión, de agradecimiento y petición a Dios para que siga dando vida a sus sacerdotes, les renueve la ilusión en su sacerdocio y así, nunca falten en las comunidades cristianas pastores que, con su vida y con su ejemplo, sean faro que ilumine las tinieblas. El sacerdote en su fragilidad sigue siendo un constante recordatorio de la presencia divina en la tierra. Porque Dios no nos quiere apabullar con un despliegue de poder que nos dejara asombrados, sino que la fuerza de Dios se realiza en la debilidad del hombre.
Interrogantes tras la silueta de Juan Pablo II en una hoguera
ZENIT.org).- La foto de una hoguera en la que parece verse la silueta de Juan Pablo II ha atraído la atención de medios de comunicación del planeta, haciendo pensar a algunas personas en la posibilidad de un milagro.
La foto fue tomada en Beskid Zywiecki, pueblo polaco cercano a la ciudad natal de Juan Pablo II, Wadowice, el pasado 2 de abril, mientras se celebraba una vigila en recuerdo de los dos años de la muerte del Papa.
La imagen, según los testigos, fue tomada a las 21:37 de ese día, es decir, la hora exacta en la que falleció hace dos años el obispo de Roma polaco.
Fue publicada este lunes por el padre Jarek Cielecki en el canal televisivo italiano «Vatican Service News» (VSN) del que es director y confiesa a Zenit que no se esperaba un impacto tan grande.
«No digo que sea un milagro. No hablo de cosas sensacionales. Pero está claro que hay un signo, no se puede decir que no se ve nada», indica el sacerdote.
«Para mí es un signo, pues hay que tener también en cuenta el lugar y el momento. El fotógrafo sacó dos fotos cada minuto. Sólo en la tomada a las 21,37 y 30 segundos se puede ver la imagen. En las demás no se reconoce nada en la silueta del fuego».
«La foto --explica-- ha sido analizada científicamente y se ha demostrado que no ha sido sometida a retoques».
«Me ha sorprendido el que tantos periódicos y televisiones la hayan publicado. Quiere decir que nos encontramos ante un hecho. No digo que uno tiene que creer en esto, pero este hecho puede alentar a quien cree».
«Si uno no cree, al menos tiene que tener respeto y no hacer cinismo. Y un creyente, que desde el inicio lo niega, tiene que estar atento, pues no podemos decir categóricamente que no es un signo. Atención a no ser superficiales», advierte.
El padre Thomas Williams L.C., decano de la Facultad de Teología del Ateneo «Regina Apostolorum» explica «Dios nos habla con la manera que él escoge, de manera que milagros de este tipo no pueden descartarse».
«No hay duda de que la foto presenta un asombroso parecido con Juan Pablo II, y el hecho de que haya sido tomada el 2 de abril, el aniversario de la muerte del Papa, es al menos una extraordinaria coincidencia», añade en declaraciones a Zenit.
«Nadie está obligado a creer en esto, y la Iglesia no declarará oficialmente que ha sucedido algo milagroso en este caso», indica.
«Pero quienes quieran ver la mano de Dios en esto se sentirán alentados a pensar que Juan Pablo II sigue intercediendo por nosotros desde el Cielo, como sin duda sucede».
«Nuestra fe no se basa en este tipo de eventos, pero Dios nos envía muchos signos de su presencia y de atención providencial, de manera que no hay motivo para que éste no sea uno de esos casos», concluye el padre Williams.
La foto fue tomada en Beskid Zywiecki, pueblo polaco cercano a la ciudad natal de Juan Pablo II, Wadowice, el pasado 2 de abril, mientras se celebraba una vigila en recuerdo de los dos años de la muerte del Papa.
La imagen, según los testigos, fue tomada a las 21:37 de ese día, es decir, la hora exacta en la que falleció hace dos años el obispo de Roma polaco.
Fue publicada este lunes por el padre Jarek Cielecki en el canal televisivo italiano «Vatican Service News» (VSN) del que es director y confiesa a Zenit que no se esperaba un impacto tan grande.
«No digo que sea un milagro. No hablo de cosas sensacionales. Pero está claro que hay un signo, no se puede decir que no se ve nada», indica el sacerdote.
«Para mí es un signo, pues hay que tener también en cuenta el lugar y el momento. El fotógrafo sacó dos fotos cada minuto. Sólo en la tomada a las 21,37 y 30 segundos se puede ver la imagen. En las demás no se reconoce nada en la silueta del fuego».
«La foto --explica-- ha sido analizada científicamente y se ha demostrado que no ha sido sometida a retoques».
«Me ha sorprendido el que tantos periódicos y televisiones la hayan publicado. Quiere decir que nos encontramos ante un hecho. No digo que uno tiene que creer en esto, pero este hecho puede alentar a quien cree».
«Si uno no cree, al menos tiene que tener respeto y no hacer cinismo. Y un creyente, que desde el inicio lo niega, tiene que estar atento, pues no podemos decir categóricamente que no es un signo. Atención a no ser superficiales», advierte.
El padre Thomas Williams L.C., decano de la Facultad de Teología del Ateneo «Regina Apostolorum» explica «Dios nos habla con la manera que él escoge, de manera que milagros de este tipo no pueden descartarse».
«No hay duda de que la foto presenta un asombroso parecido con Juan Pablo II, y el hecho de que haya sido tomada el 2 de abril, el aniversario de la muerte del Papa, es al menos una extraordinaria coincidencia», añade en declaraciones a Zenit.
«Nadie está obligado a creer en esto, y la Iglesia no declarará oficialmente que ha sucedido algo milagroso en este caso», indica.
«Pero quienes quieran ver la mano de Dios en esto se sentirán alentados a pensar que Juan Pablo II sigue intercediendo por nosotros desde el Cielo, como sin duda sucede».
«Nuestra fe no se basa en este tipo de eventos, pero Dios nos envía muchos signos de su presencia y de atención providencial, de manera que no hay motivo para que éste no sea uno de esos casos», concluye el padre Williams.
Preparémonos para la segunda venida de Cristo / Autor: Padre Jonas Abib, Fundador de la Comunidad Canción Nueva
El "Juan Bautista" de hoy somos nosotros
Estamos en tiempos de Juan Bautista y fue el Señor mismo quien estableció esto. Juan ya era lleno del Espíritu Santo desde el vientre materno. Fue él quien preparó los caminos para la venida de Jesús. Los discípulos de Juan acabaron haciéndose discípulos de Jesús. Él dio la vida en la misión que el Señor le confió.
El mundo de hoy necesita ser preparado para la segunda venida de Jesús. La incredulidad está aumentando cada día más y la fe está agotándose. Percibimos que no sólo aquellos que no son cristianos, sino también nosotros, que nos entregamos al Señor, estamos siendo minados en nuestra fe, por eso, sentimos un espíritu de falta de fe y de incredulidad rodeándonos.
Mis hermanos, así como el Señor escogió un Juan para preparar el camino para la venida de Jesús, ahora Él prepara no un sólo hombre, sino un pueblo para preparar el camino de la segunda venida de Cristo. El "Juan Bautista" de hoy somos nosotros.
Por eso en la fiesta del martirio de Juan Bautista la liturgia le aplica lo que al profeta Jeremías: "Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí.
Yo dije: "¡Ah, Señor Yahvé! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho."
Y me dijo Yahvé: No digas: "Soy un muchacho", pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás.
No les tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte" (Jer 1,5-8).
Puedes aplicar esta Palabra para ti mismo. Es el Señor diciendo de tu llamado, de tu vocación, diciendo que tú no debes y no necesitas tener miedo, porque Dios está contigo. Necesitamos ser cada vez más hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo, esta es la única condición. Delante del desamor, que va tomando a las personas, el único antídoto es el bautismo en el Espíritu Santo. Pero este bautismo no es sólo en un momento en nuestra vida, es algo creciente y necesita ser renovado todos los días.
"Por tu parte, te apretarás el cinto, te alzarás y les dirás todo lo que yo te mande. No desmayes ante ellos, que yo no te haré desmayar; pues, por mi parte, mira que hoy te he convertido en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de sus sacerdotes o del pueblo de la tierra.
Te harán la guerra, mas no podrán contigo, pues contigo estoy yo - oráculo de Yahveh - para salvarte."" (Jer 1,17-19).
Este momento es para que tú y yo asumamos esta realidad, esta misión para la cual el Señor nos envió. Ir sin recelo sin confiar en nuestras fuerzas, sino en la fuerza del Señor. Es la misión que Él nos confió y nosotros queremos realizarla.
"Gracias, Señor, porque confías en mí y por mirarme como a un Juan Bautista. Mis hermanos y yo somos esta comunidad a los cuáles el Señor dio la misión de anunciarlo, preparar su camino para que el pueblo esté listo para recibirlo. Lléname, Señor, de tu Espíritu Santo. Cada día yo necesito del Espíritu para que esta Palabra se realice en mí.
Te pido por cada uno de tus hijos, porque ellos ya comienzan a encontrar esta lucha dentro de sus propias casas. Dales tu fortaleza y que ellos estén dispuestos a realizar esta misión que el Tú les confiaste, que con tu venida o la ida de ellos hacia ti, ellos estén listos. Danos fortaleza, no sólo en nuestras casas, pues somos enviados al mundo, a las naciones, porque, infelizmente, los bautizados no son evangelizados. Llena con tu Espíritu Santo a estos mis hermanos y a todos aquellos a quién llegue este mensaje. Derrama sobre mí tu Espíritu Santo".
Estamos en tiempos de Juan Bautista y fue el Señor mismo quien estableció esto. Juan ya era lleno del Espíritu Santo desde el vientre materno. Fue él quien preparó los caminos para la venida de Jesús. Los discípulos de Juan acabaron haciéndose discípulos de Jesús. Él dio la vida en la misión que el Señor le confió.
El mundo de hoy necesita ser preparado para la segunda venida de Jesús. La incredulidad está aumentando cada día más y la fe está agotándose. Percibimos que no sólo aquellos que no son cristianos, sino también nosotros, que nos entregamos al Señor, estamos siendo minados en nuestra fe, por eso, sentimos un espíritu de falta de fe y de incredulidad rodeándonos.
Mis hermanos, así como el Señor escogió un Juan para preparar el camino para la venida de Jesús, ahora Él prepara no un sólo hombre, sino un pueblo para preparar el camino de la segunda venida de Cristo. El "Juan Bautista" de hoy somos nosotros.
Por eso en la fiesta del martirio de Juan Bautista la liturgia le aplica lo que al profeta Jeremías: "Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí.
Yo dije: "¡Ah, Señor Yahvé! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho."
Y me dijo Yahvé: No digas: "Soy un muchacho", pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás.
No les tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte" (Jer 1,5-8).
Puedes aplicar esta Palabra para ti mismo. Es el Señor diciendo de tu llamado, de tu vocación, diciendo que tú no debes y no necesitas tener miedo, porque Dios está contigo. Necesitamos ser cada vez más hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo, esta es la única condición. Delante del desamor, que va tomando a las personas, el único antídoto es el bautismo en el Espíritu Santo. Pero este bautismo no es sólo en un momento en nuestra vida, es algo creciente y necesita ser renovado todos los días.
"Por tu parte, te apretarás el cinto, te alzarás y les dirás todo lo que yo te mande. No desmayes ante ellos, que yo no te haré desmayar; pues, por mi parte, mira que hoy te he convertido en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de sus sacerdotes o del pueblo de la tierra.
Te harán la guerra, mas no podrán contigo, pues contigo estoy yo - oráculo de Yahveh - para salvarte."" (Jer 1,17-19).
Este momento es para que tú y yo asumamos esta realidad, esta misión para la cual el Señor nos envió. Ir sin recelo sin confiar en nuestras fuerzas, sino en la fuerza del Señor. Es la misión que Él nos confió y nosotros queremos realizarla.
"Gracias, Señor, porque confías en mí y por mirarme como a un Juan Bautista. Mis hermanos y yo somos esta comunidad a los cuáles el Señor dio la misión de anunciarlo, preparar su camino para que el pueblo esté listo para recibirlo. Lléname, Señor, de tu Espíritu Santo. Cada día yo necesito del Espíritu para que esta Palabra se realice en mí.
Te pido por cada uno de tus hijos, porque ellos ya comienzan a encontrar esta lucha dentro de sus propias casas. Dales tu fortaleza y que ellos estén dispuestos a realizar esta misión que el Tú les confiaste, que con tu venida o la ida de ellos hacia ti, ellos estén listos. Danos fortaleza, no sólo en nuestras casas, pues somos enviados al mundo, a las naciones, porque, infelizmente, los bautizados no son evangelizados. Llena con tu Espíritu Santo a estos mis hermanos y a todos aquellos a quién llegue este mensaje. Derrama sobre mí tu Espíritu Santo".
El juicio cabe a Dios / Autor: Padre Reinaldo, Sacerdote de la Comunidad Canción Nueva
No juzguéis, para que no seáis juzgados
Las apariencias engañan. El comportamiento de una persona no dice de su esencia o de aquello que, de hecho, ella es. Por eso, todo juicio es pecado. Sólo Dios tiene el poder para juzgar. Es Él quien conoce el interior de las personas.
Quien juzga el prójimo está condenando a sí mismo; pues quien juzga al otro acaba haciendo cosa peor.
No puedo hacerme juez de mi hermano. Acabo tomando un hecho aislado de alguien, abriendo un proceso, condenando, dando la sentencia, hasta la muerte. No podemos parar en los hechos aislados de nuestros hermanos. Somos llamados a ser misericordia de Dios para la vida del otro. “No juzguéis, para que no seáis juzgados". Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo?”. (Mat 7,1-3).
Así como queremos que Dios no nos condene, tampoco podemos condenar al hermano por cualquier cosa que él haya hecho, por peor que haya sido, a Dios cabe el juicio, “porque Dios no hace distinción de personas” (Rom 2,11).
Dios siempre juzga a todo hombre conforme a su justicia y amor. Él no juzga como nosotros juzgamos o entendemos ser juicio. No queramos mirar a Dios con parámetros humanos. Nuestros pensamientos no son los pensamientos del Señor.
Como ya dije, solamente Dios puede juzgar, porque todos nosotros tenemos "culpa en la notaría", nuestro juicio necesita ser transformado en acogida, amor, alegría y justicia.
La justicia de Dios da vida a todos los hombres. Justicia significa retribuir al otro aquello que le es debido. Por eso, la justicia de Dios necesita sobrepasar nuestra mentalidad y llevarnos a un cambio de corazón para que tratemos al otro como verdadero hijo de Dios.
A causa de nuestro juicio, muchas veces, estamos alejándonos de Dios y las personas de nosotros y de Dios. Porque que si vemos una persona diferente aproximándose y entrando en la iglesia, tenemos inmediatamente un juicio temerario y la condenamos, atribuimos muchas veces cosas que aquella persona ni es – como, por ejemplo, prostituta, ladrón etc, sin realmente tener conocimiento de su vida o pasado.
Necesitamos ser instrumentos de acogida como Jesús lo fue; llevar la salvación que viene de Dios y de su Evangelio.
Debemos llevar a los otros a la comprensión de que nuestra salvación está únicamente en Jesucristo. Adherirse al Señor por la fuerza de nuestra fe. Pues el Evangelio de Jesús tiene la fuerza de salvación y purificación: “Pues él [Evangelio] es una fuerza venida de Dios para la salvación de todo aquel que cree (Rom 1,16b).”
Las apariencias engañan. El comportamiento de una persona no dice de su esencia o de aquello que, de hecho, ella es. Por eso, todo juicio es pecado. Sólo Dios tiene el poder para juzgar. Es Él quien conoce el interior de las personas.
Quien juzga el prójimo está condenando a sí mismo; pues quien juzga al otro acaba haciendo cosa peor.
No puedo hacerme juez de mi hermano. Acabo tomando un hecho aislado de alguien, abriendo un proceso, condenando, dando la sentencia, hasta la muerte. No podemos parar en los hechos aislados de nuestros hermanos. Somos llamados a ser misericordia de Dios para la vida del otro. “No juzguéis, para que no seáis juzgados". Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo?”. (Mat 7,1-3).
Así como queremos que Dios no nos condene, tampoco podemos condenar al hermano por cualquier cosa que él haya hecho, por peor que haya sido, a Dios cabe el juicio, “porque Dios no hace distinción de personas” (Rom 2,11).
Dios siempre juzga a todo hombre conforme a su justicia y amor. Él no juzga como nosotros juzgamos o entendemos ser juicio. No queramos mirar a Dios con parámetros humanos. Nuestros pensamientos no son los pensamientos del Señor.
Como ya dije, solamente Dios puede juzgar, porque todos nosotros tenemos "culpa en la notaría", nuestro juicio necesita ser transformado en acogida, amor, alegría y justicia.
La justicia de Dios da vida a todos los hombres. Justicia significa retribuir al otro aquello que le es debido. Por eso, la justicia de Dios necesita sobrepasar nuestra mentalidad y llevarnos a un cambio de corazón para que tratemos al otro como verdadero hijo de Dios.
A causa de nuestro juicio, muchas veces, estamos alejándonos de Dios y las personas de nosotros y de Dios. Porque que si vemos una persona diferente aproximándose y entrando en la iglesia, tenemos inmediatamente un juicio temerario y la condenamos, atribuimos muchas veces cosas que aquella persona ni es – como, por ejemplo, prostituta, ladrón etc, sin realmente tener conocimiento de su vida o pasado.
Necesitamos ser instrumentos de acogida como Jesús lo fue; llevar la salvación que viene de Dios y de su Evangelio.
Debemos llevar a los otros a la comprensión de que nuestra salvación está únicamente en Jesucristo. Adherirse al Señor por la fuerza de nuestra fe. Pues el Evangelio de Jesús tiene la fuerza de salvación y purificación: “Pues él [Evangelio] es una fuerza venida de Dios para la salvación de todo aquel que cree (Rom 1,16b).”
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