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domingo, 9 de marzo de 2025

Papa Francisco en homilía leída por el cardenal Michael Czerny, 9-3-2025: «Nosotros, frente a la tentación caemos, pero Dios nos levanta con su perdón, infinitamente grande en el amor, porque en Cristo somos redimidos del mal»

* «El diablo, en efecto, susurra a nuestros oídos que Dios no es verdaderamente nuestro Padre, que en realidad nos ha abandonado. Satanás intenta convencernos de que para los hambrientos no hay pan, menos aún de las piedras, ni los ángeles nos auxilian en las desgracias. En todo caso, el mundo está en manos de poderes malignos, que aplastan a los pueblos con la altanería de sus cálculos y la violencia de la guerra. Precisamente, mientras el demonio quisiera hacernos creer que el Señor está lejos de nosotros, conduciéndonos a la desesperación, Dios se acerca aún más a nosotros, dando su vida para la redención del mundo»  

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa 

* «Me alegra saludar a todos los voluntarios que hoy están presentes en Roma para su peregrinación jubilar. Les agradezco mucho, queridos voluntarios, porque siguiendo el ejemplo de Jesús, ustedes sirven al prójimo sin servirse del prójimo. Por las calles y en las casas, junto a los enfermos, a los que sufren, a los presos, con los jóvenes y con los ancianos, su entrega infunde esperanza en toda la sociedad. En los desiertos de la pobreza y de la soledad, tantos pequeños gestos de servicio gratuito hacen germinar brotes de una nueva humanidad; ese jardín que Dios ha soñado y que sigue soñando para todos nosotros» 

9 de marzo de 2025.- (Camino Católico) Santa Misa con ocasión del Jubileo del mundo del voluntariado: Aunque el Papa Francisco no pudo presidir la Misa, el Cardenal Czerny transmitió su mensaje, en el que agradece a los voluntarios por seguir el ejemplo de Jesús y llevar esperanza a la sociedad. En su homilía, el Papa reflexiona sobre la importancia de enfrentar las tentaciones con la certeza de que "Jesús no nos abandona". 

El Papa asegura que, aunque Jesús vence al mal en el desierto, “su victoria definitiva se alcanza en la Pascua de muerte y resurrección”. “Nosotros – en cambio – frente a la tentación, algunas veces caemos; todos somos pecadores” dice el Papa “pero la derrota no es definitiva, porque Dios nos levanta de cada caída con su perdón. Nuestra prueba, por tanto, no termina con un fracaso, porque en Cristo somos redimidos del mal”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente: 

       JUBILEO DEL MUNDO DEL VOLUNTARIADO

SANTA MISA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO 

LEÍDA POR EL CARDENAL MICHAEL CZERNY

Plaza de San Pedro

Primer domingo de Cuaresma, 9 de marzo de 2025 

Jesús «fue conducido por el Espíritu al desierto» (Lc 4,1). Cada año, nuestro camino de Cuaresma inicia siguiendo al Señor en este entorno, que Él atraviesa y transforma para nosotros. Cuando Jesús entra en el desierto, en efecto, sucede un cambio decisivo: el lugar del silencio se convierte en ámbito de escucha. Una escucha que pone a prueba, porque se hace necesario elegir a quién prestar atención entre dos voces totalmente contrarias. Proponiéndonos este ejercicio, el Evangelio atestigua que el camino de Jesús comienza con un acto de obediencia: es el Espíritu Santo, la misma fuerza de Dios, quien lo conduce a donde nada bueno crece de la tierra ni llueve del cielo. En el desierto, el hombre experimenta su propia indigencia material y espiritual, su necesidad de pan y de palabra.

También Jesús, verdadero hombre, tuvo hambre (cf. v. 2) y durante cuarenta días fue tentado por una palabra que no provenía en absoluto del Espíritu Santo, sino del espíritu malvado, del diablo. Comenzando apenas los cuarenta días de la Cuaresma, reflexionemos sobre el hecho de que también nosotros somos tentados; pero no estamos solos, con nosotros está Jesús, que nos abre la senda a través del desierto. El Hijo de Dios hecho hombre no se limita a darnos un modelo en el combate contra el mal; sino mucho más aún, nos da la fuerza para resistir a sus asaltos y perseverar en el camino.

Consideremos pues tres características de la tentación de Jesús y también de la nuestra: el inicio, el modo y el desenlace. Comparando estas dos experiencias, encontraremos apoyo para nuestro itinerario de conversión.

En primer lugar, la tentación de Jesús al inicio es querida; el Señor va al desierto no por arrogancia, para demostrar lo fuerte que es, sino por su filial disponibilidad al Espíritu del Padre, a cuya guía se confía con prontitud. Nuestra tentación, en cambio, nos es impuesta; el mal precede nuestra libertad, la corrompe íntimamente como una sombra interior y una insidia constante. Mientras pedimos a Dios que no nos abandone en la tentación (cf. Mt 6,13), recordemos que Él ya ha acogido esta súplica en Jesús, el Verbo encarnado, y se queda para siempre con nosotros. El Señor está con nosotros y nos cuida, sobre todo en el lugar de la prueba y del recelo, es decir, cuando se alza la voz del tentador, que es el padre de la mentira (cf. Jn 8,44), corrompido y corruptor, porque conoce la palabra de Dios, pero no la entiende. Más aún, la distorsiona. Como en tiempos de Adán, en el jardín del Edén (cf. Gn 3,1-5), así actúa contra el nuevo Adán, Jesús, en el desierto. 

Percibimos aquí el modo singular con el que Cristo es tentado, concretamente en la relación con Dios, su Padre. El diablo es el que separa, el que divide, mientras Jesús es el mediador que une a Dios y al hombre. En su perversión, el demonio quiere destruir este vínculo, haciendo de Jesús un privilegiado: «Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan» (v. 3). Y también: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate» (v. 9) de la parte más alta del Templo. Frente a estas tentaciones Jesús, el Hijo de Dios, decide de qué modo ser hijo. En el Espíritu que lo guía, su decisión revela cómo quiere vivir su relación filial con el Padre. Esto es lo que decide el Señor: ese vínculo único y exclusivo con el Padre, de quien es el Hijo unigénito, se convierte en una relación que abarca a todos, sin excluir a nadie. La relación con el Padre es el don que Jesús comparte en el mundo para nuestra salvación, no un tesoro que guarda celosamente (cf. Flp 2,6), del que presume para conseguir éxito y atraer seguidores.

También nosotros somos tentados en la relación con Dios, pero de manera opuesta. El diablo, en efecto, susurra a nuestros oídos que Dios no es verdaderamente nuestro Padre, que en realidad nos ha abandonado. Satanás intenta convencernos de que para los hambrientos no hay pan, menos aún de las piedras, ni los ángeles nos auxilian en las desgracias. En todo caso, el mundo está en manos de poderes malignos, que aplastan a los pueblos con la altanería de sus cálculos y la violencia de la guerra. Precisamente, mientras el demonio quisiera hacernos creer que el Señor está lejos de nosotros, conduciéndonos a la desesperación, Dios se acerca aún más a nosotros, dando su vida para la redención del mundo.

Y llegamos al tercer aspecto: el desenlace de las tentaciones. Jesús, el Cristo de Dios, vence al mal. Él rechaza al diablo, que sin embargo volverá a tentarlo en «el momento oportuno» (v. 13). Así dice el Evangelio, y lo recordaremos cuando escuchemos una vez más que, en el Gólgota, dicen a Jesús: «Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz» (Mt 27,40; cf. Lc 23,35). En el desierto el tentador es derrotado, pero la victoria de Cristo aún no es definitiva; lo será en su Pascua de muerte y resurrección.

Mientras nos preparamos para celebrar el Misterio central de la fe, reconozcamos que el desenlace de nuestra prueba es diferente. Nosotros, frente a la tentación, algunas veces caemos; todos somos pecadores. Pero la derrota no es definitiva, porque Dios nos levanta de cada caída con su perdón, infinitamente grande en el amor. Nuestra prueba, por tanto, no termina con un fracaso, porque en Cristo somos redimidos del mal. Atravesando el desierto con Él, recorremos un camino donde no había trazado ninguno. Jesús mismo abre para nosotros esa nueva vía de liberación y de rescate. Siguiendo con fe al Señor, de vagabundos nos convertimos en peregrinos.

Queridas hermanas y queridos hermanos, los invito a empezar de ese modo nuestro camino de Cuaresma. Y ya que, a lo largo del recorrido, necesitamos esa buena voluntad, que el Espíritu Santo siempre sostiene, me alegra saludar a todos los voluntarios que hoy están presentes en Roma para su peregrinación jubilar. Les agradezco mucho, queridos voluntarios, porque siguiendo el ejemplo de Jesús, ustedes sirven al prójimo sin servirse del prójimo. Por las calles y en las casas, junto a los enfermos, a los que sufren, a los presos, con los jóvenes y con los ancianos, su entrega infunde esperanza en toda la sociedad. En los desiertos de la pobreza y de la soledad, tantos pequeños gestos de servicio gratuito hacen germinar brotes de una nueva humanidad; ese jardín que Dios ha soñado y que sigue soñando para todos nosotros.      

Francisco

Fotos: Vatican Media, 9-3-2025

Mensaje del Papa Francisco desde el hospital para el Ángelus, 9-3-2025: «Comprometámonos a hacer de la Cuaresma un tiempo de purificación y renovación espiritual, un camino de crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad»

 

Una religiosa en la plaza de San Pedro con un ejemplar de un periódico con la imagen del Papa Francisco, que está hospitalizado / Foto: Vatican Media



* «En mi prolongada estancia aquí en el hospital, también yo experimento el cuidado del servicio y la ternura de la atención, especialmente por parte de los médicos y de los agentes sanitarios, a quienes agradezco de corazón. Y mientras estoy aquí, pienso en tantas personas que, de diversos modos, están cerca de los enfermos y son para ellos un signo de la presencia del Señor. Necesitamos esto, el «milagro de la ternura», que acompaña a los que están en la prueba, aportando un poco de luz en la noche del dolor.. Quisiera dar las gracias a todos los que me muestran su cercanía en la oración: ¡gracias a todos de corazón! Yo también rezo por vosotros»  


Voluntarios se recogen entorno a la estatua de Juan Pablo II en el hospital Gemelli para rezar por el Papa Francisco / Foto: Vatican Media

* «Juntos seguimos invocando el don de la paz, en particular en la atormentada Ucrania, Palestina, Israel, Líbano y Myanmar, Sudán y la República Democrática del Congo. En particular, me he enterado con preocupación de la reanudación de la violencia en algunas partes de Siria: espero que cese de una vez por todas, con pleno respeto de todos los componentes étnicos y religiosos de la sociedad, especialmente los civiles» 

9 de marzo de 2025.- (Camino Católico)   "El miércoles pasado, con el rito del Miércoles de Ceniza, iniciamos la Cuaresma, el itinerario penitencial de cuarenta días que nos llama a la conversión del corazón y nos conduce a la alegría de la Pascua. Comprometámonos a hacer de este tiempo un tiempo de purificación y renovación espiritual, un camino de crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad". Son las palabras del Papa Francisco que inician el  texto que ha escrito para el ángelus de hoy, cuarto domingo que no asiste y dirige el rezo mariano ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro, al estar ingresado en el hospital Gemelli. 

Además, en el Jubileo del Mundo del Voluntariado, que se ha celebrado hoy, agradece a quienes se entregan como voluntarios, cada vez más necesarios en nuestras sociedades "demasiado esclavizadas a la lógica del mercado, donde todo corre el riesgo de someterse al criterio del interés y de la búsqueda del beneficio". El Pontífice agradece también a los que cuidan de los enfermos, a los que siguen rezando por él durante esta prolongada estancia en el hospital y lanza un nuevo llamamiento por la paz.El texto completo del mensaje escrito por el Papa Francisco es el siguiente:

PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Texto preparado por el Santo Padre en el hospital Gemelli

I Domingo de Cuaresma, 9 de marzo de 2025

Queridos hermanos y hermanas:


El miércoles pasado, con el rito del Miércoles de Ceniza, iniciamos la Cuaresma, el itinerario penitencial de cuarenta días que nos llama a la conversión del corazón y nos conduce a la alegría de la Pascua. Comprometámonos a hacer de este tiempo un tiempo de purificación y renovación espiritual, un camino de crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad.


Esta mañana, en la Plaza de San Pedro, se ha celebrado la Santa Misa por el mundo del voluntariado, que vive su Jubileo. 

En nuestras sociedades demasiado esclavizadas a la lógica del mercado, donde todo corre el riesgo de someterse al criterio del interés propio y de la búsqueda del beneficio, el voluntariado es profecía y signo de esperanza, porque testimonia la primacía de la gratuidad, de la solidaridad y del servicio a los más necesitados. A todos aquellos que están comprometidos en este campo les expreso mi gratitud: gracias por ofrecer su tiempo y sus habilidades; ¡Gracias por la cercanía y la ternura con la que cuidáis de los demás, despertando en ellos la esperanza!


Hermanos y hermanas, en mi prolongada estancia aquí en el hospital, también yo experimento el cuidado del servicio y la ternura de la atención, especialmente por parte de los médicos y de los agentes sanitarios, a quienes agradezco de corazón. Y mientras estoy aquí, pienso en tantas personas que, de diversos modos, están cerca de los enfermos y son para ellos un signo de la presencia del Señor. Necesitamos esto, el «milagro de la ternura», que acompaña a los que están en la prueba, aportando un poco de luz en la noche del dolor..


Quisiera dar las gracias a todos los que me muestran su cercanía en la oración: ¡gracias a todos de corazón! Yo también rezo por vosotros. Y me uno espiritualmente a cuantos en los próximos días participarán en los Ejercicios Espirituales de la Curia Romana.


Juntos seguimos invocando el don de la paz, en particular en la atormentada Ucrania, Palestina, Israel, Líbano y Myanmar, Sudán y la República Democrática del Congo. En particular, me he enterado con preocupación de la reanudación de la violencia en algunas partes de Siria: espero que cese de una vez por todas, con pleno respeto de todos los componentes étnicos y religiosos de la sociedad, especialmente los civiles.


Os encomiendo a todos a la intercesión maternal de la Virgen María. ¡Feliz domingo y hasta pronto!


Francisco



Homilía de Mons. Sebastià Taltavull, obispo de Mallorca, y lecturas de la Misa de hoy, I Domingo de Cuaresma, 9-3-2025

9 de marzo de 2025.-  (Camino Católico)  Homilía de Mons. Sebastià Taltavull, obispo de Mallorca, y lecturas de la Santa Misa de hoy, I Domingo de Cuaresma, emitida por 13 TV desde la Catedral de Mallorca.

Santa Misa de hoy, I Domingo de Cuaresma, en la Catedral de Mallorca, 9-3-2025

9 de marzo de 2025.-  (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, I Domingo de Cuaresma, presidida por Mons. Sebastià Taltavull, obispo de Mallorca, emitida por 13 TV desde la Catedral de Mallorca. 

Misterios Gloriosos del Santo Rosario desde el Santuario de Lourdes, 9-3-2025

9 de marzo de 2025.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Gloriosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy, domingo, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero.

Palabra de Vida 9/3/2025: «El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado» / Por P. Jesús Higueras

Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 9 de marzo de 2025, I Domingo de Cuaresma, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Lucas 4, 1-13:

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo.

En todos aquellos días estuvo sin comer, y al final, sintió hambre.

Entonces el diablo le dijo:

«Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan».

Jesús le contestó:

«Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre»».

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:

Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo».

Respondiendo Jesús, le dijo:

«Está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto»».

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:

«Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te cuiden», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con ninguna piedra»».

Respondiendo Jesús, le dijo:

«Está escrito: «No tentarás al Señor, tu Dios»».

Acabada toda tentación el demonio se marchó hasta otra ocasión.

Homilía del Evangelio del Domingo: Unirnos a Cristo ante las tentaciones buscando nuestro principal alimento en la Palabra de Dios y en la relación con Él / Por P. José María Prats

* «Combatir con la humildad y la penitencia nuestro afán de suficiencia y de gloria, a derribar los altares que hemos erigido a nuestros ídolos: dinero, éxito, prestigio..., a renunciar a nuestras ambiciones para ponernos al servicio del Reino de Dios, a abrirnos al misterio del designio de Dios para cada uno de nosotros»

Domingo I de Cuaresma - C

Deuteronomio 26, 4-10  /  Salmo 90  /  Romanos 10, 8-13  /  San Lucas 4, 1-13

P. José María Prats / Camino Católico.- Hemos comenzado la Cuaresma, un tiempo de conversión y purificación para disponernos a renovar nuestro bautismo por la participación en la muerte y resurrección del Señor que la Iglesia actualiza solemnemente en el Triduo Pascual.

Los cuarenta días cuaresmales se inspiran en los cuarenta años en que el Pueblo de Israel vivió en el desierto antes de entrar en la Tierra Prometida y en los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto antes de comenzar su ministerio público. Se trata en ambos casos de un período de prueba y de combate que prepara para una vida de mayor plenitud.

La Cuaresma, que nos prepara para acoger la nueva vida que emana de Cristo resucitado, supone también un tiempo de prueba y de lucha contra la tentación, es decir, contra todas aquellas fuerzas internas y externas que intentan alejarnos de Dios.

Las tres tentaciones de Jesús en el desierto que nos presenta el evangelio recogen tres aspectos fundamentales de la lucha que todos hemos de sostener en el camino hacia la santidad.

En la primera, estando Jesús hambriento por no haber comido durante cuarenta días, el diablo le dice: «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan», a lo que Jesús contesta: «Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre”». Es la tentación del materialismo, de encerrarse en un mundo puramente material olvidando que el ser humano está esencialmente referido a Dios. Nuestra cultura occidental, por desgracia, ha sucumbido en gran medida a esta tentación.

En la segunda tentación el diablo lleva a Jesús a lo alto, le muestra todos los reinos del mundo y le promete el poder y la gloria de todo ello si se arrodilla ante él, a lo que Jesús responde: «Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». Es la tentación de la autoexaltación que lleva a la idolatría: el afán de poder y gloria nos convierte en siervos de las riquezas y de aquellas instancias y fuerzas que nos las pueden proporcionar.

En la tercera tentación, el diablo incita a Jesús a tirarse desde el alero del templo asegurándole que Dios lo sostendrá porque lo ha prometido en la Escritura, a lo que Jesús responde: «Está mandado: “No tentarás al Señor, tu Dios”». Es la tentación de querer poner a Dios al servicio de nuestros intereses y expectativas. Vemos los efectos de esta tentación, por ejemplo, en las personas que se rebelan contra Dios porque ha fallecido inesperadamente una persona amada, tienen que afrontar dificultades económicas o no se cumplen sus expectativas en la vida.

En la Cuaresma se nos invita a unirnos a Cristo en su lucha y su victoria frente a estas tentaciones: a alzar los ojos de la tierra hacia el cielo buscando nuestro principal alimento en la Palabra de Dios y en la relación con Él, a combatir con la humildad y la penitencia nuestro afán de suficiencia y de gloria, a derribar los altares que hemos erigido a nuestros ídolos: dinero, éxito, prestigio..., a renunciar a nuestras ambiciones para ponernos al servicio del Reino de Dios, a abrirnos al misterio del designio de Dios para cada uno de nosotros.

El evangelio deja muy claro que hay dos claves en la victoria de Jesús sobre las tentaciones: el Espíritu Santo y la Palabra de Dios. Se nos empieza diciendo que «Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo» y luego vemos cómo Jesús responde siempre a la tentación citando la Escritura. Por ello la Cuaresma es un tiempo particularmente propicio para invocar el auxilio del Espíritu Santo y recibirlo con frecuencia en los sacramentos, así como para leer y meditar más asiduamente la Palabra de Dios: ellos serán los grandes aliados que llenarán de frutos y de victoria nuestro itinerario cuaresmal.

P. José María Prats

 

Evangelio

En aquel tiempo, Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre. 

Entonces el diablo le dijo: 

«Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan». 

Jesús le respondió: 

«Está escrito: ‘No sólo de pan vive el hombre’».

Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo:

«Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya». 

Jesús le respondió: 

«Está escrito: ‘Adorarás al Señor tu Dios y sólo a Él darás culto’».

Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: 

«Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: ‘A sus ángeles te encomendará para que te guarden’. Y: ‘En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna’». 

Jesús le respondió: 

«Está dicho: ‘No tentarás al Señor tu Dios’». 

Acabada toda tentación, el diablo se alejó de Él hasta un tiempo oportuno.

San Lucas 4, 1-13

Jesús nos invita a resistir las seducciones del mundo y a poner nuestra confianza en el Padre / Por P. Carlos García Malo