Desde el silencio misterioso e inefable del portal de Belén Dios nos habla al corazón y nos dice: «No tengas miedo, no te asustes, no he venido a juzgarte… He venido a anunciarte el amor y la ternura que el Padre siente por ti; he venido para que conozcas la belleza y la alegría de entregar tu vida por los hermanos; he venido para sanar tus heridas, para renovarte, para revestirte de dignidad, belleza y santidad»
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