* «Mi viaje cambió por completo desde que el Señor me dijo: ‘levántate, no tengas miedo’. En ese mismo momento fui consciente de que el Buen Dios estaría ya siempre conmigo. Mi vida interior ya no iba a ser igual. El Señor y yo fuimos encajando el uno con el otro, como las piezas de un puzzle… La sorpresa me llegó cuando al ir a trabajar, me di cuenta de que el Señor me acompañaba durante toda la jornada de trabajo; y cuando llegué a casa, Él estaba ahí. No me abandonó ni un momento durante ese primer día, ni al otro, ni en los siguientes. La sensación que tenía era la de ver que detrás de mí tenía a una Persona que me seguía y no se separaba de mí en ningún momento»
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