«El dolor cuando se vive como signo de unión a la redención de Jesús es purificador. Me ha acercado mucho a Dios, me ha hecho comprender el dolor humano… El dolor no es una desgracia, es una gracia, desde esta perspectiva. Ha sido una experiencia muy dura, pero en la enfermedad he aprendido mucho más que con todos los libros que he estudiado. Me preguntaba: «Señor, ¿por qué? ». Mi madre me decía [se le empañan los ojos]: «Hijo, esto es una prueba de amor, si la superas creces en la fe». ¡Qué lección!»
sábado, 25 de junio de 2016
Alejandro Fernández, religioso mercedario, tuvo un tumor cerebral que lo puso en manos del Señor: «Sin Dios no soy nada»
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