“De los trece a los quince años deseaba ser cualquier persona menos yo. Me parecía que todo el mundo tenía una vida mejor que la que yo tenía. Pero ahora, no cambiaría mi vida por nada del mundo, porque he comprendido que Dios me ama y que tiene un proyecto para mí, para hacerme feliz. Abrir el corazón a Dios te llena, porque estamos hechos para Dios y para realizar el proyecto que Él eternamente ha pensado para cada uno de nosotros. Por eso soy feliz, muy feliz”
jueves, 6 de junio de 2019
Rachel María Hernández empezó a vivir una doble vida en la adolescencia hasta que fue a uno peregrinación, Dios la tocó y hoy es monja
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