«Nunca me enfadé o culpé a Dios. Creo firmemente que sólo Dios puede sanar. Me dirigí a él con absoluta desesperación, fe y confianza. Dios nos da la fuerza para llevar nuestras cruces en la vida si le abrimos nuestros corazones. Como mi esposo siempre decía: ‘¿quiénes somos nosotros para cuestionar la voluntad de Dios? Cuando Dios pone una prueba en nuestra vida, ¿quiénes somos nosotros para hacer una pregunta? No deseo ningún mal a los asesinos que trajeron tanto dolor y desesperación a nuestra familia. Solo rezo para que se reconcilien con Dios»
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