* «Una joven me presentó a un sacerdote amigo suyo que conocía y que organizaba reuniones con jóvenes. Al escuchar a este sacerdote hablar del cristianismo recibí algo profundamente nuevo, anclado en lo bueno, lo bello. Me trajo algo profundamente nuevo. Por primera vez oí hablar de una religión que no me obligaba a hacer esto o aquello, sino que simplemente me pedía que confiara en Dios, que nos acoge como somos y que siempre es fiel»

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