* «Fue difícil. Era como un proceso de duelo que atraviesas cuando pierdes algo. Era duro dejar marchar, no solo mi herencia presbiteriana, sino mi estilo de vida; vivir sin tarjeta de crédito ni cuenta bancaria. Asusta que, de repente, no tienes esas cosas para apoyarte… Siento que yo era muy adecuada para el estilo de vida de una benedictina»

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