* “La vida en el amor era ya el designio de Dios para el hombre desde la creación del mundo, pero el pecado lo había sometido todo al poder del egoísmo. La vida nueva y victoriosa que hemos recibido tras la resurrección del Señor ha roto el yugo del pecado haciendo que el mandamiento del amor se pueda vivir de una forma nueva como tan elocuentemente mostraron las primeras comunidades cristianas. Esta nueva vida debe ser ofrecida a todos los hombres para que, como dice Jesús, «todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna»”
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