* «Y lo más importante de todo, dio un giro radical a mi relación con Él. Si en el centro siempre había estado yo, ahora era Dios Quien lo ocupaba. Fue gracias a un sacerdote que me paré a reflexionar: “¿realmente amas a Dios, o amas las cosas que haces por Él?”. Con estas palabras, Dios me pedía que Le devolviese Su lugar. Quité de en medio mi comodidad, mis preferencias respecto a una misa u otra y mi absurdo empeño por ganarme Su Amor. Entendí que nada puedo hacer por los demás si no dejo que Él actúe en mí antes, pues yo puedo amar solo porque Él me amó primero»
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