* «Me cansé de estar encerrado una y otra vez, de perder a mi mujer, de perder a mis hijos por culpa de mis adicciones, y me enfrenté a Dios. Le pregunté si yo también le importaba. Y allí, en la cárcel, descubrí leyendo la Biblia que Dios había usado para su plan de salvación a adúlteros, ladrones, asesinos, cobradores de impuestos, traidores…, cambiándoles el corazón. ¿Por qué no habría de cambiar el mío? Decidí cambiar y fiarme de Jesús. Le dije que, si Él quería, podía curarme. Y me sanó. Dios todavía no ha terminado conmigo. Me está cambiando poco a poco»
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