* «El Espíritu Santo me dio el don de la confianza. Y después de esa gran conmoción, a medida que pasaban los días, mi vínculo con el Señor era cada vez más más bello, más íntimo. Cuando me piden que dé un testimonio, suelo decir que ser viuda no es una vocación, contrariamente al matrimonio, que lo es más allá de la muerte. La viudez es mi condición de vida, no la he elegido. Sin embargo, sí que elegí consagrarme al Señor, entregarle lo fundamental, como hizo la viuda del Evangelio. Esto se traduce en el voto de castidad, una vida de oración y de servicio a la Iglesia; soy una laica en misión eclesial, delegada diocesana de pastoral juvenil y de pastoral vocacional de mi diócesis. Cuando les conté a mis amigos que me iba a consagrar, alguno me lanzaron esta frase terrible: ‘Pero ¿no quieres rehacer tu vida?’. Afirmo que uno no rehace su vida, sino que la continua. Y yo he seguido mi camino permaneciendo fiel a Marc, estando presente en mi familia y ofreciéndome al Señor. Como todos, tengo mi bagaje de cruces -a veces me pesa la soledad-, pero predomina la alegría. Hago mías las palabras del salmo 29: ‘Cambiaste mi luto en danzas, me desataste el sayal y me has vestido de fiesta; te cantará mi alma sin callarse. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre’»
No hay comentarios:
Publicar un comentario