* «Desde un principio tuve la certeza de que lo que me estaba pasando no era para guardarlo, y con más o menos errores siempre intenté darlo a conocer, porque esa es la necesidad de mi corazón. Jesús me demostró que si nos abrimos a su voluntad y su acción, si tenemos deseos verdaderos de seguir su camino, de conocerlo, deseos verdaderos de conversión, un recto deseo de vivir en la verdad, él hace maravillas de piezas rotas y desgastadas, y hace lo que nosotros no podemos. Jesús me saca del pecado, la tristeza, el miedo que me esclaviza y me hace sentir libre, con él aprendo a no tener temor de ser quien soy, a no ocultar lo que Él me regala que es también regalo para los que me rodean, a expresar mi fe espontáneamente y sin vergüenza»
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